Si Demna Gvasalia es el hombre del momento, parte de su éxito se lo debe a Lotta Volkova, su mano derecha al frente de Vetements y de Balenciaga. Esta peculiarísima estilista rusa nacida en Novosibirsk y formada en la Central Saint Martins, además de modelo ocasional- abrió el desfile Otoño-Invierno 2016 de Vetements- se encarga de rastrear archivos, tiendas de segunda mano, y redes sociales, en busca de rarezas que le inspiren y escenarios en los que éstas encajen. Retales de realidad -y ficción- que luego recompone a modo de extraños y desafiantes estilismos (o peinados). Los mismos que han ayudado a redefinir esa moda subversiva que desbarata los códigos del bien vestir y del buen gusto con la que este dúo - y el resto del colectivo- está triunfando.

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Lotta Volkova y Demna Gvasalia posando juntos en una fiesta.

La visión del estilista es claramente la llave de paso del trabajo del diseñador. Es un interlocutor necesario. Y si no que se lo digan a Carine Roitfeld. La francesa tuvo mucho que ver en la irreverente estética que definió y defendió Tom Ford en su época al frente de Gucci e Yves Saint Laurent. Lo mismo que Marie-Amélie Sauvé y Nicolas Ghesquière. Ambos llevan trabajando mano a mano desde la época de Nicolas en Balenciaga y ese poderoso lenguaje que han conseguido gracias a su estrecha relación sigue funcionando en Louis Vuitton. Justamente la misma casa donde Katie Grand y Marc Jacobs cocrearon juntos durante más de una década. La fundadora y directora de la revista Love ha jugado un papel fundamental en la carrera de Jacobs desde que ejerciera por primera de vez de estilista para él, en la campaña de Primavera/Verano 2003 de Vuitton. Desde entonces por sus manos han pasado un buen puñado de firmas y otras tantas publicaciones, sin dejar nunca de lado a su gran amigo. Sin ir más lejos, esta temporada está detrás de las difíciles combinaciones que propone la colección Otoño-Invierno 2016 de Miu Miu.

Otro tándem de lo más productivo lo forman Christine Centenara y Kanye West. Sin la intuición de la primera no hubiera sido nunca posible ni la transformación de Kim Kardashian -a la que ahora asiste en sus decisiones a la hora de vestir Jenke Ahmed Tailly-, ni el tirón comercial de la línea de ropa de Yeezy. Pero incluso cuando la visión del director artístico es lo suficientemente potente, hace falta un estilista al lado. Buen ejemplo de ello es el trabajo del belga Olivier Rizzo para Miuccia Prada, Raf Simons en su marca homónima, o junto a Kris Van Assche en Dior Homme. Así como la perfecta sintonía a la que han llegado Jonathan Anderson y Benjamin Bruno -exasistente de Sauvé y Roitfeld- tanto en J.W. Anderson como en Loewe. Cuando a Dior le faltó momentáneamente un Altísimo, allí estuvo también este último, apuntalando las creaciones de Serge Ruffieux y Lucie Meier sobre la pasarela.

No es de extrañar así que Nicola Formichetti o Brandon Maxwell hayan pasado en pocos años de asesores a creadores de pleno derecho. Y es que cuando el propio Maxwell empezó como ayudante de Formichetti, en su época como estilista de Lady Gaga, poco se imaginaba: primero, que Nicola iba a acabar como director creativo al frente de Mugler y posteriormente de Diesel -consiguiendo entre medias la mención al mejor diseñador otorgado por el British Fashion Council-, ni que poco después él mismo iba a lanzar su propia marca y hacerse ni más ni menos que con un prestigioso premio CFDA.