Para siempre, Zizi

Son tan perfectos, que Serge Gainsbourg los llevó todos los días durante más de 20 años. Los Zizi de Repetto son esos zapatos de jazz blancos de cuero de becerro con cordones, tan cómodos que prefieres andar con ellos antes que descalzo. ¿Quién quiere bailarinas cuando puede llevar unos Zizi?

Jane Birkin regaló a Gainsbourg el primer par en 1967 y, desde ese día, el músico los llevó a diario hasta su muerte en 1991. "Serge buscaba unos guantes para sus pies, los tiene muy sensibles y odia caminar", contó ella entonces al New York Times. Él aseguraba que compraba unos 30 pares al año, porque de lo bueno nunca se tiene suficiente: "Repetto à perpet!".

Los Richelieu Zizi de Repetto son en realidad la historia de un primoroso regalo de una suegra a su nuera. Rose Repetto los diseñó a principio de los años 60 para Zizi Jeanmaire, la bailarina con la que estaba casado su hijo que los necesitaba para un espectáculo de jazz. Poco después, los zapatos fueron adaptados para poder llevarlos por la calle y su éxito entre los artistas y la intelectualidad de París fue casi inmediato. Tanto que más de cuatro décadas después son el segundo modelo más vendido de la maison, sólo por detrás de la bailarinas Cendrillon que hizo famosas Birgitte Bardot.

Al año se venden cientos de miles y ya se han convertido en objeto de deseo para fetichistas. El pasado mes de marzo un coleccionista pagó durante una subasta en la capital francesa más de 7.000 euros por unos negros que pertenecieron a Gainsbourg.

La clave del éxito de los Zizi va más allá de la comodidad. Los Zizi no entienden de género, son la quintaesencia del zapato unisex. Cuando los lleva una mujer, son tan femeninos como un retoque de carmín; y cuando los calza un hombre, se declinan en masculino singular.

Los archifamosos son los blancos, pero también están en negro, en marrón y en toda la gama de colores que ofrece Repetto. Se combinan con faldas, vestidos o vaqueros. Con camisa y pantalones blancos, como los llevaba 'Gainsbarre', el alter ego de Gainsbourg que los paseaba de bar en bar, de borrachera en borrachera, hasta acabar deformándolos con ese aspecto cool de poeta maldito. Con ese toque que buscamos todos los que llevamos ese zapato mítico, ese trozo de historia en nuestros pies.