Esperábamos con ansia la llegada de Priscilla a los cines. La película de Sofia Coppola prometía ser un relato revelador sobre la relación el rey del rock y su mujer, y realmente lo es, pero en una versión -para muchos de los que han acudido a su estreno en Estados Unidos- descafeinada que cede el juicio a la imaginación de cada espectador, sin ganas de entrar demasiado en una historia que ha sido mirada con lupa por la familia Presley desde que se anunciara su producción. La crítica la califica de tímida, pero eso no quita que trate capítulos de lo más jugosos en la vida de Elvis Presley y Priscilla. Y un mensaje que prevalece a lo largo de la cinta: a pesar del glamour y de la fama del matrimonio, ella permanece a la sombra de su marido, obedeciendo, hasta que se harta, las restricciones y sugerencias que él le dicta. Vestuario recatado, vida de puertas para dentro en Graceland, pastillas para dormir o para aguantar más cuando él la quiere lucir a su lado. Una nueva historia, que al mismo tiempo es bien vieja, de la princesa en su castillo.

Que Priscilla tuviera tan solo 14 años al mudarse con Elvis ("solo eres un bebé", le dice él en la película) es un punto de partida muy conflictivo en su relación. La historia comienza cuando uno de los amigos del ejército de Elvis la invita a una fiesta en su casa. En el momento que ella acude, Elvis (interpretado por Jacob Elordi) se fija en ella (Cailee Spaeny) y comienza su cortejo. Él tiene, por entonces, 24 años, y se encuentra en el servicio militar. Ella, diez años menor, sigue siendo colegiala. Ambos comienzan una historia de amor, no ajena a la controversia teniendo en cuenta la diferencia de edad y que ella era menor. "Habría que tener en cuenta el contexto de cuando se fueron a vivir juntos (1959) el cual no tiene nada que ver con la época en que vivimos a día de hoy", explica el psicólogo de Top Doctors Javier Álvarez Cáceres. "Aun así, es muy complicado que con 14 años nadie esté preparado a nivel madurativo para una convivencia y todo lo que conlleva. Estamos hablando de plena adolescencia donde los límites son difusos, se buscan experiencias y se toman las decisiones prevaleciendo más la parte emocional y menos la racional".

La amabilidad y el cariño que Jacob Elordi desprende en su papel de Elvis convence, por momentos, de que esta historia de amor es posible. Al menos hasta que se revelan comportamientos tóxicos que hacen saltar todas las alarmas. Red flags que vemos en varios avances, y que ya no pasamos por alto: él manifiesta su deseo de mantener esa relación en secreto, cuando la hace pública le indica cómo debe actuar frente a las cámaras, y hasta la ropa que debe lucir. "No es lo mismo pedir que aconsejar, pedir en este contexto estaría vinculado a una obligación. Si a ello sumamos tener que llevar la relación en la clandestinidad, se produce una anulación de la persona y de su voluntad: pasa a ser dependiente y a no tener criterio". Por supuesto, como continúa explicando el experto, hay muchas más consecuencias: "A nivel psicológico se va a producir un menoscabo de la propia identidad. Cada vez le costará más a la persona tomar decisiones por propia voluntad, cuestionándose qué hacer y qué decir en cada momento".

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La película traza el ascenso y la caída de ese romance, visto a través de la mirada de respeto que Coppola profesa a Priscilla. Por los avances que hemos podido conocer, a medida que avanza la película vemos que la vida de la protagonista deja de ser suya:se entera de las noticias por los medios de comunicación, conoce los altibajos profesionales de tu marido por las revistas del corazón y descubre sus supuestas infidelidades por una boca que no es la suya. Priscilla está completamente anulada y parece que no tiene ni derecho a quejarse por ello.

No es una historia aislada. Hemos conocido muchos casos como el suyo, algunos que han trascendido con mayor detalle, en los que muchas mujeres se han visto siempre a la sombra de sus maridos. Gala Dalí, Camille Claudel, June Browne, o hasta Marilyn Monroe, siempre tildada por una imagen que poco parecía corresponderse, en realidad, con la que presentaba de puertas adentro. "En psicología generalizar siempre suele ser un error ya que cada persona es un mundo y todo depende de su personalidad y de las situaciones que haya vivido o esté viviendo. Cuando generalizamos hablamos a nivel estadístico, vivir a la sombra de tu pareja suele provocar una baja autoestima, falta de seguridad y no desarrollarse a nivel personal dando lugar a una alta dependencia emocional".

El final de la película muestra el cansancio de ella por estar en ese segundo plano. Que su título prescinda del apellido no es casualidad. Priscilla Ann Beaulieu Wagner se despoja del apellido Presley y acuerda el divorcio con el rey del rock. Eso sí, sigue sin haber apenas malas palabras por su parte para referirse a él, que no a la relación. "Me fui, no porque no lo quisiera, él era el amor de mi vida. Era su estilo de vida lo que me resultaba tan difícil. Y creo que cualquier mujer puede identificarse con eso" dijo después de la proyección de la película en el Festival de Venecia. Pero llegar a este punto, desvincular a la persona del artista (si es que es posible) no tuvo que ser tarea fácil.

"Que Priscilla defienda ante las cámaras o en entrevistas a quien fue su pareja y el padre de su hija dice mucho de ella para bien, del proceso de crecimiento personal que ha debido que tener que realizar para integrar en su psique todo lo vivido y sentido. No quiere decir que justifique a Elvis, sino que puede indicar que entiende lo vivido por Elvis, es decir, puede entender la época en la que vivió, cómo le afectó el fallecimiento de la madre, un duelo no procesado, un padre mal gestor, un manager explotador, la fama, las drogas… Quizás entendía a la persona, pero no quería vivir con el artista", señala el psicólogo. Sea como sea y, en un momento en el que reivindicamos más que nunca ocupar nuestro lugar, ninguna de nosotras querría haber sido Priscilla.