La historia de sobra la conoces. Un buen día abres tu perfil en Instagram y haciendo scroll sientes un flechado. Los quieres. Son los pendientes favoritos de las mayores prescriptoras de moda de la red. Y ahora también los tuyos. Así, de una manera muy resumida, es lo que ha pasado en los últimos meses con las joyas de la colombiana Mercedes Salazar. Gracias a sus diseños confeccionados con artesanos de su región (como los pendientes bordados a mano con fibras naturales como la palma de iraca y en cuya creación se han invertido muchas horas de un trabajo minucioso) se ha hecho un hueco importantísimo en el mercado.

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Ejemplos como el de Mercedes Salazar o el de Cult Gaia (la firma de cestitos de madera que el verano pasado se convirtió en un éxito en redes sociales) son pruebas fehacientes de que las marcas vuelven a sus inicios en un momento en el que el low cost y la producción en cadena parecen ser los modelos de trabajo imperantes. Y es que "en moda y, sobre todo, en el lujo se buscan cada vez más los productos hechos de manera artesanal. Se ha optado por esta vuelta a los orígenes impulsando los procesos manuales, la calidad y el dominio de las técnicas tradicionales”, explica María Eugenia Josa Martínez, profesora de Creatividad en ISEM Fashion Business School. Todo, dice, porque “aportan un valor especial que suele ir acompañado de la tendencia creciente por personalizarlo todo", el diferenciarse del resto en un momento en el que lo diferente es lo que más epata.

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Marcas centenarias han hecho del handmade su forma de vida. Dior o Chanel son solo dos nombres en un universo de poso cimentado sobre la calidad, la atemporalidad y las ediciones limitadas. El proceso creativo de estos productos (especialmente en el caso de los bolsos) es tan interesante para los nuevos públicos que las reproducciones de los vídeos del making off de los mismos y que las propias marcas suben a sus redes sociales ya se cuentan por cientos de miles. Lo artesanal gana adeptos por minuto. “Las marcas de lujo están apostando por la artesanía en el proceso de elaboración de sus bolsos de piel. Sin embargo, la identidad del artesano desaparece,borrada por la necesidad de reforzar la marca”, cuenta Josa.

Quizá empujados por la tradición artesana en localidades como la gaditana Ubrique, nuestro país es uno de los abanderados de esta moda. Loewe (que conecta pasado, presente y futuro en todas y cada una de sus piezas) es uno de los ejemplos más claros Sus piezas de precisión milimétrica en las que se invierten muchas horas de trabajo se han convertido en un icono dentro y fuera de nuestras fronteras. Con muchos menos años de bagaje pero con un gran éxito a sus espaldas se sitúa Betto García. El sombrerero valenciano se ha puesto el mundo por montera con tan solo 28 años gracias a sus diseños preciosistas creados mediante un complejo proceso que incluye el teñido de tejidos y las plumas, el bordado de la pedrería o el dar forma a los tejidos en la horma. Todo para conseguir un acabado único y ad hoc. Palomo Spain, Juan Vidal o Christian Siriano han sido algunas de la marcas que ya han confiado en su buen hacer.

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El trenzado es una de las técnicas que más abundan en esta nueva ornada de artesanos. Se utiliza, por ejemplo, para fabricarse los bolsos de palmito de Mimeyco, una marca que poco a poco va ganando adeptos en redes sociales. Los suyos los confecciona una artesana sevillana mediante la técnica de la pleita, donde las fibras se recogen a mano, se dejan secar al sol y se unen en una trenza que finalmente es cosida. Mint & Rose, por su parte, apuesta por esta técnica para sus sandalias estrella de este verano, que ya amenazan con convertirse en un imprescindible en el armario de nuestras influencers.

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Verbena Madrid, otra de las firmas más punteras del momento, confecciona sus coronas y pendientes a través del bordado de la rafia, una técnica que prácticamente ha desaparecido en España y que las convierte en piezas totalmente únicas en su especie. También en el terreno de la joyería, pero con una técnica totalmente diferente, opera Glenda López. Sus joyas son producidas en un pequeño taller con más de 40 años de experiencia sito en Madrid y todo el proceso (el diseño, prototipado, modelado a mano...) es realizado por artesanos. El tiempo promedio de creación de unas de esas piezas es de dos meses. Igual que Andrés Gallardo, cuyos bolsos rematados con piezas de porcelana le han cosechado unos cuantos miles de likes. El secreto está en realizar, primero, los bolsos en talleres de Ubrique (donde trabajan con materiales como la piel de napa o la vaquetilla con curtido vegetal ); después, fabricar la porcelana en colaboración con talleres de Madrid y Portugal, que las crean siguiendo los procesos artesanales y, finalmente, unirlos en su taller en la capital de España. Todo siempre a mano y con una precisión milimétrica.

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Futuro incierto, sí. Pero parece que esta vuelta a los orígenes goza de una salud de hierro y, frente a lo que muchos vaticinaban, en las próximas temporadas irá in crescendo. “Es una tendencia que va asentarse, cada vez nacen más marcas que apuestan por el hecho a mano y la diferenciación. El cliente demanda productos únicos que cuenten historias”, dice. ¿Una forma de conciliar low cost y artesanía? “A través de colecciones cápsula. Sin embargo, esto va a suponer un coste mayor para las marcas, además van a tener que ofrecerlo de una forma diferenciada respecto del resto de sus colecciones”, concluye.