Esta primavera es la temporada más Calvin Klein que hemos visto en años. Los escuetos vestidos-camisón de la firma que Kate Moss llevó profusamente en la década de los noventa fueron un símbolo del mininalismo de la época y su recuperación se ha convertido en una de las principales noticias de la pasarela para el arranque de 2016. El diseñador, que fundó la compañía en 1967, dejó de ejercer como director creativo de la misma en 2001, el mismo año en el que fichó a Francisco Costa como uno de sus diseñadores. Dos años después, el brasileño fue aupado al cargo de responsable de la división de prêt-à-porter femenino (llamada Calvin Klein Collection) y ha llevado la minimalista estética de la casa en una dirección nueva. La aparente simplicidad del diseño y los colores suaves de Calvin Klein (Nueva York, 1942) fueron reemplazados por prendas más estructuradas, intrincadas y arquitectónicas. Una evolución que, 13 años después, se ha permitido al fin mirar atrás y abrazar la sensual sencillez de aquellos camisones con los que Klein definió la moda hace 20 años.

La gigantesca compañía en la que trabaja Costa (Guaraní, Brasil, 1964) facturó en 2014 más de 8.000 millones de dólares a través de sus distintas líneas, que cuentan con diferentes responsables. Diseños de pasarela, calzoncillos o jeans unidos por la filosofía que ha convertido esta etiqueta en una de las más famosas del planeta: una constante búsqueda de innovación, especialmente, en lo que respecta al marketing. En esta disciplina, Klein ha pasado a la historia como un auténtico maestro, lanzando conceptos tan disruptivos como los vaqueros y la ropa interior de diseñador (con la provocadora ayuda de Brooke Shields y Kate Moss, respectivamente). En un hotel de París, días después de presentar esa colección que definiría la primavera/verano de 2016 en Nueva York, Costa reflexiona sobre sus 15 años en la casa y sobre un futuro que, revela, está abierto a nuevos retos.

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Francisco Costa, director creativo de Calvin Klein.

PREGUNTA: La colección de esta temporada supone un giro. No solo por el uso de estampados, poco habituales para la marca, sino también por una mayor fluidez y sensualidad que en su trabajo para Calvin Klein Collection desde 2003.

RESPUESTA: Sí, es cierto. Creo que es una evolución de lo que hacemos. En cierto modo, esta vez se siguieron más los códigos de la casa. Este lado romántico de principios de los años noventa, con la llegada de Kate Moss. En ese momento existía una libertad, una sensación de vestir relajado y cómodo… No pretendía hacer una retrospectiva ni un retorno a esa época, pero los tiempos están cambiando y se dirigen a un lugar parecido a aquel. La gente quiere estar más tranquila y, de pronto, se recupera el placer de un sencillo camisón. Nos inspiramos en el glamour de Hollywood y de la fantástica película Cena a las ocho [George Cukor, 1933], que es muy decadente. De ahí surgió todo, y quise mantenerlo sensual y femenino. Queríamos mostrar cómo es la habitación de esta mujer, su intimidad, su romanticismo… Pensábamos en ella, y en él en un momento romántico, y así surgieron las flores. Una colección siempre es la evolución de un pensamiento inicial.

P: ¿Cómo es posible que diferentes diseñadores desarrollen la misma idea al mismo tiempo? ¿Por qué esta temporada hemos visto tantas evocaciones de camisones?

R: Sí, ¡pero Calvin Klein lo hizo primero! [risas] Bromeo.

P: Hablando en serio, ¿cómo se explica que una idea se repita tanto?

R: No lo sé. Tal vez sean los proveedores de los tejidos, que hablan entre ellos. Todos usamos los mismos, así que igual se produce esa comunicación...

P: ¿Es tan prosaico? ¿No hay algo más poético? ¿El signo de los tiempos, algo que está en el aire?

R: No, estoy siendo muy realista [se ríe]. La verdad es que no lo sé. Mi referencia esta temporada era realmente Cena a las ocho. Investigas sobre esa inspiración y lo que significa: tocador, ligereza, alcoba, sábanas de satén, camisones, maquillaje. Todo eso compone la colección. No sé cómo lo hacen los demás y, de hecho, no puedo decir a ciencia cierta quién ha empleado el mismo punto de partida. Pero es posible que ese toque de romanticismo esté en el ambiente. Cuando pienso en la casa en la que trabajo, recuerdo una colección de 1994 con la que Calvin rompió las reglas. Era muy suave, muy Kelly [Klein, esposa del diseñador entre 1986 y 2006], porque a ella le gustaban los camisones y la ropa antigua. Si me pregunta qué hay en el ambiente que nos conecta a todos, no sé qué decir. Quizá el antagonismo hacia lo que vivimos. Estamos en un momento muy loco en el que todo es agresividad, ¿no? Con lo que está ocurriendo en el mundo, se comprende que tengamos ganas de ser un poco más románticos y, tal vez, deberíamos...

P: Volver al dormitorio...

R: A la intimidad de estar con alguien y enamorarse, o de desenamorarse. A la idea del amor en sí misma. Al plantear esta temporada pensé en dos personajes, él y ella, y en su camino en común. Y eso condiciona también un antagonismo de formas: algunas tradicionalmente femeninas y otras, masculinas (como los abrigos, chaquetas y zapatos).

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Vestido de hilo negro y plumas de CALVIN KLEIN COLLECTION. Foto: Gonzalo Machado, estilismo de Beatriz Moreno de la Cova.

P: ¿Cuál es su relación con el archivo y legado de Klein?

R: Creo que la herencia es inmensa, no hace falta ni explicar esa afirmación por lo evidente que resulta. Pero nunca reviso los archivos ya que más que centrarme en una prenda en concreto me interesa la idea central de una u otra temporada. Si la clave era la longitud, o el zapato, o el casting… Siempre hay un elemento central que caracterizaba cada colección, pero no se trata tanto de una pieza individual. Calvin fue un gran visionario, lo veo casi como un director de cine. Su marketing era genial y logró poner la prenda en segundo plano, porque esta era casi un uniforme. Desde el principio, mi prespectiva es diferente. Mi ropa era muy, pero muy complicada, muy trabajada y detallada. Lo que quiero decir es que el archivo no me dice mucho, no tanto como el genial marketing global de la marca. Creo que eso es lo que perdura. Algunas de las imágenes son tan emblemáticas que nunca desaparecerán. Son al mismo tiempo osadas, provocativas, bellas, clásicas, vanguardistas. Si Calvin estuviese hoy en la compañía no creo que mirase mucho su archivo. Seguro que se enfocaría hacia adelante y crearía algo nuevo y relevante.

P: ¿Cómo se lleva con él?

R: No nos vemos muy a menudo, solo a veces en un restaurante o algún lugar parecido. No tenemos una relación personal.

P: Cuándo llegó a la casa, ¿le buscó o trató de labrarse su propio camino?

R: Al principio ejerció de consultor, pero es una persona muy inteligente y no creo que quisiese involucrarse demasiado. Si no se hubiese distanciado para dejarnos tomar las riendas, dudo que hubiéramos logrado el éxito que hemos conseguido. Hay que tener en cuenta que compraron la compañía por 700 millones de dólares [PVH, en 2003] y ahora vende más de 8.000. El gesto de Calvin Klein fue una liberación, él consiguió libertad para sí mismo y para nosotros. Nos dejó trabajar tranquilos, para hacerlo a veces bien, otras regular y algunas, fantástico. Pero es una trayectoria, un viaje.

P: Es una decisión inteligente, pero no sencilla, como hemos visto en otros casos.

R: Me parece una muestra de inteligencia. Nosotros nos esforzamos por innovar en todos los campos, desde el diseño hasta la campaña. Creo que aún nos cuesta un poco dejar una huella propia en la publicidad, porque lo que hizo él era extraordinario, y le copiaron tanto… [risas] Es un grandísimo reto sucederle y que su nombre siga siendo relevante.

P: Lleva 13 años en el cargo y 15 en la empresa. Es mucho tiempo en un contexto de cambios constantes de diseñador en las marcas. ¿Esperaba una relación tan duradera?

R: No, no esperaba nada en absoluto. No esperaba que Calvin dejase la casa con tan poco aviso. Pero no me preocupan esas cosas, voy día a día...

P: Siguiente pregunta, ¿no?

R: Exacto, pasemos a la siguiente [se ríe].

P: Pero eso demuestra compromiso y sintonía con la firma. ¿Le gustaría continuar durante mucho tiempo?

R: Creo que la compañía siempre se ha comprometido con lo que yo he propuesto. Llevar tanto tiempo aquí me facilita mucho las cosas y también ha beneficiado a la empresa. Espero seguir trabajando aquí a largo plazo, pero las cosas cambian y no pasa nada. Así que veamos los próximos años, será divertido e interesante observar el desarrollo del futuro.

P: ¿Ha pensado en lanzar su propia marca algún día?

R: Sí. Y esta es la primera vez que se lo admito a alguien [se ríe].

P: Gracias por la revelación.

R: Es muy liberador admitirlo. Pero no solo se trata de plantear mi propia firma. Ni siquiera estoy seguro de si lo que querría hacer tendría que ver con la moda. Pero si me pregunta si me gustaría explorar algo diferente, la respuesta es que sí. P: ¿Tal vez relacionado con el diseño de interiores?

R: Sí, algo relacionado con eso. Aunque podrían ser muchas cosas. Como creativo, hay distintas maneras de canalizar tu talento. Me gustan el diseño de interiores, la moda, la belleza… Hay muchas cosas que me gustaría hacer. Y si ocurre algún día, sería genial. No estoy anunciando nada en concreto, solo que durante muchos años me he preguntado si podría ser pintor, o diseñador de muebles… Y, sí, creo que tengo el potencial de hacer muchas cosas, y me gustaría hacerlas.

P: A juzgar por las fotografías que toma, y que comparte en sus redes sociales, resulta evidente su sentido plástico en cuanto a colores y composición. ¿Se plantea la pintura?

R: Tu energía creativa puede manifestarse de diferentes maneras: por cómo cocinas, cómo dispones la mesa o cómo haces una fotografía. No me considero un fotógrafo, mi actividad en Instagram es completamente aleatoria y no siento ninguna responsabilidad creativa sobre ella. Es un proceso completamente diferente de crear ropa. Diseñar es mucho más meticuloso y reflexivo. Pero la fotografía es divertida y tal vez algún día haga un libro sobre eso. También me encantaría escribir un libro acerca de mi ropa, sus técnicas y detalles. No estoy seguro de que la gente realmente sepa, o entienda, lo que he hecho. A veces me alegro al recordar el reto que supuso crear un sombrero y todos los pasos que dimos para elaborarlo. Soy muy afortunado porque estas cosas ya no ocurren en esta industria. Estoy agradecido por dirigir un estudio magnífico, con grandes artesanos, patronistas y costureras que adoran lo que hacen, y lo dan todo para innovar.

P: Es cierto que su trabajo siempre ha sido rupturista en los materiales e implica técnicas y desarrollos nuevos. Pero, al fin y al cabo, Calvin Klein es famosa por su minimalismo. ¿Diría que a veces esta etiqueta oculta lo que realmente supone su trabajo?

R: No lo sé. Calvin Klein se basaba, y se basa, en la mercadotecnia y en lo asombroso. Como persona no puedo competir con eso. Ese legado ya estaba acabado y rubricado, y es maravilloso. Es imposible intentar repetirlo, así que no se puede tener éxito en esa tarea. Mi objetivo es crear algo diferente, honrar mi manera de hacer las cosas. Solo quiero ser yo mismo.

P: ¿Cuál es la relación entre las diferentes líneas de la marca?

R: Cada división tiene un objetivo concreto. La relación entre ellas está clara, porque cada una va en una dirección y a un cliente específicos. Es el mundo que se crea en conjunto lo que resulta interesante. Calvin Klein Collection, de la que yo soy el responsable, es donde desarrollamos el lado artístico y emocional de la prenda y donde podemos crear las más provocativas.

P: ¿Cómo han afectado las redes sociales a su trabajo y a su relación con los clientes?

R: No creo que hayan afectado en absoluto al modo en que diseño, pero sí a cómo se comunica mi trabajo. ¡Es como la televisión! Hace 10 años, veías un programa y tenías que esperar una semana para ver cómo continuaba. Ahora lo ves, y te preguntas qué ponen después. Todo es muy rápido. No cambia el proceso, pero sí los plazos, porque tenemos que producirlo todo lo antes posible. Tenemos que entregar muy rápido. Ahí radica la urgencia.

P: Antes se organizaba un desfile para periodistas y compradores y lo que allí se presentaba se mantenía más o menos en secreto hasta que el producto llegaba a la tienda seis meses después y lo veía el cliente final. Pero ahora, aunque este conoce el producto al mismo tiempo que periodistas y compradores, debe esperar meses para adquirirlo. En ese lapso, otros pueden inspirarse en sus ideas y comercializarlas. Cuando el producto original llega a la tienda, parece pasado de moda. ¿Cómo se evita eso?

R: Entregando lo antes posible. En una compañía como la nuestra, con tantas líneas diferentes, si una idea no sale en esta colección, puede hacerlo bajo la etiqueta de otra.

P: Eso ha convertido colecciones antes menores, como las de crucero, en cruciales. ¿Se ha acelerado el ritmo?

R: Para nosotros no ha cambiado tanto. Antes, Calvin Klein producía ocho colecciones al año y mostraba 150 prendas sobre la pasarela. Era necesario porque la mayor parte de la audiencia de su desfile eran grandes almacenes como Nordstrom, Saks o Neiman Marcus. Todos se iban del desfile con sus pedidos ya hechos. Hoy en día envías un mensaje con las 35 o 50 premdas que presentas, sobre todo, a periodistas y comunicadores.

P: Llegó a Nueva York desde Brasil para estudiar en el Fashion Institute of Technology (FIT), sin hablar inglés. ¿Cuál era su ambición?

R: Ir a Nueva York fue una experiencia, no hablaba inglés y tuve que aprender al tiempo que estudiaba diseño. Crecí en un ambiente de moda porque mi madre tenía una fábrica de ropa infantil. Fue mi formación: cortando y pegando, tijeras, lápices, papel… No sabía si quería dedicarme a esto en concreto, solo buscaba trabajar en algún tipo de arte. Pero cuando llegué al FIT y empecé a asistir a las clases, sentí que aquel era mi destino.

P: Calvin Klein también estudió en ese centro. ¿Imaginaba entonces que terminaría siguiendo sus pasos?

R: No, aunque alguien me dijo que iba a ser así. Puede parecer extraño e inquietante, pero fui a ver a un vidente y me lo predijo. En aquel momento, no tenía ningún tipo de expectativas, solo hacía algo que me gustaba. Y así sigo.

P: ¿Cómo funciona su proceso creativo?

R: Soy muy controlador en lo que respecta al diseño del producto y tengo que tocar todas las prendas, lo que no es muy práctico… Pero así puedo dejar mi sello. P: Conoce la moda europea, ya que trabajó en Gucci con Tom Ford, y desde luego la estadounidense. ¿Qué diferencias hay entre ambas?

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Vestido de gasa cortado al bies con lentejuelas en color porcelana de CALVIN KLEIN COLLECTION. Foto de Gonzalo Machado, estilismo de Beatriz Moreno de la Cova.

R: Yo no las distingo. De hecho, la mayoría de las marcas estadounidenses actuales son muy globales. En el pasado, en Estados Unidos existía una demanda de ropa para los grandes almacenes y los diseñadores locales la atendían. Fabricaron copias asequibles y simplificadas de las grandes casas europeas. Esa idea de algo más puro y funcional era lo que se entendía por estilo americano. Pero hoy los diseñadores estadounidenses compiten y salen de sus fronteras para ser parte de un grupo internacional de creadores y de pensadores, de gente relevante con algo que decir al mundo. En eso se han convertido las marcas. No creo que se pueda diferenciar ya entre la moda estadounidense y el resto. Si quieres estar en el mundo de la moda y ser relevante, debes ser global.

P: Al trabajar para una casa con un mensaje tan claro, ¿cómo se cuenta algo nuevo cada temporada?

R: No lo sé. Cuando diseñas no piensas que estás iniciando una tendencia, haces lo que crees que es cercano a ti y lo que amas. Una gran parte de mi trabajo es muy emotivo, procede de un pensamiento, de una técnica... Desde luego no soy un minimalista, me gusta editar mi proceso. La simplicidad surge de la edición más que de ser escueto. Soy una de esas personas a las que les gusta todo.

P: ¿Cómo definiría su carácter?

R: A veces me digo lo mucho que me gustaría vivir en completa tranquilidad, sin adornos ni nada innecesario. Creo que hemos acumulado demasiadas cosas en nuestras vidas. No necesitamos tantas, aunque yo sea el primero en comprarlas.

P: ¿Qué compra? ¿Ropa? ¿Libros?

R: Ropa no; muchos libros. En este viaje me he comprado seis. Ahora puedes hacerlo desde cualquier sitio, pero no es lo mismo. La experiencia no es comparable a visitar una librería antigua y percibir ese maravilloso olor a libros.

P: ¿Qué tipo de lecturas busca?

R: De toda clase. Desde arquitectura hasta tejidos… Lo que sea. Sobre todo visuales. Volví de Islandia con un montón de libros que no puedo leer, pero, ¡son tan bellos! Espero que no desaparezcan. Al menos, no durante mi vida. Son objetos fantásticos y asombrosos.

P: ¿Es una persona tecnológica?

R: No, de hecho, soy lo opuesto. Lo estropeo todo. Toco el móvil y se apaga. Pero comprendo la excitación que producen estos aparatos y lo mucho que facilitan la vida.

P: ¿Y los usa para diseñar? ¿Captura ideas con la cámara?

R: Sí, todo el tiempo. Debo decir que Instagram está muy bien. Allí hago mis investigaciones porque ves a personas diferentes y es realmente alucinante. He oído que Pinterest también está muy bien, aunque nunca lo he visitado. No uso Snapchat porque no creo que lo necesite, pero Instagram también me costó un tiempo y ahora soy un adicto.

P: ¿Cómo le gustaría ser recordado en la Historia de la moda?

R: ¡No soy quién para decirlo!