"La determinación de Rocío da miedo", escribe C. Tangana en uno de sus textos más personales, el que le regaló a Rocío Aguirre (Chile, 1989) para su primer fotolibro, publicado el año pasado. Su frase, aunque sencilla, es poderosa. A sus veintitantos, Rocío podía presumir de tener una carrera de éxito en Santiago. Llevaba años haciendo campañas para marcas como Pepsi o Nike, pero un punto de inflexión personal le hizo dejarlo todo y lanzarse ala aventura: empezar de cero en un país extraño, en una ciudad donde nunca había estado, sin conocer a nadie... Y ni siquiera había cumplido los 30. "Mi trabajo en publicidad me quemó, y sentía que mis proyectos en analógico no se tomaban enserio. No me sentía libre como creadora y me aburrí. Necesitaba algo más. Así que decidí buscar algún curso de fotografía, porque siempre ando formándome, y la intuición me dijo que Madrid sería un buen sitio", cuenta. Y no se equivocó.
Rocío ha llegado al estudio con los nervios a flor de piel. Está acostumbrada a estar al otro lado de la cámara y ahora tiene que dejarse llevar. "Se me hace muy raro, pero tengo que aprender a soltar el control", confiesa. Se mira en las fotos, comenta, pero respeta las decisiones y confía. Aguirre vivió una infancia "nómada y algo solitaria". Sus padres trabajaban en publicidad y se movieron varias veces de ciudad hasta que, de adolescente, se asentó en Concepción. Siempre había tenido inquietud artística, y las cámaras habían estado por casa. La primera que tuvo fue a los 14, y su primera exposición la hizo a los 15, haciendo alarde de esa determinación que remueve de vez en cuando sus cimientos. "Fue todo casero y autogestionado. Había un centro de danza y me dieron el sótano, que estaba abandonado. Así aprendí que podía darle a la fotografía el peso que yo quisiera. Que el límite lo ponía yo", explica.
Estudió Fotografía en Santiago, y lo hizo con una máquina analógica porque fue lo que le permitió su presupuesto. "Fue raro empezar así, pero siento que me ayudó bastante y fue muy positivo: ahora, estudio mucho cada imagen. Aprendí a tener las fotos contadas y a tener claro lo que quería hacer con cada disparo, y eso es clave hoyen mi trabajo", cuenta. Así definió lo que sería su seña de identidad, aprendiendo a jugar con la luz y con el color a su gusto. "Intento hacer fotografías que evoquen al cine, que cuenten historias, como frames de películas", explica al describir su estilo, influenciado por artistas como Martin Parr, la documentalista chilena Paz Errázuriz, Sergio Larrain, William Eggleston, Philip-Lorca di Corcia o Nan Goldin.
Como en casi todos los ámbitos, ser mujer le supuso un esfuerzo extra para dedicarse a esto. "Hay mucho publicista de la vieja escuela que no me hizo sentir muy bien. Además, yo soy muy dura de carácter, y de joven... más. Supongo que así logré hacer los trabajos que hice. Con 20 años hacía campañas ¡y era mujer! Nadie me hacía ni caso", concede. Su llegada a Madrid tampoco fue fácil, pero tras un año y medio su carrera despegó. Hoy trabaja para diferentes publicaciones y marcas, y creando contenido para otras como Tous, cuyas joyas le han dado seguridad para estar al otro lado de la cámara en estas fotos. "Me encanta el rebranding que hicieron. Me identifico mucho con esa idea artística y de libertad creativa que transmiten ahora. Encaja mucho con mi forma de hacer fotos", apunta.
Quien describía a Rocío al comienzo del texto es también su pareja y su motivo de peso para asentarse en Madrid. Convivir con otro artista es tan enriquecedor y desquiciante como se pueda imaginar. "Me inspira muchísimo ver su proceso creativo. Cómo se apasiona por cada proyecto, cómo gestiona la tensión. Él es un líder nato, y yo, a menor escala, también tengo que dirigir equipos. Y lo peor es que cuesta mucho coordinar agendas. Los dos somos muy libres y ambiciosos con nuestro trabajo, cada uno hace su vida, pero hacemos todo lo que podemos para que funcione y, al final, siempre se da porque ambos estamos dispuestos a sacarlo adelante", comparte. No es su tema de conversación favorito, pues es tremendamente celosa de su intimidad a pesar de que, con su fotografía personal, se exponga de manera visceral. Irónico. "¡Y tanto! Mi novio escribió un texto que hace alusión a eso. Cuando estaba armando mi fotolibro, tenía una pared con fotos muy explícitas que tapaba con un folio cuando venían mi suegra o el fontanero. Y él me decía: 'Qué ilusa eres, si van a hacerse 500 copias, ¡lo va a ver mucha gente!'. Pero, no sé. No me gusta que se metan en mi vida privada. Soy muy cuidadosa con lo que cuento, incluso con mis amigos. Siempre ha sido así".
Peluquería y maquillaje: Cynthia De León (Cool Producciones). Producción: Beatriz Martínez Velasco. Asistente de fotografía: Efrén Serrano. Agradecimientos: Amarcord Retro Concept Store.