Sí, sí; madrileño. Aunque Bertín Osborne nos recuerde mucho a Terelu Campos cada vez que fuerza el acento andaluz para hacerse el graciosillo o soltar algún improperio que de ser proferido en vallisoletano sonaría demasiado grosero, lo cierto es que el aristócrata nacía en la capital española allá por 1954. Desde entonces le hemos visto recorrer discotecas dándose a la canción y terminar triunfando modestamente a base de rancheritas en nuestro país y, especialmente, en Latinoamérica. No solo eso, sino que su desparpajo machistoide y risotada bonachona lleva triunfando en la pequeña pantalla desde tiempos inmemoriales.

Una andadura televisiva que comenzaría en México interpretando a un conquistador en Amor de nadie, una de esas telenovelas sudamericanas a las que Bertín Osborne -como concepto- no podía acompañar mejor. Sin embargo, el espectador en nuestro país no conocería ampliamente al genio y figura hasta 1992, cuando Telecinco -quién sino- descubriera en él a un chistoso galán de estatura imponente y andares desenfadados que, a partir de Contacto con Tacto, se convertiría en cara habitual en las casas de media España.

A partir de ahí ya no se separaría de la caja tonta moviéndose entre cadenas y productoras. Durante los 90 y primeros 2000 seguirían así Lluvia de estrellas, Trato hecho, Esos locos bajitos o hasta el Grand Prix. Todos ellos, programas blancos de corte familiar con los que Bertín se iba erigiendo en ese hombretón espontaneo, pretendidamente masculino y mucho español que entretenía a los niños, alegraba la vista a las madres y buscaba la sonrisa cómplice en los hombres soltando la primera ocurrencia sexista que se le viniera a la cabeza. Claro que nadie por entonces hablaba de heteropatriarcado (…).

Pero pasada esa primera etapa hasta 2009, la verdad es que la televisión española venía años experimentando una renovación de contenidos y también de caras al frente de los programas líderes de audiencia. El nacimiento de realities como Operación Triunfo o Gran Hermano, nuevos formatos del corazón como Aquí hay Tomate, series adolescentes como Física o Química y presentadores como Jorge Javier Vázquez o Jaime Cantizano hicieron virar y mucho el tono, los tiempos y el discurso en televisión. El macho alfa -que siempre había aprovechado sus altavoces públicos para meterse en política como elefante en cacharrería- fue rescatado entonces por Intereconomía, uno de los grupos fuertes de la derecha mediática más vetusta. Allí, además de participar en la tertulia El gato al agua con mucha guasa y patriotismo, presentó hasta dos espacios propios en los que continuaba el formato infantil y el concurso, de donde muchos creen que de no debiera haber salido.

Alguna que otra experiencia en autonómicas, discontinuas pero recurrentes apariciones en la alta prensa rosa, escándalos fiscales pero también sus muchos proyectos sociales en favor de colectivos desfavorecidos nos seguían contando el relato de la vida de nuestro casanova particular. Eso sí, alejado ya de los primeros platós de la televisión.

Cierto es que, al margen de defensores y detractores, el share nunca abandonó al vehemente taurino. Sería esta la razón -queremos pensar- por la que Telecinco decide volver a resucitar en 2014 al gigante dormido como colaborador en Un tiempo nuevo. Nada que nos hiciera presagiar que, tan solo un año después, la TVE de 2015 volvería a dar espacio propio a esa retórica rancia, antigualla y machista en un formato de entrevistas face to face que, para remate, elegía a algunos de sus invitados a la singular medida del presentador. Lejos de fracasar y encontrar el rechazo de una audiencia que había dejado atrás esos modos hacía tiempo, En la tuya o en la mía resultó ser todo un triunfo para una Televisión Española que no pasaba por sus mejores momentos.

Y en estas llega 2016 y, tras las desavenencias de la productora del formato con TVE, la cadena de Sálvame compra la genial idea televisiva bajo el nombre de Mi casa es la tuya y con Bertín, una vez más, a la cabeza. Para mayor gloria del susodicho que -con el impulso de la gran repercusión de Telecinco- desde entonces no ha parado de agitar Twitter, todas las cabeceras digitales y los termómetros de vergüenza torera.

En los tres años que el formato lleva en parrilla de forma discontinua, los diarios y las redes sociales han ardido contra el apuesto ganadero después de cada emisión. Tras jactarse al principio de cada programa de no saber encender una vitrocerámica (algo ridículo además de inverosímil), igual le ha dado al machirulo augurarle un dudoso futuro laboral a Sara Carbonero después de dar a luz que mandar a su mujer Fabiola a hablar de crianza y vestidores con Carolina Cerezuela mientras los hombres charlaban de trabajo en el sofá. Con Mariano Rajoy dejaba bien claro que la que limpia en casa es la mujer y con Paz Padilla que también debe ser la que cocine.

A Malú le dedicaba un “Hubieras sido una veterinaria guapísima; te hubiera contratado seguro” y a Paz Vega le recordaba incansablemente lo erótico de algunas de sus escenas. Con José María Aznar, sin embargo, se le caía la babilla mientras el expresidente de la Guerra de Irak y el 11-M se presentaba en prime time como un mártir de la política injustamente tratado. Y mientras tanto, otros como David Bustamante se unían a la orgía de chulitos y ligones. Todo esto mientras entrega un oportunista y complaciente altavoz a las partes masculinas de los matrimonios televisivos mal avenidos (véase Pepe Navarro y Feliciano López). Por cierto, que echando cuentas, Bertín ha entrevistado como protagonistas a 14 mujeres en un total de 60 emisiones.

Para completar: Venezuela por aquí, autismo por allá. Religión y tauromaquia. Raphaeles, Chiquitos, Rappeles y demás fauna de la España más cañí. Todo revuelto en un sinsentido intelectual. Y los que pensemos que Bertín Osborne es un machista de libro: nada de eso mujer; somos imbéciles y gilipollas. Pero lo preocupante no es que el macho de la manada saque pecho cuando ve amenazada la comida. Ni tampoco que una cadena privada que nunca se ha caracterizado por la altura moral de sus contenidos decida sacar provecho del escándalo. Lo realmente grave es que, habida cuenta del éxito del señorito -aun habiendo cosechado su mínimo histórico en la última emisión, lleva tres años en prime time sin bajar del 12 por ciento de cuota de pantalla- queda patente que todavía tenemos una España que le ríe la gracia a Bertín. Y eso, como poco, es para hacérselo mirar.