Para algunas madres, nuestros partos son como las batallitas de la mili que contaban los abuelos. Sobre todo durante varios meses después del nacimiento, no nos cansamos de contar cuántas horas fueron, cómo gritábamos, cómo empujábamos... Unas cuantas, como la que firma estas líneas, ni siquiera ahorramos en detalles escatológicos, para terror de las que aún no han pasado por el trance (Pista: Durante el expulsivo puede salir de tu cuerpo algo más que un bebé).

Somos las que lo sufrimos, las que aguantamos, las que apretamos; las protagonistas estelares del momento, hasta que nace la criatura. Podemos decir que los padres, sin desmerecer, son los actores secundarios de la función. Ellos suelen ser más tímidos a la hora de recordar el proceso, aunque de tanto en tanto surge alguno como el bloguer australiano Brad Kearns que se lanza a contar cómo se ve todo desde ese otro lado de la barrera. Y lo ha hecho con honestidad brutal y cierto humor.

Kearns, también conocido como DadMum, tiene 27 años y suele publicar en sus cuentas en redes sociales cómo vive su paternidad, cómo ha cambiado el cuerpo de su esposa desde que es madre y, con sorna, a veces se lamenta de que ya no puede salir de fiesta. Pero ha sido una de sus últimas actualizaciones en Facebook, en la que cuenta el parto de su último hijo, lo que le ha dado cierta gloria por la franqueza con la que narra el momento.

"Siempre pensé en mí mismo como alguien muy guay bajo presión. Pero la primera vez que recibí la llamada porque mi esposa había roto aguas, algo cambió. La emoción por estar a punto de ser papá salió directamente por la ventana”, escribió Kearns, que animó a los demás padres a contar también su experiencia y desde ese día recibe decenas de comentarios en su muro en la red social.

El joven padre describe cómo llevó a su esposa al hospital lo más rápido que pudo y cuenta que el pánico se apoderó de él: “Como hombre, obviamente, no podía sentir dolor. Pero dejadme decir que, cuando le venían las contracciones, me podía hacer una buena idea de lo que estaba pasando”.

"Demonios... estaba pasando. Cuanto más fuertes las tenía ella, más subía mi ritmo cardíaco y más rápido íbamos”, detalla Kearns, que en un guiño se llega a comparar con Usain Bolt corriendo los 200 metros mientras empujaba la silla de ruedas de su mujer al llegar hospital. Así de entregado estaba cuando llegaron hasta la maternidad y “esa dama casualmente nos abrió la puerta como si aquello fuera una reunión del club de lectura y yo llegara 20 minutos tarde. Como si estuviera enfadada conmigo porque tuvo que soltar su té ¡Sal de mi camino mujer, mi esposa está a punto de tener un bebé!”.

“¿Alguna vez os habéis sentido como la persona más tonta de la habitación?”, pregunta para añadir que él se sintió así porque todo parecía muy relajado; todos tranquilos menos él. “Nadie parecía darle mayor importancia al hecho de que esa cabeza de bebé fuera más grande que la vagina”, detalla el conmocionado papá mientras da más detalles sobre la escena: "La gente entraba y salía. Decían palabras como ‘dilatación’ y se quitaban los guantes de látex. Uno no sabes lo que es el amor hasta que no ha bañado con agua caliente a su pareja desnuda frente a completos extraños. Fue algo parecido a Discovery Channel. En ese momento, la dignidad salió por la ventana”.

Y ese punto crítico en que su esposa quiere la epidural: “Cuando coge tu brazo y te la pide con voz de poseída por un demonio y es demasiado tarde para administrársela... Estás jodido”. Ahí se acuerda Kearns de las clases preparto, que no le “enseñaron una mi**da”: “¿Por qué vimos un estúpido vídeo de los 80 en el que una mujer empuja a su hijo como quien hace caca por la mañana? Deberíamos haber visto 'El exorcismo de Emily Rose'. Al menos habría sabido qué esperar. Habría llevado un poco de agua sagrada, por si acaso”.

A pesar de todo, a Kearns se le cae la baba con su bebé Knox y al final confiesa que un parto es “algo increíble”.

Y termina con aviso para navegantes: “Si conoces a hombres que fingen no estar nerviosos, diles que deberían estarlo, mucho. O envíamelos a mí, ahora soy un profesional”.

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