El Kelly de Hermès en tamaño mini es uno de los bolsos más fotografiados en el street style de las recientes semanas de la moda. A pesar de que su precio parte de los 7.000 euros y apenas cabe un móvil de tamaño estándar, la versión minúscula del bolso más codiciado de Hermès, con permiso del Birkin, se ha puesto muy de moda entre estilistas, influencers y todas esas mujeres que tienen el privilegio de acceder a él. Porque para hacerse con un Kelly Mini de Hermès (o cualquiera de los otros modelos icónicos de la firma francesa) no basta con ahorrar, recibir una herencia o tener una nómina bien abultada a final de mes. Su exclusividad no puede comprarse solo con dinero; para conseguirlo también hacen falta mucha paciencia, algunos contactos, un buen historial de compra en la marca y, como para casi todo en la vida, una pizca de suerte.

Alentada por la cantidad ingente de Kellys Mini avistada en las calles de París durante la última semana de la moda, quien escribe estas líneas se aventuró a experimentar en sus carnes cómo es la experiencia de –intentar– comprar uno. Dado que Hermès prefiere no desvelar cuántos bolsos fabrica al año, cuál es la lista de espera exacta para hacerse con uno de ellos o por qué ciertos clientes consiguen estas piezas con más facilidad que otros, decidí visitar la boutique que la marca tiene en la madrileña Galería Canalejas en busca de respuestas. Con la inexperiencia de quien solo ha visitado anteriormente Hermès para comprar un pañuelo (pequeño) y una corbata, pedí que me enseñaran el Kelly Mini en color verde, uno de los tonos de temporada más llamativos en las fotografías de street style. Pero allí no había rastro del Kelly, ni en versión mini ni en ningún otro tamaño. Y, por supuesto, menos aún en un color tan específico como el verde. Según me explicó la dependienta no tenían ningún modelo disponible para enseñar, pero se dice que estos bolsos solo se muestran a clientes de confianza.

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El bolso Kelly Mini de Hermès es el favorito del ’street style’.

Una vez aceptada la primera derrota ("quizá en la tienda de Ortega y Gasset tengan alguno disponible para que lo veas, pero si no tendrías que ir a nuestras tiendas de París", me indicó la dependienta), intenté descubrir cómo de larga es la lista de espera y cuáles son los pasos a seguir para apuntarme en la wishlist más exclusiva de la industria. Segundo fail. "La lista de espera se cerró en noviembre y, por el momento, no sabemos cuándo se volverá a abrir". De nuevo París es la solución: si quieres apuntarte debes visitar las tiendas de Hermès en la capital francesa. Pero si planeas aprovechar tu próxima escapada a la ciudad para matar dos pájaros de un tiro, seguramente te lleves un chasco: la cita se pide online el día antes y las probabilidades de encontrar hueco son tan remotas como las de disfrutar de La Gioconda en absoluta soledad. Si los planetas se alinean y además de una cita consigues apuntarte en la lista, comienza entonces otra espera aún mayor: pueden pasar meses, e incluso años, antes de que llegue el día en el que Hermès te abra sus puertas para ofrecerte el bolso soñado. Como le dijo el dependiente a una sorprendida Samantha Jones (Sexo en Nueva York) tras mencionar que la lista de espera era de cinco años, "no es un bolso, es un Birkin".

La última piedra en el camino hacia uno de los bolsos más icónicos de todos los tiempos (y una inversión más inteligente que comprar oro: en 2018, el precio del oro subió un 1,9% y el valor de un bolso Birkin aumentó un 14,2%) es también la más difícil de sortear. Cuando por fin llega el día en el que termina la larga espera, puede ocurrir que no tengan disponible ningún Kelly o Birkin y, de haberlos, será en un tamaño y color determinados. Vamos, que lo mejor es ir sin expectativas y con la idea de gastar más de cinco cifras en un bolso que quizá no es exactamente el que querías.

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"El Kelly Mini es el modelo más difícil de conseguir de todos porque al ser tan pequeño su fabricación necesita un nivel de detalle mayor y, por lo tanto, más tiempo", me explica la asesora de bolsos de la tienda que tiene Hermès en la madrileña Milla de Oro. Allí me dirijo tras el fracaso en la primera boutique con la esperanza de poder ver un Kelly en vivo y en directo y, contra todo pronóstico y a pesar de no ser clienta habitual de la marca, lo consigo. La dependienta me avisa de que solo puede enseñarme el Kelly 32, un tamaño muy superior al solicitado, pero el único disponible. Asiento. "Algo es algo y ya que he venido hasta aquí…". La vendedora lo busca en uno de los armarios, lo descubre y lo deposita, ceremoniosa, encima de uno de los mostradores. Y ya está. No lo abre, no me lo muestra y, por supuesto, no lo deja a mi alcance. A estas alturas de la experiencia tengo la sensación de estar viendo un unicornio –negro, eso sí– y, por un momento, siento que, de tener el dinero y la oportunidad de comprarlo, estaría loca de remate si me fuera de la tienda sin él.

Y así es como compruebo, en primera persona, la eficacia de la estrategia de Hermès: en el último año, sus acciones han subido más de un 30% pese a la caída del gasto en lujo (las de conglomerados como LVMH apenas subieron y las de Kering han caído). La clave de su éxito pasa por no dirigirse a las masas y aprovechar la baja oferta de sus diseños como su gran ventaja competitiva. La retórica y las leyendas que rodean a la compra de un Kelly o un Birkin, unidas a una demanda que supera con creces la oferta, son el auténtico lujo extremo. Dicen que queremos aquello que no tenemos y en esa realidad basa su filosofía la maison francesa: incluso aquellos que poseen el poder adquisitivo para comprar uno de sus bolsos tienen que esperar para tenerlo (probablemente no tanto como yo, eso sí). "Te recomiendo que mientras esperas compres otro de nuestros bolsos. Tenemos modelos muy bonitos que son mucho más sencillos de conseguir", me aconseja la vendedora confirmando, de forma sutil, la teoría que asegura que para hacerse con un Birkin o un Kelly hay que ser compradores de Hermès durante años (se dice, incluso, que es necesario acumular en compras el precio del propio bolso antes de tener la posibilidad de acceder a él).

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Jeremy Moeller//Getty Images

Al ser preguntadas por el número de Kellys que se fabrican, ninguna de las dependientas concreta cifras, pero ambas insisten en la escasez del modelo y las dificultades que rodean a su fabricación. "Piensa que solo unos pocos artesanos dentro de la firma cuentan con la experiencia suficiente para fabricar estos bolsos. Además, solo se producen con pieles de altísima calidad que provienen del consumo animal. Ahora se consume menos carne y solo aceptamos las pieles más exquisitas. No pueden tener picaduras, rozaduras ni ningún otro tipo de defecto, por lo que la materia prima es escasa. Y los bolsos que se hacen deben cubrir la demanda mundial de todas las tiendas de Hermès, de ahí que existan tan pocas unidades disponibles", detalla una de ellas. "El Kelly Mini se ha puesto muy de moda", afirma la otra mirando cómplice a un compañero que asiente. Cuando hipotéticamente pueda comprarlo (en realidad jamás llegaré a apuntarme a la lista de espera), su precio será superior al actual. A comienzos de 2024, el Kelly Mini en una piel como la Epsom, una de las más populares de la firma y, desde luego, mucho más asequible que sus pieles exóticas, parte de los 7.000 euros. Los precios de los bolsos de lujo, sin embargo, no dejan de subir y lo seguirán haciendo.

Al contrario de lo que ocurre con otras grandes firmas, a Hermès no le hace falta regalar sus bolsos a celebrities o influencers para mantener su relevancia. Tampoco hacen grandes campañas de marketing y no tienen TikTok. En esta red social si abunda, sin embargo, el contenido en relación a la marca: desde aquellas privilegiadas que enseñan sus extensas colecciones de Birkin (Georgina Rodríguez, Kim Kardashian o Victoria Beckham los tienen en todos los colores) hasta las que relatan a sus seguidores los periplos vividos para conseguir el suyo. Sin necesidad de renovar constantemente sus diseños o de lanzar bolsos nuevos cada temporada, Hermès ha hecho de sus bolsos Birkin y Kelly (inspirados en los diseños de las alforjas de la marca y bautizados en honor a Jane Birkin y Grace Kelly, respectivamente) su gran éxito: los artículos de piel representan el 41% de sus ingresos. Mantener sus creaciones ajenas al ir y venir de las tendencias las hace también atemporales y deseables a lo largo de los años evitando caer en los vaivenes de las modas. Desde su invención, hace casi 40 años, el Birkin se ha revalorizado un 500% en comparación con otros productos similares.

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A pesar de que la marca está creciendo (el año pasado abrió dos fábricas en Francia: una en Louviers dedicada en exclusiva a fabricar el bolso Kelly y otra en la región de las Ardenas; y también ha abierto tiendas nuevas en países como China o Estados Unidos), la empresa mantiene la fabricación artesanal y la exclusividad como sus grandes pilares. Los primos Axel y Pierre-Alexis Dumas, sexta generación al frente de la marca y descendientes de su fundador, Thierry Hermès, abogan por seguir limitando el número de bolsos que fabrican. Solo así se mantiene el deseo: ahora mismo, en España, es imposible comprar un bolso Kelly Mini de Hermès. Incluso aunque estés dispuesta a pagar más de 7.000 euros por un bolso en el que ni siquiera es posible guardar el móvil.