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Por qué vas a (volver a) querer un collar de perlas
Empezaron siendo el núcleo de fabulosas historias con reinas, coronas y viajes desde los mares del Sur. Después tuvieron un compás de espera entre prejuicios y recatadas tardes frente a las tazas de té. Ahora sueltan lastre mientras se alzan como la gran revancha de la temporada, ¡las perlas son tendencia! Y no solo se desquitan con un catálogo de nuevas posibilidades para la joyería, es que están por todos lados, de los complementos a los accesorios con paso por las prendas
En los últimos tiempos la moda parece empecinada (más que nunca) en desterrar falsos mitos y abandonar viejos prejuicios, pero sobre todo parece querer demostrar que nada debe darse por sentado y todo debe revisarse cada cierto tiempo. Tanto es así que la temporada ha negado la mayor –con rotundidad y alevosía– y ha puesto las perlas en el centro de la diana, haciendo de estas delicadas –y deseadas– esferas nacaradas el último sinónimo de modernidad rompedora. Porque hay vida más allá del pendiente y el collar; de hecho pareciera que el sautoir se hubiese roto de un tirón y todas las perlas se hubieran esparcido por el look, de los jerseys a las faldas y de ahí a los botines y a los zapatos. La temporada está repleta de perlas, en los collares de varias vueltas en Chanel, engastadas por las pecheras en Gucci o hasta enroscadas entre el tacón del botín en Dries Van Noten.
Tan distinguida joya cuenta con un ancestro de excepción: "la Peregrina", la perla más famosa del Mundo. Estuvo en manos de ocho reinas de España, de dos miembros de la realeza francesa y de algún noble inglés; hasta que volvió a las manos de otra reina (del cine, esta vez): Liz Taylor. La subasta de 2011 que hizo la casa Christie's de Nueva York con la colección de joyas de la diva de Hollywood la llevó a manos desconocidas, pero "la Peregrina" volverá a asomarse al foco de la noticia (si no, al tiempo). Apareció en 1560 en Panamá, fue comprada por el rey Felipe II medio siglo después en una subasta de la Casa de las Indias y ha aparecido en obras de Velázquez y de Pantoja de la Cruz. Napoléon I la robó a la Casa Real en 1808 y Napoleón III la vendió para financiar su campaña política, así "la Peregrina" dio un salto más al norte: fue comprada por el duque de Abercom. En 1919 Alfonso XIII quiere reincorporarla a al Corona pero lo desaconsejan sus asesores ante la inminente Guerra Mundial. En 1969 nadie desalienta a Richard Burton, quien le regala tamaña perla al amor de su vida: Liz Taylor.
Resulta imposible bucear hasta el origen del uso de las perlas como tampoco se sabe dónde empezó, pero lo que resulta inequívoco es que la tradición ancestral japonesa de bucear a pleno pulmón para extraer las perlas se acaba. La profesión agoniza herida de muerte en Kuzaki, un remoto distrito de Toba de cara al Pacífico, donde resisten las últimas dos buceadoras según recoge un artículo de The Guardian de agosto de 2006; ahora, diez años después quién sabe. De lo que no cabe duda es de que siempre han gozado de buena prensa, pues ya en mayo de 1879 era notícia destacada en The New York Times que una impresionante perla de la Casa Real inglesa había sido hallada tras casi doscientos años desaparecida. Pero la noticia más divertida y curiosa –venturosa mejor, aunque según para quién de los protagonistas– ha sucedido este verano. Un pescador filipino se encontró hace diez años en Puerto Princesa, en la isla filipina de Palawan, un ejemplar de más de 34 kilos (supera cinco veces la Perla de Alá, de 6,4 kilos). El señor la guardó en su cabaña pensando que iba a ser un amuleto de buena suerte hasta que ardió su casa en un incendio y resolvió en dársela a las autoridades locales, pues suerte (lo que es propiamente suerte) no le había traído. Los especialistas se afanan ya en dar una cifra exacta pero varios tasadores consultados por la BBC se aventuran con algo más de 100 millones de dólares.
"Los diamantes son perfectos a partir de los 40. Antes son de mal gusto" –lo dijo alguien sabía bastante de joyas, y de gusto: Holly Golythly, la inolvidable protagonista de Breakfast at Tiffany's. Y lo decía adornada con cuentas y cuentas de perlas. Mucho ha llovido desde entonces pero sin duda las perlas vuelven a ser el pasaporte ideal para bordar un look inolvidable.
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