Cuando hace justo un año Riccardo Tisci decidió trasladar el desfile de Givenchy a Nueva York y abrirlo al público, parecía que las Semanas de la Moda estaban cambiando. Muchos diseñadores empezaron a sustituir entonces la tradicional pasarela por presentaciones alternativas, distintas, en general menos masivas y dirigidas a un público objetivo más concreto y segmentado -influencers, solo prensa, o fundamentalmente compradores- y muchos se preguntaron si iban a desaparecer las Fashion Weeks tal y como las conocíamos hasta ahora; o al menos polarizarse.Entonces el foco de atención cambió del formato, a las temporadas. Con una nueva manera de comprar imponiéndose ahí fuera parecía inevitable que el momento lo veo ahora, lo compro ahora llegara a los desfiles. Lo que ha hecho que la pasarela, al menos en Nueva York, ciudad que lidera el cambio en este sentido frente a la resistencia de París o Milán, haya transformado el pase de ropa en una plataforma más de venta directa.

Así lo han concebido esta temporada de Tom Ford a Tommy Hilfiger pasando por Thakoon. Tres de los nombres que han apostado por poner inmediatamente a la venta sus colecciones de temporada presentadas en pasarela además de por coronar sus desfiles con sendos eventos. El primero con una cena íntima en un exclusivo restaurante neoyorquino, y el segundo con un multitudinario show tipo feria organizado en un muelle del sur de Manhattan cerrado expresamente para la ocasión y que nacía, como ahora la gran mayoría, con vocación de tener mayor alcance y repercusión en las redes sociales -con Instagram y Snapchat como los principales aceleradores del fenómeno que le ha cambiado el ritmo al ciclo de las temporadas en la moda- que sobre "el terreno". En esta dirección va justamente el nuevo desfile-espectáculo. Porque ya no hablamos de los montajes tipo Chanel en París sino de esperados y sonados fiestones como los de Alexander Wang o experimentos como el de Kanye West, sin ser necesariamente tan fallido. A él le dio por meter a sus invitados en un autobús con rumbo a la Isla Roosevelt en plena hora punta de tráfico. Una vez allí las modelos de la simbólica performance dirigida por Vanessa Beecroft con la que abrió su desfile estuvieron más de tres horas bajo un sol de justicia, lo que provocó varios desmayos. Todo ello con el consiguiente desconcierto y mosqueo de varios periodistas de moda, hartos de la espera, que abandonaron antes de tiempo tan esperpéntica representación.West no es el único que ha trasladado esta temporada su desfile a la calle. Así lo han hecho también Rachel Comey o Rebecca Minkoff. Ambas han incorporado el fenómeno street style a su manera de presentar las colecciones. Minkoff con el factor añadido de poner a desfilar a aquellas que otrora ocuparan la primera fila de sus desfiles. Esto es: blogueras como la española Gala Gonzalez, Shea Marie o Chriselle Lim. En esta misma línea se sitúa J.Crew, firma que ha apostado por cambiar a modelos por rostros conocidos. U Opening Ceremony, convirtiendo su desfile en un mitin político a propósito de las próximas elecciones presidenciales en Estados Unidos, orquestado por modelos anónimos, fans de la marca, y varios actores de Saturday Night Live. Carol Kim y Humberto Leon son además de los que aprovechan los desfiles para poner de largo colaboraciones comerciales. Así lo han hecho ellos anunciando su próxima colección cápsula con Esprit. Así lo hizo Tommy Hilfiger con Gigi Hadid, y Alexander Wang respecto al inminente lanzamiento de su edición limitada para Adidas Originals (lo suyo es una jugada redonda; con anuncio, campaña y puesta a la venta de algunas de sus piezas en un solo acto).O más sibilinamente Victoria Beckham con su nueva línea de maquillaje para Estée Lauder.

A contracorriente van sin embargo nombres como Jason Wu o The Row. El primero decidió reducir el número de asistentes a su desfile del viernes pasado en el último momento y obviar la pasarela en pro de un formato de presentación más íntimo, al estilo de los salones de antes. Mary Kate y Ashley Olsen, por su parte, cambiaban el apartamento privado donde presentaron sus diseños la temporada pasada, por su nueva tienda en el Upper East Side. En el capítulo de presentaciones, Diane Von Furstenberg formalizaba estos días el traspaso de poderes al nuevo director creativo de su firma homónima, Jonathan Saunders, con una discreta presentación de estar por casa. Calvin Klein, por su parte, no desfila esta temporada a la espera de que se ponga en marcha la maquinaria Raf Simons. Si bien el gran público deberá esperar hasta la primavera que viene para conocer los primeros frutos de esta nueva etapa, la marca sí ha mantenido las habituales citas con compradores. Parece así que bien sea por exceso o por defecto, presentar ropa ya no es suficiente. O ya no sale (tan) a cuenta. Al menos en Nueva York. Parece que hay que reinventarse y diferenciarse pero sobre todo, y volviendo al debate sobre si tienen sentido hoy en día las Semanas de la Moda, hay que convertir los desfiles en un canal que llegue al consumidor final sin más filtros que los que impongan las propias firmas.