-El usurpador.

Esas primeras palabras de Call Me By Your Name pueden pasar desapercibidas, aunque resuman como pocas la locura del primer amor. La película de Luca Guadagnino (Io Sonno l'Amore, A Bigger Splash) habla de ese arrebato pueril que nos atonta, de cómo fugazmente nos usurpa la vida. Todos nos reconocemos en esa pasión entre un adolescente de 17 años (Elio) y un joven de 28 (Oliver), porque todos hemos estado ahí. Y, como el padre confiesa al final, sentimos envidia de su amor, pero sobre todo de su valentía.

La historia transcurre en el verano de 1983. Oliver es el alumno norteamericano asistente del doctor Perlman, padre de Elio y profesor de arqueología, que llega como invitado a la casa familiar en el norte de Italia. Un adonis rubio, alto y perfecto como una escultura griega. Su belleza , como su inteligencia, es arrogante y arrolladora.

Elio es el niño prodigio, el tirillas carilindo y virtuoso. Un adolescente políglota y músico, que lee libros y lo mismo toca a Bach con la guitarra que con el piano. Toda esa cultura, todas esas habilidades, se reúnen en Elio con naturalidad, sin necesidad de alarde. Y qué bien, qué bonito lo interpreta Timothée Chamalet.

Al principio, ni siquiera le cae bien Oliver. Le irrita. Un sentimiento que suele preceder a muchos grandes amores, esa rabia que te despierta la otra persona, cuando apenas la soportas. Hasta que todo cambia, cuando el corazón siente el arrebato, el primer click.

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Oliver y Elio en 'Call Me By Your Name'.

A Elio le ocurre mientras contempla con media sonrisa la conversación entre su padre y Oliver sobre la etimología de la palabra albaricoque. Una batalla dialéctica, surrealista por elevada, que gana el joven norteamericano, para pasmo del profesor que, en lugar de sentirse ofendido (como espera el espectador), muestra un sutil orgullo. El placer de verse superado por su alumno. Ahí es cuando Elio se arrebata, entre las letras del albaricoque. Sólo después sabremos la importancia que tiene esa fruta en la película.

La cinta se deja querer, se toma su tiempo en enseñarnos la sutileza de ese acercamiento, de mostrarnos toda su sensualidad. Esa envidia que sentimos de nuevo.

El primer amor es fugaz, pero ocurre lento. En este hay paseos en bici, baños en el estanque, desayunos en el jardín de esa casa en la Toscana. También licencias de un adolescente que se busca, que pierde la virginidad con una chica, Marzia (Esther Garrel), al aire libre de ese verano eterno.

Elio se busca así mientras reúne valentía. Call Me By Your Name habla del amor, pero sobre todo de la valentía, de lo importante que es ser valiente con nuestras emociones. De cómo la cobardía desgasta nuestros corazones hasta secarlos.

La importancia de las palabras

"¿Es mejor hablar o morir?".

La madre de Elio (Amira Casar) le lee esa frase de la traducción alemana del Heptamerón, una pregunta que te empuja a entender la importancia de la palabra. Call Me By Your Name (Llámame por tu nombre) habla de sentimientos, de cómo están irremediablemente unidos al lenguaje, sobre todo en esa familia políglota, en la que se pasa con naturalidad del inglés, al francés y al italiano en una misma conversación.

"¿Es mejor hablar o morir?".

La película trata sobre la inútil cobardía del silencio. Si vamos a morir igual, ¿por qué callar? Habla, sé valiente, aunque sufras. Esa importancia de las palabras está hasta en el título, Call Me By Your Name. Se lo dice Oliver a Elio en la cama, "Llámame por tu nombre y yo te llamaré por el mío". Como dos almas gemelas, como medias naranjas, se creen una sola persona. Y en las palabras lo son.

Puedes esconder tus sentimientos o hablarlos como un valiente. Elio los dice frente a la estatua de la Primera Guerra Mundial de la plaza del pueblo, cuando por fin habla lo que hasta entonces ha callado.

Ya lo han dicho, ya lo saben, pero aún cuesta el acercamiento. Sobre todo a Oliver, que siente el vértigo de la diferencia de edad. Pero el arrebato nos debilita, es imposible frenarse cuando hay verdadera atracción.

La intensidad de esta pasión tiene forma de albaricoque. Un albaricoque relleno, que Elio ha utilizado para masturbarse y que Oliver hace el amago de probar en la película, aunque en el libro (en el que se basa, la novela de André Aciman) llega a comérselo entero. Esa escena, la intimidad de ese momento, hace que Elio llore por fin, porque sabe que todos los veranos se acaban en septiembre.

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Oliver y Elio en 'Call Me By Your Name'.


"Perdimos tanto tiempo".

Elio se lamenta de haber tardado tanto y la pareja recuerda las primeras señales que se dieron y no supieron ver. De lo difícil que es a veces distinguir la seducción, sobre todo en una pareja homosexual. El miedo, con todas sus dudas, cuánto despista.

Toda esa pasión, todo ese ardor, lo cuenta Guadagnino sin sentimentalismos ni cursilerías, sin caer en el amor romántico hiperglucémico. Con honestidad, sin trampas emocionales.

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El monólogo del padre de Elio, la gran escena

Cuando se acerca el final, nos encontramos con la mejor escena de la película, y posiblemente de todo el cine que se estrene este año: el monólogo del padre de Elio.

Ya intuimos que él y su mujer saben el romance entre su hijo y Oliver, esperamos que tenga una charla condescendiente con Elio. Sin embargo, nos regala una maravillosa confesión, un soliloquio prácticamente igual al de la novela, pero enriquecido con los matices y la humanidad de su actor Michael Stuhlbarg.

El profesor Perlman le confiesa que él tuvo la oportunidad de vivir un amor como el suyo, pero la perdió por cobarde. Como padre, habla a su hijo desde la admiración por alguien que ha sabido ser valiente y honesto con sus sentimientos. Le adelanta que esa es precisamente la vida que merece ser vivida.

Sigue así, le viene a decir, disfruta de todo, hasta del dolor; porque la juventud se acaba pronto y luego nos bastardeamos como personas. Cuando de adulto ya no sientas nada, echarás de menos este sufrimiento. Cuida tu valentía, no la pierdas, no te conviertas en alguien resecado que prefiere morir a hablar.

El regalo del profesor Perlman a su hijo y al resto de padres, que olvidamos pronto los intensos 17 años:

“Vosotros habéis tenido una hermosa amistad. Quizá algo más que una amistad. Y te envidio (...) La mayoría de los padres esperan que todo pase o rezan para que sus hijos se recuperen pronto. Yo no soy un padre así. Si hay dolor, aliméntalo. Si hay una llama, no la apagues, no seas cruel con lo que sientes (...) Nos despojamos de tanto con tal de curarnos lo más rápido posible, que acabamos rompiéndonos a los 30 años. Cada vez tenemos menos que ofrecer cuando empezamos con alguien nuevo (...) Nuestros corazones y cuerpos se nos regalan una vez en la vida. Antes de que te des cuenta, tu corazón ya está gastado. Y llegará un punto en que nadie querrá mirar tu cuerpo. Menos aún acercarse a él. Ahora sientes tristeza, dolor, pero no lo mates, ni con ello el placer que has sentido”.

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