Un mundo inspirado en las profundidades del mar y sus texturas, lleno de guiños marinos, con telas fluidas en una paleta que va de los tonos azules y verdes aguamarina a los dorados con las que evocaba los movimientos ondulados y burbujeantes del océano: Giorgio Armani se inspiró en el gran azul para presentar la colección primavera/verano 2024. Luciendo una falda larga de tul azul con strass y tirantes negros, Rocío Crusset (Sevilla, 1994) camina con paso firme hacia el set que recrea el fondo marino y en el que brilla con algunos de los mejores looks de la colección. Acaba de regresar de Milán, donde ha tomado buena nota de las propuestas del diseñador italiano —"he hecho fotos a una chaqueta azul de terciopelo con libélulas que es un espectáculo, en cuanto esté disponible me la pido", cuenta con entusiasmo— y en su agenda se acumulan los viajes: Ciudad del Cabo, Mallorca, Madrid, Nueva York...
Sus compromisos como modelo y su carrera como empresaria —hace dos años creó su propia firma de joyas— marcan el día a día de Crusset, que desde niña soñaba con dedicarse a la moda. Comenzó estudiando Administración y Dirección de Empresas y Marketing, y aunque ella tenía en el horizonte formarse en Diseño de Moda, surgió la oportunidad de ser modelo. Dispuesta a labrarse una carrera internacional, decidió marcharse a Nueva York, y allí, como a tantos otros, el covid le cambió los planes: con los viajes cancelados, matricularse en la prestigiosa Escuela de Diseño Parsons parecía un buen plan. Allí, tardó dos años en terminar un programa que dura cuatro, gracias a noches sin dormir y al firme propósito de hacerse un nombre como empresaria y diseñadora en el mundo de la moda.
Para esta sesión, Crusset se transforma en un icono al más puro estilo Marisa Berenson, envuelta en seda, lentejuelas y tul, y con una melena de inspiración setentera que resalta su belleza clásica. Con su voz cálida y melodiosa, ha hecho suyo el mantra "alas para volar y raíces para volver", y el mejor ejemplo es su vida a caballo entre Sevilla y Nueva York. En la Gran Manzana tiene su casa y su estudio: "Nueva York es pura creatividad, inspira mucho, allí cada uno es diferente, y no te juzga nadie"; una vida frenética y productiva que encuentra su equilibrio en la ciudad hispalense donde nació: "Ese silencio, esa paz cuando vas caminando un domingo por la tarde por Sevilla... No hay un lugar igual".
De la ciudad donde creció guarda sus primeros recuerdos de moda: "Sevilla tiene una cultura artesanal muy fuerte. He crecido viendo cómo se hacen las cosas con cuidado, con cariño", asevera mientras rememora aquellos ratos de infancia en los talleres donde se restauraban los mantos de las vírgenes, se cosían los trajes de luces y se hacían los vestidos de flamenca. "Era como si te casases una vez al año y estuvieses eligiendo tu vestido de novia. Siempre me los ha hecho Lina, es una mujer maravillosa. En el taller me enseñaban todos los tejidos de la temporada, les decía cómo me gustaba, me cogían medidas e iba a las pruebas", evoca Rocío, que tiene grabado en su memoria su primer traje de flamenca: "Blanco con lunares verdes, lleno de encajes y con lacitos 'verde Betis'. ¡Los volantes se salían por el carro!", cuenta intensificando su acento andaluz. Su madre tiene aquel traje guardado en un baúl, "y si Dios quiere y tengo una hija se lo pondremos seguro", confiesa al tiempo que muestra su predilección por el oficio de los bordadores y su afición por visitar todos los talleres que puede: "Se aprende mucho cuando te van contando cómo trabajan, es más especial. Cuando llevas algo hecho a mano que tiene una historia detrás, se nota", concede.
En el silencio de su casa, ella también hace sus pinitos con la costura. "Me gusta coser, jugar con los drapeados en el maniquí y hacerme mis propios vestidos —explica—. Mi abuela intentaba enseñarme de pequeña, pero yo tenía poca paciencia. Quería estar en la calle. Ahora tengo claro que no me iría de fiesta: estaría en casa con mi abuela cosiendo", asegura. De aquella niña que ya ha visto muchos sueños cumplidos, Rocío Crusset conserva muchas cosas: "Me encanta volver a casa, estar con mi familia, me he criado de una forma muy sencilla. Las cosas simples de la vida son las que más me llenan. Cuando estoy mal, lo único que quiero es estar en mi casa, en Sanlúcar, y bajarme con mi bocadillo a la playa", confiesa Crusset, que lleva tatuado en el mapa de su piel la palabra 'karma' y la sigla 'TEPB' (Todo es para bien), una declaración de intenciones de lo que han sido su carrera y su vida esta última década.
Vídeo: D. Pasku. Peluquería y maquillaje: Antonio Romero (One-Off Artists). Producción: Beatriz Martínez Velasco. Asistente de fotografía: Aaron Jean. Modelo: Rocío Crusset (Uno Models).
