Selena Gomez no tiene el sentido de la moda de sus colegas de profesión Rihanna o Miley Cyrus; tampoco el poder de seducción que ejercen sobre los astros de la industria las Jenner o las Hadid (Gigi y Bella protagonizan, entre otras, la campaña Primavera-Verano 2017 de Fendi mientras Kendall se queda de momento con La Perla); ni el físico de maniquí y ese irreal aire -y aura- de niña buena y perfecta que tiene Taylor Swift. Pero los servicios de Gomez, valen, aparentemente, cerca de los 9,5 millones de euros. Esa es por lo menos la cifra que se baraja que cobraría tras fichar por Coach como embajadora y diseñadora de una colección de ropa y accesorios. Mucho en ello tienen que ver sus 106 millones de seguidores en Instagram, los que la siguen coronando, a pesar de haber estado callada durante prácticamente cinco meses, como la persona más seguida de la plataforma por segundo año consecutivo. Pero todos esos followers que juntos suman el triple de habitantes que España, no son la única razón por la que Gomez se ha convertido en el mejor reclamo para firmas como la enseña capitaneada por Stuart Vevers. Nicolas Ghesquière, sin ir más lejos, cayó rendido a sus pies desde primer momento de conocerla y hace unos meses la coló entre sus musas para la campaña Series 5 Otoño-Invierno 2016 de Louis Vuitton a pesar de que su perfil no encaje, a priori, con la estética ni la filosofía de una maison asociada en los últimos tiempos a figuras como Jennifer Connelly, Michelle Williams o Alicia Vikander.

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Pero es que justamente la mayor virtud de Selena es su talante sensato y responsable alejado del típico estereotipo de artista rebelde. Es de las pocas celebridades de la generación milllenial en general, y chicas Disney en particular, que no ha dado ni un solo escándalo más allá de un supuesto flirteo con Orlando Bloom al tiempo que este salía con Katy Perry. Gomez es además una cantante con un mensaje de gran calado entre los jóvenes. Como prueba: el emotivo discurso que pronunció al alzarse con el galardón a artista del año en los American Music Awards el pasado mes de noviembre. No olvidemos tampoco, y en otro orden de cosas, que Gomez ha sido la única mujer capaz de romperle el corazón a ese fenómeno de masas llamado Justin Bieber.

Selena Gomez tiene, en ese sentido, y en consonancia con la imagen pública que proyecta -a pesar de algunas de sus últimas letras- un porte más bien tirando a clásico y conservador. O al menos eso dice de ella su estilista, la reputada Kate Young. Mérito suyo es el imponente Prada rojo que lució en los AMAs así como su repentina obsesión por Vetements o el hecho de vestir de Monse, Rodarte y The Row en su última gira. Pero tal y como ha reconocido la cantante de 24 años en alguna ocasión, los diseñadores nunca se han peleado por prestarle sus creaciones ni sobre la alfombra roja ni sobre el escenario (tal y como pasa, por ejemplo, con Beyoncé).

Pero es que el repentino interés de las marcas por Gomez, la misma cuya primera incursión en el mundo de la moda vino de la mano de una tiernísima línea de ropa para Kmart y un contrato como imagen de Neo, la división juvenil de Adidas, se debe más a su cercanía que a su armario. A sus ya famosas citas motivacionales más que a su tirón como icono de estilo.