La fría mañana del 28 de noviembre de 1.981 las tostadas estaban quemadas y el café demasiado cargado para Natalia Zacharenko. A sus 43 años se había divorciado dos veces del mismo hombre y éste aún conservaba cierto atractivo. Por si fuera poco, también mantenía una carrera como exitoso actor de televisión y pelo en la cabeza. Además, su actual serie en antena, sobre aficionados detectives millonarios, Hart y Hart, le había dejado sendas nominaciones al Globo de Oro y un nuevo estatus en la industria. Natalia era feliz. Sus continuas declaraciones a la prensa sensacionalista así lo demostraban. Pero ese día algo en su interior amenazaba tormenta.

Todo podría parecer un escenario de persona normal en las verdes colinas de Hollywood, salvo un pequeño detalle. Natalia había sido, en un momento no muy lejano de su vida, una estrella de cine. No una cualquiera, había sido la maldita Natalie Wood. La enamoradiza María de West Side Story, la tierna Judy capaz de oscurecer la alarmante homosexualidad de James Dean en Rebelde sin causa y la sufrida hija de Bette Davis en La estrella. Delante de los focos Natalia era feliz, pero cuando se encerraba en su cuarto, dejando así un agobiante mundo mediático atrás, sus tres nominaciones al Oscar eran como tres abortos. Su carrera, imposible de relanzar en favor de una esclava vida matrimonial y el éxito de su marido, se alejaba según corría el viento de su despampanante casa del sur de California.

natalie wood muerte
Ernst Haas//Getty Images

El día se presentaba emocionante, pues ambos tenían motivos para estar contentos, el actor Christopher Walken llegaría sobre las ocho de la tarde para pasar una agradable velada y así celebrar el fin del rodaje de la película que acababa de rodar junto a Natalia, Proyecto Brainstorm. Se subirían al lujoso yate, de más de veinte metros, que Richard le había regalado por su anterior cumpleaños –el Splendour, en honor a Esplendor en la hierba, una de sus películas más célebres– y partirían rumbo a la isla de Catalina. Y aunque parecía que nada podría detenerlos Natalia seguía sintiendo en lo más profundo de su ser un alarmante temblor.

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Natalie Wood a bordo del ’Splendour’, el yate testigo de sus últimas horas de vida.

El caro champán y el vino blanco corrían en forma de litros, Walken ya había llegado y Natalia no tardaría en precipitarse al peligro. Pues las sospechas de su relación con su compañero de reparto habían provocado la ira de Robert. Una botella de vino acababa de ser arrojada a una pared aleatoria y Natalia, en medio de una exaltación de alcohol y aspirinas para el mareo, discutía acaloradamente con su exaltado marido.

Ataviada con un largo camisón rosa y un peine en la mano sería como la pequeña tripulación de ese barco afirmaba haber visto por última vez a Natalia. La supuesta realidad es que, harta de los dos, había saltado al océano Pacífico sin contemplar ni echar la vista atrás. La policía la hallaría horas después, a más de un kilómetro, y a escasos metros del bote salvavidas del que había resbalado. ¿La autopsia? Ahogamiento. ¿El grito? “Socorro, mi marido me quiere asesinar”.

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Silver Screen Collection//Getty Images

Robert Wagner sería obligado a responder por la policía por qué no había informado antes de la desaparición de su esposa, cosa que éste respondería libremente: “Porque probablemente estaba de fiesta en algún otro barco. Esa es la clase de mujer que es… Y no quiero que eso se haga público”. Y aunque en su propia biografía de 2008, Pieces of my heart, reconocería los celos como los principales causantes de la acalorada discusión, sería en 2014 cuando The National Enquirer pondría sobre la mesa otra interesante teoría salida de una declaración in extremis de un amigo cercano a Walken, quien lleva tres décadas evitando el tema. Según ésta última carta al descubierto, lo que Wagner no quería era que se hiciera pública la relación homosexual que mantenía con el ganador de un Oscar en 1979, siendo ésta la causa y principal asunto de la disputa aquella fatídica noche de noviembre.

Suicidio, escapatoria, exceso de alcohol o impacto, lo que Natalia no sabía es que su muerte, digna de cualquier ‘sexy thriller’ de medio éxito, sería parodiada hasta la saciedad. En Calma total Nicole Kidman no sólo lucha por sobrevivir al ataque de una plancha de pelo en contra de su extremo rizado ochentero, sino también al ataque de un asesino perdido en medio del océano; en Melrose Place la aburrida Daphne Zuniga termina asesinando a su propio acosador en ultramar y en Titanic Rose DeWitt Bukater deja que el supuesto amor de su vida se ahogue en medio del océano Atlántico a favor de su supervivencia personal, al no dejarle ésta un trozo de tabla.

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Después de todo, y con el capitán del Splendour admitiendo haber omitido en su día la fuerte discusión del matrimonio, este turbio capítulo de la historia más peligrosa de Hollywood bien podría llamarse Making a Murderer: Hollywood Edition. Los restos de Natalie Wood descansan en el Cementerio Westwood Village Memorial Park de Los Ángeles, el caso sigue en el aire 35 años después y lo único que ha pagado por ello es el remordimiento de conciencia.