La fama le llegó relativamente tarde, y quizá por ello Valentina Ferrer (Córdoba, Argentina, 1993) irradia una espontaneidad poco común entre quienes han crecido rodeados de flashes y artificio. "Modelar fue algo que me vino a los 21 años, cuando gané el concurso de Miss Argentina. Me di cuenta de que me encantaba jugar ante la cámara y crear diferentes personajes, pasando de ser una mujer sofisticada a otra más tomboy, otras veces linda, otras rara... Lo más difícil era estar lejos de mi familia. Cuando me fui a vivir sola a Estados Unidos no tenía el dinero necesario para viajar con ellos, pero tuve la suerte de poder ahorrar durante seis meses e ir a visitarlos. Por eso estoy muy contenta ahora que ya puedo viajar con mi hijo. A alguna gente le sorprende que lo haga, pero para mí es una prioridad. Lo mejor de esta profesión, sin duda, es la oportunidad de viajar por el mundo y conocer distintas culturas. Es fantástico encontrarse con tanta gente distinta y aprender de ellos".
Despreocupadamente sentada al otro lado de la mesa del MOM Culinary Institute en la que es su primera visita a Madrid, con su mini de tablas y unas botas militares que permiten intuir la feminidad y el carácter de los que hará gala durante esta entrevista, señala que si algo destaca de la forma en que se vive la moda hoy en día es la confluencia entre la alta costura y el street style. "Antes sólo había costura, que por otro lado me encanta. Pero en los últimos años ha ido cobrando fuerza el estilo de calle, que es una forma de comunicar tu personalidad en el día a día. A mí me gusta cambiar de estilo en función de dónde esté: en Europa más elegante, y en Nueva York más desenfadada y masculina". Una ciudad que es su hogar desde hace diez años y que la apasiona. "Lo que más me llamó la atención cuando llegué es que abrías cualquier puerta y te encontrabas con un lugar espectacular, comida de todos los países... Era como tener el mundo entero en una sola ciudad. También disfruto muchísimo sus museos. Estoy en una fase en la que voy a todos con mi hijo, sobre todo al Natural History Museum, porque le vuelven loco los animales. También hemos estado en el de los helados, el de los colores, el de los globos... En verano me encanta ir a tomar algo a alguna azotea con buenas vistas de la ciudad, y al Domino Park de Brooklyn. Siempre busco lugares nuevos. En NuevaYork es imposible aburrirse".
Argentina de pura cepa, no es ajena a las recesiones en las que ha estado sumido su país: cuando llegó el famoso 'cacerolazo' tenía sólo ocho años. "En Latinoamérica, y quizá en parte de Europa, hemos aprendido a sortear las crisis. Entendemos que son una montaña rusa, y saber sobrellevarlas es toda una virtud en Estados Unidos. En algunos países la gente se asusta hasta tal punto que no sabe qué hacer, pero haberlas vivido desde dentro te enseña muchísimo. Te prepara para lo que pueda venir. Yo tuve la suerte de que crecí en una familia muy relajada y bohemia. Para ellos lo importante es ser rico de tiempo, no de dinero, así que no nos afectó tanto como a otros". ¿Y qué hay de la Gran Manzana, la cuna financiera del mundo y al mismo tiempo una de las ciudades del primer mundo con mayor índice de mendicidad? "La desigualdad está presente en todas partes, pero es más acusada en las grandes ciudades. El documental Park Avenue: Money, Power and the American Dream refleja con mucho acierto la brecha que hay en Nueva York y cómo se van solapando distintas manzanas: en una, un edificio de viviendas; al lado, uno del Gobierno... Es duro, pero la realidad es que se comparte, y eso está muy bien. No hay una separación tangible, no estás en un lugar u otro de la ciudad en función de tu clase social. Todos convivimos, y eso es lo que me apasiona de ella: allí no sabes quién tiene dinero y quién no, cosa que sí es muy palpable en Miami o Los Ángeles. Y desde luego, conozco países en los que las diferencias económicas son mucho más pronunciadas. En Nueva York la gente no trata de mostrar que tiene dinero y todos se tratan con respeto. Pueden fijarse si llevas algo muy cool, pero nadie critica a nadie. Cada persona es auténtica".
Cuando hablamos de Río, su hijo de tres años, se le ilumina la cara. "Ser madre es lo mejor que me ha pasado. Me ha hecho más fuerte. Siempre he sido independiente y decidida, pero Río me ha dado lo que faltaba para tener una estabilidad completa, para sentirme llena. Obviamente es difícil acomodar los horarios, ser madre y a la vez tener una empresa, trabajar como modelo, pasar tiempo con tu pareja y en familia... Yo trabajo mucho, pero el tiempo que le doy a mi hijo es sólo para él, no para el móvil ni el iPad. Y no quiero exponerlo a las redes. Cada cual decide cómo quiere llevar su vida, pero yo vengo de una familia muy desconectada de las grandes esferas, y quiero que sea mi hijo quien decida si quiere o no ser una persona pública. Si cuando sea mayor decide seguir ese camino, lo ayudaremos en todo, pero no quiero adelantarme decidiendo por él lo que le va a tocar. Lo que quiero es darle las herramientas para que sea un niño feliz y pueda decidir qué quiere hacer con su vida. Como decía mi mamá: 'Quiero que se vayan a dormir contentos por lo que hicieron durante el día y se levanten con la energía que da el hacer lo que te gusta'. A mí nunca me dijeron que tenía que ir a la universidad, ni ser modelo ni nada de nada: lo que me dijeron fue que tenía que ser feliz. Y quiero darle a mi hijo la misma libertad que a mí me dieron mis padres".
Su comentada condición de empresaria tiene nombre propio: Kapowder, una start-up dedicada a la nutrición y estilo de vida saludables. "Siempre me ha interesado el mundo de los negocios y tener mi propia empresa, sobre todo para marcar mis propios horarios y poder pasar tiempo con los míos. Soy celiaca y siempre me ha interesado la alimentación, sobre todo a raíz de mi participación en Miss Universo, porque vi que alguna gente hacía unas dietas que no me entraban en la cabeza. Con Kapowder quiero mostrar que es fácil llevar un estilo de vida saludable y al mismo tiempo disfrutar de la comida".
Sobre las cábalas necesarias para conciliar todas esas facetas en un solo cuerpo, señala que "las exigencias las fija uno mismo. Yo adoro mi vida laboral, me hace feliz. Y creo que un niño necesita, ante todo, una madre que lo sea, sin que eso implique que se olvide de él. Nunca me ha preocupado lo que piensen los demás, a no ser que se trate de personas de mi círculo íntimo: mi madre, mi hermano, mi pareja, una amiga... Si ellos me dicen que estoy equivocada en algo, los escucho. El resto me dan igual. Valoro el aprecio de mis fans, pero no soy una persona muy mediática. Ante todo trato de cuidar a los míos: al final somos Valentina, Jose y Río, y me gusta dedicar a nuestra intimidad la atención que merece. En cierto sentido, la privacidad es un privilegio. Y hay que cuidarlo, decidir hasta dónde quieres mostrar. A mí me encanta contar en redes que estoy en España, dónde pueden ir a comer aquí, qué lugares deberían visitar... Mostrar a la gente cosas desde las posibilidades que te da ser más o menos famosa. Pero tener una esfera privada es importante. A veces me digo: 'Ay, si compartiera esto tendría más seguidores', pero una pone las cosas sobre la balanza y decide".
Cuando le pregunto qué es para ella el amor, suelta una carcajada. "¡Me mataste! Yo creo que es algo que se siente adentro. Son esas cosquillas en la panza, eso que uno no puede explicar qué siente y lo comunica mediante mimos, palabras... Es algo superlindo. Cuando encontré a Jose, me dije: 'Ay, me lo imagino siendo el papá de mis hijos. Sueño una vida con él'. Y después llega el hijo y ahí se encuentra el amor completo. Y es un amor feroz, como cuando una perra tiene cachorros, que los cuida y muerde a cualquiera que los amenace. Una madre se vuelve igual. Yo soy una persona muy tranquila, pero si alguien toca a mi hijo, pierdo el control. Hago lo que sea. Por mi pareja también, pero con mi hijo es algo reflejo, animal". Con semejante instinto protector, ¿qué es lo que más le preocupa del mundo que él va a heredar? "Esas son las charlas que tengo todos los días con la gente que veo. Unos dicen que la tecnología, otros, que el medioambiente... Una trata de aportar su granito de arena, y por eso todos los productos de mi marca son sostenibles. Lo importante es no asfixiarse con las amenazas. No hay que preocuparse, sino ocuparse".
Peluquería: Ramón Ríos (Ten Agency). Maquillaje: Virginia Vera. Producción: Beatriz Martínez Velasco. Asistente de fotografía: Enrique Escandell. Asistente de estilismo: Samuel Sanz. Agradecimientos: Mom Culinary Institute.
