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Acordarnos es fácil porque fue hace unos años. Allá por 2007. Entre las propuestas de gafas graduadas dosmileras, sin montura o montura muy fina, aparecía una nueva corriente que traía los 80 de vuelta. Las monturas cuadradas de pasta volvían a estar de moda y, los que necesitamos gafas, nos lanzamos a probarlas.
A lo largo de los años siguientes, esa pasta cuadrada achatada fue evolucionando hacia formas más amplias, redondas e incluso cat eye. Si eres de las que cambia de gafas con frecuencia o tiene varias, probablemente hayas usado alguna de ellas o actualmente sean las que llevas.
Pero cuando ya llevábamos más de 10 años asentados en la pasta, oh, la moda ejerce su efecto cíclico y los principios de los 2000 vuelven a ser cool. Primero en moda, luego en belleza y posteriormente en pequeños detalles como accesorios y complementos, y las gafas se despiden de la pasta para dar paso a formas redondas y ovaladas con la montura muy fina (y si es metálica, mejor).
Y así, nos encontramos con un inconveniente que cede la victoria a dos ventajas: lo malo, la necesidad que nos genera esta tendencia de invertir en otras gafas. La parte buena, pesan menos (sobre todo si apuestas por las versiones en titanio) y 'tapan' menos la cara, gracias a la reducción del tamaño de la montura.
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