¿Cuándo fue la última vez que escribiste 'te quiero' con todas las letras? Te quiero, te amo, te deseo... Los emoticonos se tragaron todas las palabras románticas y las vomitaron en forma de corazones de colores y caras sonrientes. Y los usamos sin pudor, como si hubiera algo de pasión en la flamenca del Whatsapp.

Pero hubo un tiempo en que se escribían cartas de amor, tórridas y catárticas. Leídas ahora, parecen incunables extraños, aunque tampoco hace tanto que se enviaron. Algunos grandes autores eran aficionados a mandar epístolas románticas y hasta picantes. De James Joyce a Frida Kahlo y Scott Fitzgerald, disfrutemos un momento de la efervescencia de unos cuantos extractos de sus cartas de amor y reivindiquemos esa bonita y ardiente costumbre.

- "No apetezco sino lo que tú ambicionas para ambos porque me doy cuenta de la insignificancia de otros deseos comparados con el hecho de que seas mía. Estoy adormilado y muy triste al pensar que tengo que conformarme con escribirte en vez de besar tus dulces labios".

Esas líneas entregadas y poderosas las escribió Freud a su esposa Martha Bernays, cuando aún era sólo su novia. Y entre todas las que le envió, se encuentran unas líneas que quizá resumen como pocas la esencia misma de una carta de amor:Tendremos que seguir diciendo el uno al otro que nos amamos. Cuando dos seres humanos que se quieren no encuentran ni los medios ni el tiempo preciso para decírselo respectivamente, es una tragedia”.

-“Deja a cada oración llenarse de sucias palabras y sonidos sin recato. Son lo más amable de oír y de ver en el papel, porque las más sucias son las más bellas”.

“Mi dulce y traviesa pajarita cogedora. Aquí está otro billete para comprar lindos calzones o medias o ligas. Compra calzones de p**a, amor, y asegúrate de rociarles las piernas con algún agradable aroma y también de mancharlas un poquito atrás”.

“Castígame tanto como quieras. Me parecería delicioso sentir mi carne estremeciéndose bajo tu mano. ¿Sabes lo que quiero decir, Nora mía? Desearía que me pegaras o incluso que me azotaras. No jugando, querida, sino en serio, y en mi carne desnuda. Desearía que fueras dura, dura, querida, y tuvieras grandes y orgullosos pechos y muslos rollizos. ¡Querría ser azotado por ti, Nora, amor!”

Las cartas que James Joyce y su mujer, Nora Barnacle, se intercambiaban son famosas por su alto contenido erótico. En ellas, el autor de Ulises le pide a su mujer que se deje llevar y le cuente cómo serán sus encuentros sexuales. Se escribieron en 1909 y fueron publicadas años después, gracias al consentimiento de la familia.

-"Cisne, flota suavemente porque eres un cisne, porque con la exquisita curva de tu cuello los dioses te concedieron un don especial, y aunque te lo fracturaras tropezando con algún puente construido por el hombre, se curaría y seguirías avanzando. Olvida el pasado, lo que puedas, y da la vuelta y nada de nuevo hasta mí, a tu refugio de siempre, aunque a veces parezca una cueva oscura iluminada con las antorchas de la furia. Es el mejor refugio para ti, da la vuelta despacio en las aguas en las que te mueves y regresa".

El desenfreno del joven y alocado amor de Scott Fitzgerald y Zelda Zayre se intuye entre las palabras de todas las cartas de amor que ambos se enviaron. Luego vinieron las peleas, el odio, el alcoholismo y la infidelidad de ella con un aviador.

-“Desde que te conozco, hay un eco en cada rama que repite tu nombre; en las ramas altas, lejanas; en las ramas que están junto a nosotros, se oye.Se oye como si despertáramos de un sueño en el alba. Se respira en las hojas, se mueve como se mueven las gotas del agua.Clara, corazón, rosa, amor… Junto a tu nombre el dolor es una cosa extraña”.

Juan Rulfo se desataba como un quinceañero enamorado en su correspondencia con Clara Aparicio. La oscuridad en el estilo del autor de Pedro Páramo no se encuentra en esas misivas luminosas y rayanas en lo pueril, pero son testimonio de la intensa pasión que éste sentía por su joven vecina.. En el año 2000 se publicó el libro Aire de las colinas, una compilación de las 81 cartas que el autor de mexicano envió a su amada entre octubre de 1944 y 1950.

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Frida Kahlo y Diego Rivera en 1932 | Getty Images

-“Nada comparable a tus manos ni nada igual al oro-verde de tus ojos. Mi cuerpo se llena de ti por días y días. Eres el espejo de la noche. La luz violeta del relámpago. La humedad de la tierra. El hueco de tus axilas es mi refugio”.

Toda la pasión, el desenfreno y la tormenta del amor entre Frida Kahlo y Diego Rivera se encuentran en las intensas cartas de amor que ella le dedicaba. Un gran romance, marcado por las infidelidades de él y la mala salud de ella, con sus tragedias y sus altibajos. La pareja se casó en 1929, cuando Frida tenía 22 años y Diego 43; se separó en 1939 y apenas un año después volvió a contraer matrimonio.

-“Te cubriré de amor la próxima vez que nos veamos, con caricias, con éxtasis. Quiero morderte con todas las alegrías de la carne, hasta que desfallezcas y mueras. Quiero dejarte atónita, que te confieses que nunca habías soñado de semejantes trances… Cuando seas vieja, quiero que te acuerdes de esas pocas horas, quiero que tus huesos secos se estremezcan con alegría cuando pienses en ello”.

Las cartas de Flaubert a Louise Colet son famosas por su extraordinaria calidad literaria, a menudo escasa en este tipo de texto donde suele arrojarse la banalidad de la pasión impetuosa e inmediata. Colet era una poetisa amante de Flaubert y hay quien sostiene que ella fue la inspiración del escritor para alguno de los pasajes más polémicos de Madame Bovary. Estuvieron juntos ocho años y su ruptura fue complicada y trágica. De ese fin salieron dos venganzas: una novela, la que ella le dedicó (Lui) y una obra maestra de la literatura universal, Madame Bovary.

-“La última noche soñé contigo. Lo que pasó no puedo recordarlo en detalle, lo único que sé es que nos fusionábamos uno con el otro. Yo era tú, tú eras yo. Finamente por alguna razón prendiste fuego”.

Lo extraordinario de las cartas que escribió Franz Kafka a Milena Jesensk es que apenas se vieron un par de veces en persona.

- “Estoy prácticamente loco por ti, tanto como uno puede estar loco: no puedo unir dos ideas sin que tú te interpongas entre ellas. No puedo pensar en nada más que en ti”.

Honoré de Balzac escribía cartas apasionadas a la condesa Eveline Hanska, fan confesa de su obra, después de que ésta le enviara una misiva en la que le expresaba su admiración. Él le respondió y se enamoraron por correspondencia. Todo ese poder tenía entonces una carta de amor.