Quiero ser, el talent show de emisión diaria que busca al influencer de moda definitivo, estrenado esta semana por Telecinco -aunque ya ha anunciado su salto a Divinity tras los datos de baja audiencia de los dos primeros programas: del 9,9% al 7,8%, según FormulaTV-, tiene casi todo lo bueno de los nuevos formatos de entretenimiento producidos por Mediaset en los últimos años, y absolutamente nada que ver con la moda. De lo único que mama este, por momentos, ridículo escaparate, es de ese mundo habitado por personajes con ansia de notoriedad que mentan su nombre en vano. Y no porque pongamos en duda ni sus aspiraciones ni su proyección, tan válidas como cualquier otra, sino porque se les considera prescriptores de algo mucho más grande y complejo que ese universo del seguidor a toda costa que pone a la moda como excusa. Así, las redes sociales van llenas de millennials -y no tan millennials- que visto su número de seguidores tienen poder de influencia sobre otros, en este caso, utilizando como arma un determinado estilo (también de vida). Es innegable que algunos de ellos hacen honor al término de nuevo cuño con el que se les ha bautizado. Aida Domenech (Dulceida), una de las coach de "Quiero Ser", sin ir más lejos. Los números avalan su condición de persona “que ejerce fuerza (¿moral?)” sobre otra(s); en breve alcanzará el millón de followers en Instagram y supera con creces el medio millón de suscriptores en Youtube gracias a un talante y un desparpajo que bien le sirven para sacar rédito a cada uno de sus movimientos y acciones sin necesidad ninguna de meterse en otros (estos) fregados. Y es que, definitivamente: la televisión es uno de los medios más hostiles para la moda en este país (que no fuera de nuestras fronteras).

Fuera de espacios de carácter más o menos divulgativo y cultural como los emitidos por las cadenas públicas. el precedente más cercano a "Quiero Ser" sería aquel "Supermodelo" del que salieron Malena Costa o Alba Carrillo. Un reality-concurso emitido por Cuatro que duró tres temporadas, inspirado en el exitosísimo America’s Next Top Model creado por Tyra Banks y que cuenta con franquicias en todos los continentes, incluida Europa (Gran Bretaña, Alemania y Francia si bien la edición que mayor número de modelos ha colocado en las pasarelas internacionales ha sido la australiana). El mismo que acaba de empezar a grabar su ciclo número 23, y que conjuga perfectamente la parte de dramas y comedias varias entre participantes, con el rigor esperado. Por el plató de ANTM no solamente han pasado primeras figuras de la industria -André Leon Talley entre ellos- sino que tanto la dinámica como el premio final -un contrato publicitario con una marca de belleza y la portada de una importante publicación de moda- tienen fundamento más allá de hacer a la gente famosa. Otro decente producto de telerrelidad que gira en torno a la moda como profesión, aunque sea en forma de espectáculo, es "Project Runway". Un programa presentado por Heidi Klum (y eventualmente la actriz Alyssa Milano) que ha tenido como jurado fijo durante muchos años a Michael Kors (alternando con Isaac Mizrahi y Georgina Chapman en su versión "All Stars", y ahora sustituido por Zac Posen) que se dedica a buscar diseñadores, y cuyo ganador se asegura una plaza temporal en la Semana de la Moda de Nueva York. De allí salió en su momento Christian Siriano, y por allí han pasado en calidad de opinadoras eventuales Victoria Beckham, Aimee Song o Chiara Ferragni. Es sin embargo en Australia donde las blogueras tienen su particular tierra prometida, televisivamente hablando. Y es que la programación del canal de pago E! le ha hecho recientemente un hueco al reality protagonizado por las it-girls Zanita Whittington y Margaret Zhang.

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Promo de ’’House of DVF’’ con la icónica Diane Von Furstenberg a la cabeza. Su último capítulo se emitió en Noviembre de 2015.

Indiscutiblemente es en Estados Unidos donde más y mejor cabida (y acogida) tiene, esta vez sí: la moda. Fe de ello dan la docuserie sobre los premios CFDA Fashion/Fund, emitida en nuestro país por Movistar+, o el espacio CNN Style presentado por Derek Blasberg. La estilista de celebridades, Rachel Zoe, supo sacarle el máximo partido a su profesión en la tele y estuvo más de cinco temporadas en antena enganchando al público con sus gajes del oficio hasta que le tomó el relevo uno de sus discípulos, Brad Goreski, con bastante menos de éxito de audiencia. Esa misma mala suerte corrieron Naomi Campbell con The Face -donde buscaba formar modelos- y Rihanna con Styled to Rock -programa en el que participó como productora ejecutiva y conductora, cuyo objetivo era descubrir nuevos creadores-. A todo esto se acaba de hacer público que KimKardashian va a ser la próxima en producir un reality de este tipo en busca de una bloguera experta en maquillaje, y un as con los tutoriales, que haga las veces de directora de belleza para las aplicaciones de la propia Kim, Khloé, y Kylie Jenner.

Salvando las distancias, hasta Diane Von Furstenberg se puso durante un tiempo en la piel de Sara Carbonero -dos temporadas, que ya es más de lo que tiene pinta que va a durar la periodista deportiva- para presentar un concurso en el que buscaba una chica con madera de influencer con vistas a ejercer de embajadora de su firma. En the "House of DVF" -emitido por la cadena E!, hogar de formatos como The Real Housewives o The Bachelor/ette- Diane y su directora de estilo, Jessica Joffe, explotaban sus talentos como mentoras y sometían a las concursantes a pruebas que lo mismo pasaban por asistir a una gala benéfica o a unos premios -sin abusar del momento canapeo-, supervisar los estilismos de una sesión de fotos o crear su propia colección de ropa. En ambos casos, sus ganadoras han ejercido de representantes ocasionales de la marca sin dejar de lado su carrera de fondo para conseguir eso que aparentemente "quiere ser" la nueva generación de jóvenes: relevante por encima de todas las cosas. Algo completamente lícito siempre que no se haga o se interprete que se hace, tal y como parece que cree gran parte de la sociedad y fomenta la televisión, en España, en nombre de lo que no es.