Si volviese a nacer, Carolina Herrera (Caracas, Venezuela, 1939) repetiría cada día de su vida sin cambiar una coma. De nada reniega esta diseñadora, dueña de un discurso inequívoco y certero, tan relevante en 1981, fecha de su primer desfile, como lo es en la actualidad. A su firma, punta de lanza de la moda sudamericana, acuden desde hace casi cuatro décadas mujeres de todo el mundo en busca de trajes elegantes y glamurosos, santo y seña de esta casa, y resorte último de un negocio redondo. Directora creativa desde que en 1995 el grupo español Puig, que ya tenía la licencia de todos sus perfumes, adquiriese la firma, Carolina Herrera pone punto y final a esta etapa para asumir con orgullo el papel de embajadora: «Estoy encantada con la evolución que ha tenido esta empresa durante 37 años. Nuestro éxito ha sido impresionante y un verdadero sueño. Queda todavía mucho por hacer y estoy feliz de seguir representando nuestros proyectos por todo el mundo. Es un placer que Wes Gordon sea ahora parte de la casa Herrera, es la persona adecuada para este puesto y continuará dándole impulso al proyecto».

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PREGUNTA: En 1981 se estrenó como diseñadora con un desfile, el de su propia firma Carolina Herrera, en el Metropolitan Club de Nueva York, ¿cuál es el balance 37 años después?

RESPUESTA: Cuando haces una cosa por primera vez nunca sabes dónde vas a llegar. No me imagino a nadie tan prepotente para pensar que va a seguir 37 años después. Desde luego, todo lo que he conseguido, desde los perfumes a la línea de CH, era algo que no me esperaba.

P: Y eso que no todas las críticas de aquella primera colección fueron positivas…

R: Hubo muchas buenas y algunas malas, diciendo que lo iba a hacer por un año y que después me iba a cansar. Y fíjate tú que les he demostrado que casi cuatro décadas después todavía sigo aquí. Ahora lo veo todo muy divertido, pero en aquel momento me fastidiaron.

P: ¿Cómo recuerda aquel desfile?

R: Fue un día fantástico. Había una mezcla maravillosa de gente, desde personas de la alta sociedad hasta pintores, escritores y escultores. Yo estaba nerviosísima porque era mi primer desfile y no tenía ni idea de lo que iba a pasar. Hasta ese momento me había vestido con ropa de todos los diseñadores, pero nunca había diseñado ni para mí ni para nadie. Era una colección glamurosísima que no se me olvidará jamás, diferente a todo lo demás. Por eso llamó tanto la atención.

P: Usted tenía 42 años y estaba en todas las listas de las mujeres mejor vestidas, pero hasta aquel momento nunca había pensado en lanzar su propia marca, ¿cuándo le picó el gusanillo?

R: Yo quería diseñar telas así que me fui a hablar con Diana Vreeland, que era muy amiga de la familia. A ella le gustaba cómo vestía y nos llevábamos bien. Me dijo que aquello era aburridísimo y que por qué no hacía una colección entera. Diana era una mujer con una elegancia innata y un ojo fantástico para la moda. Una inteligencia y una curiosidad únicas. Era una mujer increíble a la que admiraba enormemente, y habría hecho cualquier cosa que ella me hubiese pedido. Me lancé a la piscina por ella y por mi marido Reinaldo, que desde el principio me apoyó en todo.

P: Aquella primera colección gustó tanto que grandes almacenes como Saks, Neiman Marcus o Bergdorf Goodman le hicieron sus primeros pedidos, ¿qué buscaban y qué buscan las mujeres en sus diseños?

R: Creo que las mujeres que se visten de Herrera se sienten como mujeres de verdad, seguras de sí mismas pero sin olvidarse del glamour, la elegancia y la feminidad. Yo visto a mujeres, no las disfrazo, y la moda tiende muchas veces a ser un disfraz. Por eso siempre digo que el accesorio más importante es un espejo de cuerpo entero, porque tienes que ver cómo te ves, qué te falta y qué te sobra.

P: Usted siempre ha reivindicado que la moda no debe ser algo pasajero, sino que la estética de una firma debe tener una continuidad en el tiempo.

R: Las tendencias para mí son algo muy aburrido porque parecen un uniforme. Todo el mundo se ve igual. La moda debería ser individual y original. Y sobre todo es muy importante que lo que estés usando te quede bien. Si no tienes las piernas o la edad para ponerte una minifalda no lo hagas, aunque se lleve, porque vas a verte ridícula.

P: Y si la moda no son tendencias, ¿qué es?

R: Es una repetición de ideas y está inspirada por el pasado. Por eso las tendencias no deberían importarnos, solo que lo que lleves te quede bien a ti. Ahora vivimos un mal momento porque lo que triunfa es la vulgaridad. Las mujeres van enseñando todo lo que tienen y dejan muy poco espacio para la imaginación, la fantasía o el misterio. Lo que estamos viviendo hoy en día es un disparate. Al menos en Estados Unidos, donde la gente tiene que estar cool. Te lo digo en inglés porque no hay una palabra en español para definir este concepto. Para mí cool es un vaso de agua con mucho hielo. Pero por qué quieres tú verte cool y que se rían de ti en vez de verte elegante, o estrambótica o excéntrica pero que la gente se fije porque estás bonita. ¿Quién no quiere verse elegante? ¿Quién prefiere un vaso de agua con hielo?

P: Usted vistió a Jacqueline Kennedy en los años finales de su vida. Entre toda la amalgama de celebrities actuales ¿hay algún icono de moda que despierte su admiración?

R: Claro que sí, muchos. Hay mujeres elegantísimas. Creo que una de las mujeres más fantásticas es la Reina de Inglaterra porque ella no ha cambiado nunca de estilo. Ella lo hace por su país. Tiene una responsabilidad y la cumple.

P: Igual todo este feísmo es una consecuencia de la exposición mediática que experimenta la moda en estos momentos. ¿Cómo se lleva con estas nuevas tecnologías?

R: Las nuevas tecnologías han dado a la moda una importancia inmensa. Por un lado estos influencers y estas cosas rarísimas me parecen divertidas porque yo soy una persona muy curiosa y me gusta todo lo nuevo. La curiosidad es una parte muy importante de mi vida. El día que la pierda dejaré de hacer lo que hago. Pero por otro lado también han contribuido a difundir esta tendencia de la fealdad. Lo que es de mal gusto se vende mejor.

P: Entre tanta novedad en esta industria, ¿cómo ve el futuro de su firma?

R: Si tuviera una bola de cristal y un turbante te lo diría. El presente sí que es muy confortable. Estamos abriendo muchas tiendas, los perfumes van muy bien y tenemos muchos proyectos. La moda nunca para y hay que ir cambiando con ella.

P: ¿Desfilar en el MoMA es también parte de ese cambio? ¿Cómo definiría esta colección de primavera/verano 2018?

R: La solicitud para el MoMA la pedimos hace ya tres años pero no nos la concedieron hasta ahora, después de haber hecho ya varios desfiles en el museo The Frick Collection. Los tiempos están cambiando para todos. La colección está totalmente inspirada en el color. Es muy glamurosa con siluetas muy femeninas de mangas dramáticas y cinturas pegadas. Pensé que la conexión más evidente entre el arte, las pinturas y la moda era el color. El color es algo poderoso. La gente no se olvida de los colores.

P: ¿Considera el color una forma de hacer referencia a sus raíces venezolanas?

R: No. Yo creo que la moda es algo tan global que tiene raíces en todas partes. Lo que pasa es que siempre dicen que los latinos usamos más los colores, cuando no es verdad porque estos son mundiales. No existe un lugar en el mundo donde no haya color. La moda tiene que ser internacional y global. Se tiene que ver bien allí donde vayas.

P: ¿Se arrepiente de algo que haya hecho o que haya dejado de hacer?

R: No, niña. Si tuviera que volver a vivir mi vida la viviría igual. No cambiaría nada. En una entrevista me preguntaron que si moría y volvía a nacer, quién o qué me gustaría ser, que en qué me gustaría reencarnarme. Y yo dije que en Carolina Herrera. Nada me gustaría más.