Si hace poco la filosofía danesa se hizo con el control de nuestras emociones a través del método Hygge y su supuesta receta para conseguir la felicidad, ahora Japón le pisa los talones con el Ikigai, otra gran fórmula con la que alcanzarla, y se basa en encontrar un propósito vital. Algo que, en principio, puede dar un poco de vértigo. Pero eso sí, viniendo de uno de los países más longevos del mundo, quizá deberíamos plantearnos que pueda tener algo de cierto.

Ikigai significa, en japonés, la unión de Iki (vida) y gai (mérito), y el término como tal forma parte del lenguaje cotidiano japonés, y es que es un tema que ha interesado a muchos expertos a lo largo de los años. De hecho, el libro Sobre el Ikigai, publicado en los 60 por la autora Mieko Kamiya, se ha convertido en una de las mejores fuentes que existen para entender la esencia de este método. No se trata de ser feliz, sino de buscar la felicidad a través de un propósito. Es decir, que haya un objetivo en tu vida que te permita seguir viviendo con ilusión a pesar de que no te esté yendo del todo bien en el presente.

Mientras que para algunos puede ser tener una familia, conocer mundo o desarrollar un hobby, para otros su Ikigai puede ser simplemente su trabajo. Pero no, su fin último no es ganar más dinero, sino que su labor tenga una huella en la sociedad, que marque una diferencia de la cual se puedan sentir orgullosos. Quizás por eso hacer horas extra en Japón sea algo tan corriente, donde el exceso de trabajado ha llegado a producir más de 2.000 muertes al año. Pero lejos de vivir para trabajar, lo cierto es que los residentes del país nipón han sabido dar con la clave del éxito: no perder las ganas de vivir, una idea que podría servir como terapia a una de las enfermedades más comunes de la sociedad contemporánea, la depresión.

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"Consiste en encontrar el equilibrio entre lo que estás haciendo y lo que adoras hacer", explica al diario Independent el co-autor de Ikagai: Los secretos de Japón para vivir una vida larga y feliz, Hector Garcia. De hecho, desde incorporó las ideas de este concepto a su vida, García asegura que ha aprendido a encontrar la alegría: "Me detengo varias veces al día a pensar en por qué hago lo que hago. Y, aunque suene agotador, ese es el primer paso para poder llevar a cabo los cambios necesarios para ser feliz. "También he dedicado más atención a mis pasatiempos, como el yoga o la fotografía, y los disfruto más que nunca", confiesa al diario.

Porque si algo podemos aprender del Ikigai es que para ser feliz, la primera regla es ser. Es decir, encontrarse a uno mismo, descubrir qué es lo que nos motiva y perseguirlo.