Desde sesiones con fotógrafos reconocidos, momentos de backstage con los mejores maquilladores, habitaciones en los mejores hoteles de lujo, platos de revista en los restaurantes de moda, fiestas de ensueño... O fotografías en la primera fila de los mejores desfiles e incluso selfies con las modelos (o los invitados) antes de que comience el show. Las redes sociales, y sobre todo Instagram son el mejor escaparate de lo que supone una vida de lujo.

La modelo Karlie Kloss es una de las que ha opinado acerca del lifestyle y del código que se sigue en las redes sociales. "Pienso que algo especial se ha perdido un poco – es decir, estar simplemente presente, sin la distracción de ser el primero que inmediatamente tuitea cuál es el color de la manicura en el backstage de Calvin Klein, en lugar de estar allí, en el momento–" decía la modelo en la charla de SXSW "Cómo la tecnología ha conolizado las semanas de la moda", recoge Dazed. "Pienso que ese el es caso, no solo mio como modelo, sino del público. Todos los editores hacen fotografías y las comparten. Hay algo bueno y malo". Porque querer publicar todo también significa perder la magia de lo que supone un desfile de moda –y conocerlo antes que nadie–.

"Las redes sociales democratizan lo que es popular y quien es poderoso", continúa. "Pienso que es increíble que una bloguera con una gran voz pueda ganar un sitio en primera fila en un desfile". Y hablando de blogueras, son ellas el mejor ejemplo de lo que puede suponer una vida de ensueño. Estos días los perfiles de las estrellas de la blogsfera se llenan de piscinas de aguas cristalinas que invitan a zambullirse, bodegones en los que se pueden atisbar firmas como Louis Vuitton, Chloé o Chanel o asientos en primera fila en los mejores desfiles, como el de Chanel. Nueva York, República Dominicana, París o Maui en Hawai son algunos de los lugares en los que se encuentran en estos momentos (o al menos según Instagram). Dar la vuelta al mundo es tan fácil como cambiar de perfil.

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Alexa Chung es otro ejemplo de lo que sería una vida envidiable: tres días en el festival de Glastonbury, una imagen como modelo para Longchamp y otra en la última fiesta organizada por Stella McCartney en Nueva York. Ella misma ha declarado para The Telegraph que no es todo como parece. "(...) Nadie es tan feliz como hace ver en Instagram". Y añade: "Si, tengo suerte. Sé que la tengo. Cada vez que llamo a mi madre, siempre me dice: '¡Recuerda lo afortunada que eres, Alexa!'. Pero la cosa es, vivo en el East Village y mi apartamento no es una locura. Mis invitaciones a eventos nocturnos son algo genial, pero soy como Cenicienta que al final de la noche he perdido un zapato y vuelvo a casa en una calabaza".

Si estamos en una terraza bonita nos gusta subir una imagen para compartir las vistas, en general, nos gusta amasar likes. Si recibimos un regalo especial, no dudamos en compartirlo con los seguidores o quien haya pinchado en el hashtag #regalo y haya llegado a nuestra fotografía. De hecho, es verano el momento culmen en el que la felicidad –entre imágenes de playa, mojitos, pies en la arena, videos a cámara lenta saltando a la piscina y festivales de música –. Pero, ¿cuál es el límite? ¿Es mejor compartir tu felicidad con los demás o no?

Alaska es otra de las celebrities que hablaba acerca de esta red social para Vanity Fair. "Instagram me gustaría mas si se pudiera no poner un "me gusta" ni comentar, sería mucho mejor. ¿Qué más me da que te guste? ¡No lo he puesto para que me des tu opinión!". Porque compartir las idas y venidas de uno en las redes sociales también supone que el resto del mundo comente (bien o mal) acerca de tus momentos de felicidad.