Hablar a tres millones de personas no debe de ser fácil. Imagínense cada día, antes de darle a 'Compartir', pensando que al otro lado hay varios aforos del Santiago Bernabéu delante. Más de uno se plantearía si lanzarse a la piscina, pero María Pombo (Madrid, 1994) ha aprendido a dejarse llevar. "Lo mejor sería no pensar, pero admito que cada vez me da más vértigo. Noto que me he puesto más límites y que me freno más". Está sentada al otro lado de la mesa de su salón, con una camiseta de punto, vaqueros y unas bailarinas de piel con tachuelas. Ella y su marido, Pablo Castellano (Madrid, 1986), han elegido su lugar seguro para esta charla, su propia casa, y no ninguna cafetería ni otro espacio aséptico. Igual que muestran su vida en redes ("un porcentaje, más pequeño de lo que pueda parecer", matiza María), esta conversación, su primera vez en Harper’s Bazaar, merecía un lugar especial. Pablo se quita los AirPods, se disculpa y se sienta. "Pero apaga el móvil, que no te vas a enterar de nada", le dice María. Ambos tienen carácter, pero no hay discusión: Pablo se ríe. Estamos en plenas vacaciones navideñas, pero necesita estar atento a su proyecto en paralelo, el de la empresa de construcción que tiene con su hermano. Pone el teléfono en modo avión.
La vida de ambos es hoy patrimonio de la cultura popular de este país. Puede que se dieran a conocer en Instagram, pero desde que su boda se retransmitiera en un medio, su nombre pasó a formar parte de la información del corazón. Ya no sólo los conoce tu prima pequeña, ahora también tu abuela, tus amigas, tu tío y tu jefa. Son influencers, pero ahora también celebrities. Prueba de ello es que, poco antes de terminar 2023, lanzaron junto a Prime Video su propio docureality, en el que María ha involucrado a toda su familia —sus hermanas, Lucía y Marta, y sus cuñados, Luis y Álvaro, también gestionan sus perfiles en redes con muchos miles de seguidores— y cuya segunda temporada verá la luz el próximo 23 de febrero. Ella sigue siendo, sin embargo, el epicentro del huracán. "Vivir esto juntos es una suerte enorme, pero es inevitable sentir una responsabilidad añadida. Si pasa algo malo, el nombre que va a salir primero en el titular es el mío. Es algo que asumo y que intento llevar lo mejor que puedo. Pero no soporto que les lluevan críticas. Yo estoy acostumbrada, pero a mi familia que no la toquen. Como cuando dices algo de tu hermana, pero te parece mal que lo diga alguien ajeno, ¿sabes?", explica.
Pablo y María se conocieron por amigos en común, "y él dio el primer paso", apostilla ella. Pablo asiente de nuevo. "La verdad es que sí", confiesa rendido. Hay cosas que no se pueden ocultar. Se casaron en 2019 y hoy son padres de un niño de tres años, Martín, y de Vega, nacida el pasado junio. El primero aparece en escena con los rizos desgarbados, abrazado a una moto de juguete. Saluda, no sin cierta timidez, y se sienta en el regazo de su padre. De las mil vidas que su trabajo les está brindando, sin duda esta es la aventura más emocionante. "Con la paternidad he aprendido lo que es tener miedo. Es bestial. Pero lo que más nos está costando es educar", dice Pablo. María sigue: "Sin duda. Quieres que tus hijos sean las mejores personas posible... Con Martín sobre todo: quiero que sea un buen hombre, que aporte cosas positivas, que respete a todo el mundo. Es un reto enorme".
El término influencer es controvertido, especialmente en España. Al tratarse de una profesión relativamente nueva, hay mucho público que no termina de verlo como un trabajo. "Es una palabra que no gusta. Parece que sólo nos regalan 'cremitas'. Pero tiene mucho valor. Hemos abierto camino a un mundo nuevo a una profesión que genera millones. Hoy, ninguna marca se plantea hacer una acción sin contar con perfiles sociales. Al otro lado del charco valoran mucho que una persona que no canta, no baila ni tiene ningún don de exposición aparente, consiga crear una comunidad sólida y fiel. Y eso no es sólo posar y hacerse fotos. Tiene una estrategia detrás que conlleva muchas cosas e involucra a mucha gente", explica.
También viene con el riesgo a la exposición en un espacio en el que cualquiera puede hablar y no siempre medir sus palabras. Hay mucha gente con las garras fuera. "Es inevitable que te afecte —prosigue—. A mí no me importa que me digan que estoy gorda, que estoy anoréxica o que no sé cuidar a mis hijos. Lo que sufro son las situaciones injustas, como cuando tergiversaron mis palabras y dijeron que no me gustaría que mi hijo fuera homosexual, algo que es completamente falso. Me llegaron mensajes horribles que entendería si yo realmente hubiera dicho eso. Lo pasé muy mal". Aun así, está lejos de tirar la toalla: "Nunca he llegado a decirme: 'tengo que dejar esto'. Obviamente, hay días y días, pero nunca he llegado al punto de plantearme si me ha ganado la exposición".
María defiende su discurso con seguridad. Guste más o menos, lleva una década construyendo un perfil social que le ha permitido, además, lanzar distintas empresas: dos de ropa (Tipi Tent y Name), un festival de música anual (Suavefest) y, desde mediados del año pasado, su propia compañía de representación, estrategia y creación de contenido, Vertical. Detrás de Pablo asoma una obra de Chillida a la que es inevitable no referirse. "No somos entendidos, pero cada vez nos interesa más. Vamos a galerías, viajamos y buscamos obras de diferentes artistas... Ese de ahí es de A.R. Penck, y ese otro del portugués José Pedro Croft", cuenta ilusionado. Ambos parecen estar más felices que nunca, como si todo se hubiese puesto en su sitio después de un 2023 en el que pasaron demasiadas cosas a la vez: una segunda hija, un documental familiar, el lanzamiento de una nueva empresa... Lo que tienen claro es que no cambiarían nada de lo que les ha pasado para llegar aquí. "Si lo hiciéramos, habría efecto mariposa —remata María—. Si estamos tan bien como estamos, con nuestros dos hijos, es porque no hay que mover nada de lo que nos ha pasado por el camino".
Vídeo: Javitxu Uriarte. Peluquería: Belén Casado Para GHD. Maquillaje: Inés Castaños para Giorgio Armani Beauty. Producción: Beatriz Martínez Velasco. Asistente de fotografía: Luis Spínola. Asistente de estilismo: Cristina Moyano.