No sé cómo te llamas ni qué aspecto tienes. Por fortuna, no hemos podido ver el vídeo en el que se ve cómo cinco bestias te violaron en los Sanfermines, cuando tenías 18 años. No sé si eres rubia o morena, alta o baja, pero sí sé que eres una mujer valiente. Mucho. Muchísimo. Hace falta un coraje extraordinario para denunciar en España una violación. Tú lo tuviste, lo tienes, y eso no te lo quitará nadie nunca, ni siquiera esos jueces que han querido negarte la dignidad con una sentencia miserable y misógina.

Podrías haberte callado, llevar en silencio todo ese dolor que ni siquiera soy capaz de imaginar, pero preferiste luchar. Y tu lucha, al final, se ha convertido en la lucha de todas. Te doy las gracias, porque con tu valentía las cosas pueden empezar a cambiar en este país. Quiero creer que lo que te hizo La Manada y han rematado ahora esos jueces servirá para enderezar los renglones torcidos de esta sociedad machista. Quiero creer que habrá un antes y un después de ti, de tu valentía.

Desde las filas feministas hace mucho tiempo que reivindicamos la importancia del lenguaje para combatir el machismo. Con la sentencia de La Manada, se ha vuelto a demostrar que las palabras importan, sobre todo si se imprimen en una sentencia judicial. En un intento por volverte a despojar de tu dignidad, los jueces han bastardeado el lenguaje al condenar a esos bestias a nueve años de cárcel por abusar sexualmente de ti, no por violarte.

En su sentencia, relatan con detalle lo que podría llamarse una violación grupal de manual. La cuentan como hechos probados, pero se han saltado toda la lógica para concluir de esas premisas que lo que te hicieron sólo fue un abuso. Redactan la escena de una agresión sexual, cómo te metieron en ese cuarto bloqueando la única salida, rodeada de cinco hombres mayores que tú que se adueñaron de tu cuerpo. Explican tu desorientación, tu desamparo, tu terror, tu estado de shock. Todos, insisto, como hechos probados. Pero el machismo es a menudo la mayor de las cegueras. Y hay que estar muy ciego para no ver intimidación en lo que te hicieron. Uno de los tres jueces, el que quiso absolverlos a todos, vio jolgorio y diversión de fiesta sexual, como si una orgía real se basara en anular la voluntad de una mujer. Hay que ser muy cruel y sádico para sacar semejante conclusión.

Las mujeres sabemos que la violencia es a menudo silenciosa, que no hace falta que te den una paliza para que te agredan. Tú contaste que no sufriste dolor ni golpes, pero también explicaste cómo te aterrorizaron hasta dejarte someter. Eso es agresión, no abuso. Eso es violación. La Justicia de este país debe empezar a entender lo que muchas llevamos años reivindicando: hay agresiones sin moratones ni sangre ni costillas rotas, cuya violencia es tal que anula tu voluntad. Esas heridas son las tuyas, y también supurarán durante muchos años.

Empecé estas líneas dándote las gracias, diciendo que tu valentía cambiará esta sociedad. Y en parte, ya la ha cambiado. Fuimos muchos los que te creímos desde el principio, algo hasta ahora extraño cuando violan a una mujer. Siempre habrá quien se emperre en permanecer en la caverna machista, aún hay quienes defienden a los “pobrecitos” chicos de La Manada. Pero lo importante son los cientos de miles de personas que te creen, que te apoyan, que se indignan y se suman a tu lucha que también es nuestra.

Esta revolución que se ha levantado con tu caso es importante, porque muchos cambios sociales y legislativos se han conseguido así. Defender que no podemos volver a los juicios sumarísimos ni a la Edad Media, dejando que el pueblo dicte sentencia, es no entender nada. La historia está llena de dictadores derrocados por la masa social y de leyes creadas a golpe de los gritos de los ciudadanos. Ahora queremos que la Justicia deje de ser machista, que los jueces entiendan que puede haber violación sin golpes, que lo importante es la actitud del agresor y no la de la víctima. Que si nos defendemos, nos matan como mataron a Nagore Laffage en otros Sanfermines.

Ese es, precisamente, el terrible mensaje que han dado los jueces del caso de La Manada: si te violan, no denuncies. Pero los que te creemos no queremos seguir viviendo en un país así. Y si al final lo conseguimos, debes saber que fue gracias a ti.

La manada o por qué nadie cree a las mujeres

La distopía no está en la pantalla, está aquí