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La imagen como sello
A qué pocos diseñadores seríamos capaces de identificar hoy en día –sin fallo y al instante– con un icono. A Karl sí, por supuesto. Porque lo que hoy son mitones o un amasijo de anillos decorando las falanges de las manos, antaño fue un descarado abanico. El alemán siempre ha hecho de su capa un sayo, y en cuestión estética no iba a ser menos. En cambio, dos trazos se mantienen inalterables con el paso del tiempo: las gafas de sol y la coleta. Algo habrá en ello cuando hasta el logotipo de su propia firma tiene dibujada su silueta. Genio y figura. © Getty Images
La favorita
Karl Lagerfeld encontró en Claudia Schiffer a la mejor embajadora de la casa Chanel. La alemana conjugaba una melena rubia y un aspecto saludable, también se mostraba exuberante y con la mirada pícara, como la de una Brigitte Bardot en los años 90. Pero además, se movía tan delicada y desprendía tanta distinción y elegancia que era capaz de elevar con su porte cualquier propuesta de Alta Costura. Ante tal derroche de cualidades, su elección resultaba más que obvia. © Getty Images
Artesanía deluxe
Una docena de años nos separan del primer desfile de Métiers d'Art. Esto es el desfile que Chanel organiza para dar rienda suelta a todo el savoir faire que se esconde en la casa. La ocasión se aprovecha para presentar la colección pre-fall de la firma, pero el argumento subyacente es mucho más bonito e interesante. Chanel, viendo que la Alta Costura languidecía, y con ella los oficios que le daban vida, tomó cartas en el asunto y resolvió el problema con un gesto que enamoró a todos los amantes de la costura: proteger bajoo su ala a todos los grandes artesanos. Los talleres de Lesage, Desrues, Lemarié, Maison Michel, Massaron, etc. están a salvo gracias a la casa de las camelias. Eran, hasta la llegada de Chanel, oficios con las horas de vida contadas pero una acertada decisión empresarial los puso en valor y se garantizó así la llama de la pervivencia de la Alta Costura. En el barrio de Pantin, un suburbio de París donde están ubicados los talleres, siguen alimentándose el sueño y la creación. © Getty Images
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Lo divino y lo humano
Y de entre todas las campañas que han ilustrado las colecciones de Métiers d'Art, una se lleva la palma. Por coherente y por bonita: en 2013 y con Tilda Swinton. Que para eso era una colección inspirada en Escocia y (patria obliga) ella es escocesa, además de una actriz con un rostro propio de otro planeta y un estilo depurado y sencillo del que hace gala en cada alfombra roja que pisa; y que para más inri contrastaba con la estética recargada y opulenta de Chanel esa temporada en un entorno ad hoc, el renacentista Chateau d'Ecouen, en las proximidades de Chantilly. © Chanel
A bombo y platillo
Más que un spot de televisión, el anuncio de Chanel nº 5 es todo un acontecimiento cuando llega la navidad. Un fashion film (que en su versión extendida puede llegar a durar más de cinco minutos) con estrella de relumbrón y prestigioso director. Los últimos en firmar el trabajo para la maison son Baz Luhrman y Gisele Bundchen. Pero antes hubo otras caras igual o más fantásticas que la de la brasileña: Catherine Denueve, Candice Bergen, Suzy Parker, Ali MacGraw, Lauren Hutton, Carole Bouquet, Stella Warren, Nicole Kidman, Audrey Tautou y... "por primera vez" –como reza el delicioso film promocional en la web– un hombre, Brad Pitt. © Getty Images
Allí donde fueres...
Haz lo que vieres. Que el desfile tiene lugar en Dubái, pues el bolso se convierte en un bidón de gasolina. Que el show se desarrolla en un supermercado, pues el bolso toma la forma de un brick de leche (de coco, claro). la cuestión es mutar a tal efecto. Que se tercia presentar el desfile en una galería, pues el bolso se vuele... ¡un hulla-hop! Acaso no está poblado el mundo del arte por las personalidades más excéntricas y peculiares. Pues sí, claro que sí; como aves del paraíso en mitad de un páramo. Bravo Karl, show must go on. © Getty Images
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El deporte chez Chanel
Una bicicleta tiene un pase, si se pedalea a orillas del mar en Deauville. Una raqueta también, si el revés o la bolea se ejecutan en una cancha de tenis en Cap Ferrat. Hasta una tabla de surf (escandalosamente cara, por cierto; a razón de 7.000 dóloras sale cada ejemplar) puede no desentonar entre las olas de Biarritz. Serían guiños de una vida consagrada al hedonismo y al estilo ladylike. ¿Pero un balón de rugby con la doble "c"? ¿barro? ¿placajes? Por lo menos el tercer tiempo será con sorbos de champán. Por cosas así en el Chanel de Karl se respira la ironía más fina del mundo de la moda. © Chanel
Presidiarias de alto copete
Durante el verano de 2007 dos ilustres señoritas cambiaron las mundanas playas de la costa oeste por las celdas con rejas. Paris Hilton y Lindsay Lohan pasaron varias jornadas de arresto y no por su buena conducta. Al levantarles el veto tuvieron que amarrarse un chip de monitoreo al tobillo y ¡qué coincidencia que justo el septiembre siguiente Chanel presentara unos pequeños bolsitos acolchados –con todo el sabor de la casa– anudados al tobillo! Lo dicho: la ironía más fina. © Getty Images
El signo de los tiempos
Es ésta pero podría ser cualquier otra imagen a lo largo de los treinta años que jalonan el paso de Karl Lagerfeld por Chanel. Entre los grandes dones con que la naturaleza bendijo al alemán para la moda se encuentra el de ser capaz de pegar el aura de una firma mítica a los tiempos que corren, porque existe un Chanel tan opulento como los ochenta, pero también un Chanel minimalista en los noventa; hasta un Chanel de vaqueros acampanados y cintura baja (que sí, en la campaña de otoño 2005, con una gatuna Daria Werbowy). "La moda pasa, el estilo perdura"– lo dijo Gabriell. Y lo ha puesto en práctica Karl. © Getty Images
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Alto voltaje
No todos podían tenerlas a todas. Sí en Chanel (amén de Versace). Congregar en un desfile a las mejores tops de los 90 era un ejercicio de músculo sin par, algo así como la prueba palpable de estar jugando en las ligas mayores, porque se daban cita las primeras espadas pero también las segundas de abordo. En Chanel cerraban el desfile los rostros más codiciados del sector, los del caché de infarto. En concreto la primavera del 96 acabó con una traca espectacular, entre tules y la enésima revisión del mítico tailleur. © Getty Images
Liberté, égalité... sexualité
Antes del carrusel final y si el desfile es de Alta Costura, se hace el silencio y aparece el vestido más destacado, el más importante: el vestido de novia. Lo que nadie entre los asistentes esperaba encontrarse al acabar el desfile de primavera/verano de 2013 es que en vez de una, aparecieran dos (Julia Nobis y Jemma Baines). Y juntas. Una oda a las uniones entre personas del mismo sexo en el corazón de la costura parisina. Chapeau. © Getty Images
Shake it out, Florence
"El nacimiento de Venus" en clave 2.0 por obra y gracia de Chanel. Silencio sepulcral, solo se oyen los flashes de los fotógrafos, se abre la concha... et voilà! La voz de Florence Welch reverbera, angelical, contra las cúpulas de cristal del Grand Palais de París. Lo de la música en directo no es nada nuevo en los desfiles, pero lo de la voz pura y candorosa de Welch además de único es irrepetible. © Getty Images
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La historia de un amor
Todo era un camino de rosas hasta que llegaron a 1989. Karl Lagerfeld e Inès de la Fressange protagonizaron en primera persona el perfecto idilio entre creador y musa. El alemán cayó rendido ante los encantos deliciosamente franceses de la modelo, y esta le devolvía todo el amor derrochando desparpajo y gracia sobre la pasarela. Ella era la modelo en exclusiva de la casa y él su diseñador de cabecera. Pero se rompió el amor (quizás de tanto usarlo) y el planeta fashion se sorprendió ante las declaraciones del modisto: "le deseo lo mejor, mientras no tenga que volver a verla o saber de ella". la ruptura entre ambos fue sonada pero no hay mal que cien años dure y en la primavera de 2011 brotó de nuevo el amor: Inès de desfilando para Chanel Alta Costura. Y de nuevo la magia sobre la pasarela. Puede que el amor no haya vuelto con el vigor de antaño, pero sí más sereno y estable. El romance quedó sellado a todo color y bajo los 300 píxels por pulgada en la campaña de 2011 junto a las modelos Stella Tennatn y Freja Beha Erichsen y el modelo Baptiste Giabiconi. © Getty Images
Un no parar
Pero claro, es que es la razón de ser de todo este tinglado. Las colecciones crucero fueron planteadas para dar una respuesta a las necesidades de los armarios más adinerados, los que viajan al trópico en invierno. Más prosaico sería admitir que también son las colecciones que satisfacen las necesidades de todo el hemisferio sur cuando en el norte el termómetro no sube de los 0º, pero eso da igual: un poquito de cuento y de altanería siempre es bienvenido en estos lares. Así pues, nada redondea más el mensaje que sacar a los huéspedes de paseo, sea Roma (donde se realizó el último desfile) o a La Habana (donde se realizará el próximo). El baile por el mapa empezó en París en 2006, cuando Karl presentó la colección resort en autobuses para turistas. Y empezó la fiesta: Central Station en Nueva York en 2007, un hangar del aeropuerto de Santa Mónica en 2008, el Raleigh Hotel de South Beach (Miami) en 2009; y la cosa fue virando más hacia el hedonismo. Un atardecer en el Lido de Venecia en 2010, Saint-Trópez en 2011, el Hotel du Cap en Cap-de-Antibes en 2012 (el más bonito de todos y el que ilustra esta texto). Le siguieron los jardines de Versalles en 2013, Singapur en 2014 y Dubái en 2015. © Getty Images
Torbellino Karl
"Lo que más me gusta hacer es lo que aun no he hecho"–dijo Karl Lagerfeld cuando presentó su editorial 7L en 2000; algo que no sorprendería a nadie a estas alturas. Porque a su faceta de diseñador, fotógrafo y editor hay que añadir también la de director. El kaiser se ha lanzado a rodar varios largometrajes, y aunque se trate más de un señuelo con el que generar interés sobre cualquier colección o lanzamiento que de una gran apuesta por el audiovisual, sus clips nos han permitido ver a Keira Knightley o a Geraldine Chaplin en la piel de la fundadora, Gabirelle Chanel. © Chanel
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La polémica está servida
Sin duda fue uno de los capítulos más ásperos en los que se haya visto envuelta la casa Chanel. Sobre la pasarela una rotunda –y carnal– Claudia Schiffer desfilaba con un vestido en palabra de honor de la colección primavera/verano 1994 de Alta Costura. Impecable (como siempre), la modelo llegó hasta el final de la pasarela y aguantó estoica el aluvión de flashes. Sea en caligrafía cúfica o nasji, bajo un busto sobresaliente decoraban el vestido algunos versos del Corán bordados en hilo de plata. La reacción no se hizo esperar y el dirigente libio Muammar al Gaddafi confundió el detalle con el preludio de una nueva cruzada occidental contra el mundo musulmán y contra el Islam, con vistas a su aniquilación. El mensaje caló,y la comisión de Asuntos Sociales y Religios de Egipto hizo lo propio, invitando a todos los países árabes y musulmanes a boicotear la firma Chanel como respuesta a su menosprecio al Corán. Claude Eliette, director de Chanel, se personó ante el imán de la Gran Mezquita de París, Dalil Boubakeur, para presentar sus disculpas. La casa resolvió hacer desaparecer –por incineración– cualquier rastro del vestido o de su existencia. © Getty Images
Rendir tributo
Porque en la casa Chanel como en (casi) ninguna otra, los hitos se han consagrado como algo más que un mero valor añadido. Y se airean impúdicos, con el descaro de haber sido concebidos para que el tiempo pase pero no por ellos. Las perlas, la bisutería, las camelias, el 5.55 y la chaqueta, elevada a la categoría de uniforme femenino desde que fue concebida; el uniforme perfecto para afrontar una jornada labora sin perder ni un ápice de estilo. Así que qué mejor que contar con el olfato de un sabueso de la estética como Carine Roitfeld y dar la vuelta al globo con una exposición plagada de celebs con el modelo en negro. Otra jugada maestra de un acertado equipo de marketing, marcarse tres goles de una tacada: reunir a estrellas de la música y la cultura para que posen, reavivar el legado de la maison con divertidos estilismos y tener (de nuevo) a todo el cotarro comentando. © Chanel
La mínima expresión
Qué ironía del destino que el diseñador más obsesionado con el futuro y la vanguardia, presentara el bikini más escueto de la historia. Casi veinte años después, y con la guerra sin cuartel que vive el pezón femenino, sería hoy en día la pieza ideal para que las redes sociales dieran por buenas las instantáneas más tórridas.
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Lo que Chanel ha unido
Ella tenía entonces justo un año menos de lo que tiene hoy en día su hija, la preciosa Carlota. A él aun no le había dado por blanquearse la melena, porque el artífice del blanco inmaculado en el cabello de Karl no es otro que un champú especial de Klorane. Princesa y diseñador se han mostrado juntos en infinitas ocasiones frente a las cámaras, su amistad viene de largo. © Getty Images
Rue Chanel
Que el espacio condiciona la mirada es un axioma que se aprende cuando uno pone un pie en un museo. Que un espacio bien decorado es toda una jugada maestra es algo que se aprende cuando uno repara en los desfiles de Chanel. ¿Cuál será el retorno en publicidad cada vez que Karl transforma el escenario del Grand Palais? (la pregunta es retórica). No han trascendido datos pero a tenor de las noticias, comentarios y cortes audiovisuales cerrando los telediarios de la jornada, se podría afirmar sin margen de error que altísimo. Ya sea para la Alta Costura, ya para el prêt-à-porter, los desfiles de Chanel han sido en un casino, un jardín botánico, una librería, un supermercado, el interior de un avión... ¡y hasta una calle! La paradoja no podría ser más perfecta: encerrarse en un palacio de cristal para emular la calle. Si es que... © Getty Images
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