Hace unas semanas ocurrió un fenómeno viral y, por lo tanto, social, que podríamos denominar como el aguacategate o avocadogate. Bernard Salt, escritor y columnista del periódico australiano, The Australian, encendió las redes sociales al criticar a los jóvenes por ir de brunch.

I have seen young people order smashed avocado with crumbled feta on five-grain toasted bread at $22 a pop and more. I can afford to eat this for lunch because I am middle-aged and have raised my family. But how can young people afford to eat like this? Shouldn't they be economising by eating at home? How often are they eating out? Twenty-two dollars several times a week could go towards a deposit on a house.

En esencia, juzga a los jóvenes por pedir tostas de aguacate de 22 dólares e irse de brunch en vez de ahorrar dinero para la entrada de una vivienda. Él explica que sí puede hacerlo porque es un hombre de mediana edad con una familia pero que los jóvenes deberían comer en casa para no perder dinero. Puedes leer el artículo completo aquí.

Como era de esperar, los jóvenes – y no tan jóvenes- empezaron a responder a este ataque directo en las redes sociales. Evidentemente, alguno de ellos lo hicieron de una forma seria y otros, cómo no podía ser de otra manera, lo hicieron con memes y con distintos tipos de burlas.

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`Comiéndome la entrada para mi casa´. Meme irónico sobre las tostadas de aguacate y la entrada de viviendas.
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Este hecho, aparentemente absurdo, sacó a la luz el tema de la vivienda, la juventud y cómo es inviable para las nuevas generaciones el poder adquirir una vivienda en propiedad.

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Imagen que calcula los brunch que hay dejar de comer para poder comprar una vivienda en el este de Londres.
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Imagen que calcula los brunch que hay dejar de comer para poder comprar una vivienda en Nueva York.
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Imagen que calcula los brunch que hay dejar de comer para poder comprar una vivienda en Hong Kong.

Cada uno de estos cálculos hacen pensar y reflexionar sobre cómo el poder adquirir una vivienda, aunque se tenga una entrada, es algo casi impensable para los jóvenes de hoy. Porque muchos no tienen un trabajo como tal -algunos son de forma temporal o cobran en negro- o son freelance. Aunque estas cifras hablan de ciudades muy caras, se puede extrapolar -a otra escala- a nuestro país.

Evidentemente, muchos medios internacionales se hicieron eco de esta noticia y opinaron con respecto al aguacategate. Brigid Delaney, periodista del medio británico The Guardian, no sólo justifica el brunch sino que lo defiende ya que lo denomina el opio para las masas.

So what do you do when you can’t afford to buy somewhere to live? Well, you decide to live. You get Ubers, you travel, you buy a good phone, you get a laptop, you go for brunch (many of these things – particularly travel and electronic goods have fallen in price, while house prices have accelerated way beyond income growth). Brunch is the opiate of the masses. We are not going out for brunch instead of buying houses: we are brunching because we cannot afford to buy houses.

¿Qué haces cuando no puedes permitirte comprar un sitio para vivir? Bueno, pues decides vivir. Coges Ubers, viajas, te compras un nuevo teléfono, un portátil, vas de brunch (muchas de estas cosas, sobre todo viajar y lo electrónico son más baratas, mientras que los precios de las viviendas no dejan de subir). El brunch es el opio para las masas. No vamos de brunch en vez de comprar casas: vamos de brunch porque no podemos permitirnos comprar casas.

Puedes leer el artículo completo aquí. Otros medios han llevado al extremo esta noticia y, por ejemplo, la columnista Deirdre Fidge se burla de todo explicando que He dejado las tostas de aguacate y ahora tengo un castillo.

Como buena y astuta respuesta comercial, muchos restaurantes y bares de Australia aprovecharon este suceso para rebajar el precio de las tostas de aguacate para que así, los jóvenes pudiesen seguir disfrutando del brunch mientras ahorran dinero para su futura casa.

Aunque esto haya ocurrido hace menos de dos meses, sigue completamente de actualidad porque a la eterna pregunta de ¿podremos los millennials tener una casa en propiedad? La única respuesta es, sigue siendo y será NO. Pero, ¿por qué? ¿Qué hace tan difícil que los jóvenes de hoy en día puedan comprarse una casa para ellos como hacían sus padres? Prácticamente todo.

Si tienes entre veinte y treinta y cinco años y vives en España, por mucho que tengas un sueldo fijo, seguro que éste no llega más allá de dos mil euros. Para el grueso de la población, el ideal es vivir en el centro, en un piso con espacio, bonito y con luz. Pero, ¿cuánto cuesta esto? Porque alquilar por alquilar, para la mayoría de la gente, da la sensación de que es tirar el dinero a la basura - no es así si compartes piso- pero ¿alquilar un piso más o menos caro tú solo?

Existen cientos de artículos que reflexionan sobre por qué los millennials no pueden tener una cosa o no pueden ahorrar y todos llegan a la misma conclusión. Los millennials no ahorran dinero no porque no quieren sino porque, simplemente, no pueden. Muchas personas reaccionan a esta conclusión respondiendo, bueno es que no trabajan porque no quieren, si alguien quisiera trabajar se trabaja de lo que sea. Quizá esta afirmación no está del todo equivocada pero, ¿y esos jóvenes que trabajan en negro sin contrato? ¿podrán demostrar que tienen ingresos para una hipoteca? ¿Llegarán al sueldo mínimo necesario?

Y en el caso de los jóvenes con un contrato y un sueldo, ¿es suficiente ese sueldo para poder ahorrar y vivir? Cualquier trabajo es duro, si no, no se llamaría trabajo, y la gente joven quiere vivir, salir de fiesta y comprarse cosas. Es el pez que se muerde la cola. Tras ocho horas intensivas encerrados entre cuatro paredes, no te apetece ahorrar y enclaustrarte en casa, quieres salir a pasear y tomar algo con alguien. Vamos, lo que se dice vivir.

Entonces, ¿qué hace tan incapaces a los millennials que no pueden llegar a tener una casa? Nada. No es culpa de la generación o del YOLO - You Only Live Once- o el cliché que dice que los millennials quieren vivir experiencias, no comprar cosas. O que los millennials son unos vagos. No. Simplemente, que tal como está todo planteado, por mucho que trabajes y por mucho que ahorres, podrás compartir una casa o alquilarla -y a veces ni eso- pero comprarla es impensable. Bien porque o no te da el sueldo o bien porque la incertidumbre laboral en la que están y estamos, no te da para planear tu vida más allá del próximo año.