La periodista y escritora Ingrid Sischy ha fallecido hoy en el centro médico Memorial Sloan Kettering, víctima del cáncer de mama y tras varios años luchando contra esta enfermedad. Infatigable escritora y periodista de moda y arte, solo tenía 63 años y llevaba la mitad de su vida creando algunas de las historias más apasionante de su profesión para revistas como Vanity Fair, New Yorker o Interview, de la que además fue directora de 1990 a 2008. Compartía su vida con la también periodista Sandy Brant, a la que conoció durante su paso por Interview, con la que había contraído matrimonio hace escasas semanas y junto a la que firmaba sus reportajes en casi todas las ocasiones desde hace siete años, cuando ambas abandonaron abruptamente la revista.

Sería tarea sencilla rendir tributo al músculo intelectual de Sischy recordando algunos de los reportajes que ha firmado: ella fue la primera en conseguir la codiciada primera entrevista de John Galliano tras su particular vía crucis en aquel café parisino de La Perle y es la autora del perfil probablemente más exhaustivo de Alexander McQueen, titulado Artful Dodger en la revista New Yorker en 1995. Ha afilado su pluma descubriendo a los fotógrafos Robbert Mapplethorpe, Alfred Stieglitz o Bob Richardson, al diseñador Azzedine Alaïa, al insólito grupo de danza japonés Takarazuka Revue o a Nicolas Ghesquière cuando este llevaba tan solo tres meses sustituyendo a Marc Jacobs en Louis Vuitton.

En el obituario que el director de Vanity Fair, Graydon Cartier, le dedicaba hace apenas unos minutos, este hacía hincapié su incansable entusiasmo periodístico sea cual fuera la disciplina a desgranar: “Podía escribir de cualquier cosa, pero lo que más le gustaba era el arte y la moda, y se desplazaba entre ambos como una perpleja emperatriz. Tenía una mente brillante y una concentración envidiable cuando se sentaba a escribir. Era divertida, con un punto cotilla, pero nunca sin rastro malicia o codicia (…) Lo mejor de Ingrid sin duda era que, a pesar de ser amiga íntima de gente como Miuccia Prada o Karl Lagerfeld, cuando se sentaba a escribir contaba la verdad, y no una fantasía.