Siempre que escribo sobre alguien, trato de pensar en lo que podemos aprender de su vida, en su legado y en las lecciones que nos dan sus pasos. Y de la vida de Carmen Cervera podemos aprender tantas cosas como en un año entero de universidad.

Recuerdo la primera vez que mi madre me llevó al Museo Thyssen: corrían los años 90 y un Madrid analógico y cambiante se presentaba delante de mí. Yo era un chaval de 14 años que veía cómo mi ciudad se modernizaba a pasos de gigante: la Torre Picasso ya se erguía enorme y blanca, y un par de edificios inclinados muy originales comenzaban a construirse en Plaza de Castilla. Era casi imposible ver una bicicleta por la Castellana, y Chueca y Malasaña aún eran barrios oscuros y raros.

Madrid todavía no era la ciudad moderna y avanzada que es hoy en día, pero las semillas de todo eso ya estaban germinando. Y una de ellas crecía con fuerza en un palacete del Paseo del Prado.

carmen thyssen portada harper's bazaar
Javier Biosca
Portada de mayo de Harper’s Bazaar.

Recuerdo que mi madre y yo caminábamos por sus salas y yo, sin tener aún el cosquilleo del arte dentro de mí, empecé a entender —a través de mi madre— la importancia de este museo para la ciudad.

Ella me explicó la naturaleza del Thyssen y me contó cómo este museo había suplido la falta de arte impresionista que tenía, hasta entonces, Madrid.

Al terminar, mi madre me llevó a ver el retrato de una mujer rubia que colgaba de una de las paredes del hall principal.

Esta mujer es Carmen. Y gracias a ella estamos aquí hoy.

Esa visita, como muchas de las cosas que hacemos cuando somos niños, quedó grabada en alguna parte de mí y, cuando Harper’s Bazaar me propuso escribir en este número sobre Carmen, me dio un vuelco el corazón.

Ay, Carmen.

De Carmen Cervera he aprendido que las luchas utópicas, esas que nadie piensa que vamos a ganar, son las que pasan a la historia.

Y que si tus sueños son ambiciosos, lograrás cosas imposibles.

Como en El sueño de Franz Marc (uno de mis cuadros favoritos del Thyssen), Carmen soñó con un Museo lleno de arte en el centro de Madrid.

Y se dejó la vida en ello.

David contra Goliat.

Y lo logró.

Y hoy en día, gracias a ella, tenemos una de las mejores colecciones pictóricas de Europa en una de las ciudades más bonitas del mundo.

Carmen Cervera quiso pintar Madrid con trazos impresionistas y llenos de color. Forjó una ciudad que —como los cuadros que cuelgan de su museo— a veces está llena de contradicciones y otras veces de sueños. A veces desdibujada y otras veces surrealista.

Pero siempre única, original e irrepetible.

De Carmen he aprendido que algunas contradicciones son necesarias para avanzar. Y que son tan humanas como caminar erguidos.

De Carmen he aprendido que si no estás de acuerdo con algo, tienes que luchar. Y que si debes encadenarte a un árbol para ello (y que de paso en esta ciudad de locos se pueda seguir respirando) lo tienes que hacer.

Que ser utópicos es casi una obligación.

El archivo fotográfico más personal de la Baronesa Thyssen
81 cumpleaños baronesa thyssen

De Carmen he aprendido que hay algunos amores que pueden herirnos gravemente. Pero nunca, NUNCA, derrotarnos.

Y que el perdón y la reconciliación nos hacen grandes, enormes y casi invencibles.

Y sé que aún hay cosas por venir, tela que cortar y lienzos por pintar.

Hoy —30 años después de aquella visita al Thyssen—, en la misma sala donde mi madre me enseñó quién era Carmen Cervera, mientras termino este texto en mi teléfono móvil, el círculo se cierra. Y de alguna manera, respondo a mi madre a ese diálogo que quedó abierto en aquel Madrid noventero y vibrante de cuando yo era un niño.

Y ahora esa visita cobra todo el sentido del mundo.

—Esta mujer es Carmen. Y gracias a ella estamos aquí hoy.

—Y yo voy a escribir sobre ella. Y sobre cómo su forma de soñar cambió esta ciudad...

para siempre.

Gracias mamá por llevarme aquel día al Museo que me enseñó que no todo es lo que parece. Gracias por enseñarme a amar a Monet, Degas, Van Gogh, Gauguin y Edward Hopper.

Y gracias a ti, Carmen, por soñar.

Por creer que lo que soñabas no era imposible.

Y por enseñarnos que al famoso cielo de 'de Madrid al cielo', se entra por la puerta que hay...

en el número ocho del Paseo del Prado.