San Valentín ha sido una fecha marcada en el calendario durante varias décadas como la máxima celebración del amor romántico, tal y como lo conocemos. Cenas con velas, restaurantes exclusivos, cajas de bombones y ramos de flores en cantidades industriales y joyas caras (o carísimas) para los más exquisitos. Todos estos clichés han hecho que, en lugar de celebrar el amor, se haya convertido en un auténtico negocio para grandes almacenes. Puede que sea esta la razón por la que la nueva generación, conocida como millennial y alejada de todos los estereotipos y normas sociales establecidas en los 90 y 2000, haya huido despavorida de esta celebración.

Aquí es donde han nacido los famosos haters de San Valentín, que no solo se han centrado en despotricar contra quienes celebran el 14 de febrero, sino contra el amor romántico en general. Por eso, esta generación se balancea entre el romanticismo innato (aunque no se parezca en nada al tradicional) que llevan en el ADN, y la ruptura con todos esos estereotipos que no les representan. Pero, tranquilos, se puede celebrar San Valentín a lo millennial, sin caer en tópicos, sin tirar por la boda nuestros principios y siendo románticos. A nuestra manera. ¿Cómo? Así:

Fuera estereotipos (en todos los sentidos)

Si algo tiene de admirar la generación millennial es que entiende el amor como algo puro, sano, diverso y que no entiende de género. Y eso se extiende a todos los ámbitos. Porque no basta con huir de los estereotipos machistas que conlleva la celebración del amor romántico (que son muchos, por supuesto, y los abordaremos más adelante), sino que es el momento de entender San Valentín como una fiesta que de cabida a todas las parejas, ya que, durante años, los anuncios publicitarios y eventos para este día han tenido un público muy claro: las parejas heterosexuales y tradicionales. Por eso, si queremos celebrar un San Valentín millennial y actual, debemos deshacernos de todos los prejuicios, clichés y estereotipos difundidos por la cultura tradicional. No busquemos sentirnos identificados en un anuncio publicitario que no quiere representarnos; podemos hacerlo a nuestra manera y ser mucho más libres en nuestra elección a la hora de elegir un regalo, hacer una escapada o escoger un plan romántico.

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¿Clichés machistas? No, gracias

Antes de nada, aclarar una serie de puntos. En el caso concreto de las parejas heterosexuales, no pasa nada porque sea él quien invite a cenar, quien compre flores o sorprenda a su pareja con una caja de bombones. En absoluto. El problema viene cuando este tipo de tradiciones se llevan a cabo por una cuestión cultural: porque sea el hombre quien tiene que pagar la cena, quien regale las flores o compre bombones. Quizá sea el momento de que sean ellos quienes reciban las flores, quienes cocinen en casa y a quienes les retiren la silla antes de sentarse. ¿O es que estamos obligadas a que nos gusten las cajas rojas de bombones con lazos gigantes?

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Una escapada romántica (pero de verdad)

Y con romántico nos referimos a crear el romanticismo en pareja. Nada de packs que ofertan los grandes almacenes o agencias de viajes con fines de semana ultraprogramados. ¿Qué tipo de millennials seríamos si hiciésemos eso? Somos seres digitales por naturaleza, así que aprovechemos todas las posibilidades que nos ofrece Internet. Un vuelo a la ciudad europea más cercana por menos de 50 euros, un apartamento de 20 metros cuadrados en el centro histórico y comida callejera pueden ser los tres elementos necesarios para disfrutar de un fin de semana romántico devorando una ciudad (o barrio, pueblo, montaña, o lo que más os apetezca) que todavía no conocéis. ¿Hay algo más romántico que descubrir juntos un lugar por primera vez?

Cuando el salón de casa es, de repente, el lugar más romántico del mundo

Si algo hemos aprendido en nuestra generación, es que no necesitamos gastar grandes cantidades de dinero para celebrar algo. Vale, es cierto que comemos aguacate por encima de nuestras posibilidades y que el café de Starbucks no es la definición de económico, pero cuando se trata de hacer planes o buscar alternativas low cost, no hay quien nos supere. Por eso, para una celebración íntima y en pareja, el salón de casa puede ser el mejor escenario. Sacad a relucir vuestras dotes culinarias, preparad una cena exquisita en pareja y disfrutad de todo lo que os ofrecen los catálogos de Netflix y HBO. Una botella de vino y una larguísima conversación pueden ser lo único que necesitemos (aunque suene tradicional, a veces nos rendimos a los clásicos).

¿De qué hablamos cuando hablamos de amor?

San Valentín puede ser la excusa perfecta para poner sobre la mesa algunos temas de interés para la pareja. Sobre todo, porque hay altas probabilidades de que una de las dos partes de la pareja odie San Valentín. Eso puede dar pie a hablar de lo que ambos queréis en la pareja, los tipos de relaciones y las diferentes formas de entender el amor. La tolerancia, el respeto y la igualdad son tres valores que reinan (o deberían reinar) en cualquier pareja y el día del amor por excelencia puede ser el momento idóneo para poner común vuestras ideas para que todos ellos se cumplan al máximo. O, simplemente, exteriorizar lo que sientes por tu pareja; nunca esta de más decirle a alguien que le quieres (y menos en San Valentín).

Se trata de celebrar el amor

Al fin y al cabo, el objetivo es celebrar el amor. A lo largo del artículo nos hemos referido en todo momento al amor romántico o en pareja, que es lo que tradicionalmente ha celebrado San Valentín. Sin embargo, formamos parte de una generación que ya ha superado todo tipo de complejos y entiende el amor como un sentimiento hacia cualquier persona, y en cualquier tipo de relación. Así que, aunque suene a tópico, celebrar San Valentín no debería ser simplemente una cuestión de pareja. Celebrar el amor hacia tus amigas y pegaos una buena juerga, o simplemente el amor propio, dándote un capricho, que nunca está demás recordarte a ti misma lo estupenda que eres.

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