"La sostenibilidad es una problemática intrínseca a los tiempos en que vivimos"aseguraba Karl Lagerfeld entre bambalinas tras el desfile Alta Costura Primavera/Verano 2016 de Chanel. Un gesto que responde a la aparente preocupación mostrada de un tiempo a esta parte por los imperios textiles de ropa asequible y grandes grupos del lujo. Los mismos, estos últimos, cuya presencia en la última cumbre mundial sobre cambio climático celebrada justamente en la capital parisina a finales del año pasado, resulta de lo más significativa. No obstante: la textil es la segunda industria más contaminante del mundo, por detrás del petróleo.

Como consecuencia de ello, el grupo Kering publicaba recientemente el primer informe sobre el impacto que tienen en el ecosistema cada una de sus actividades. De los recursos utilizados por sus proveedores en la producción de ropa y complementos, a sus propias operaciones y actividad empresarial; de los materiales que usan en sus oficinas, al transporte, o la iluminación de sus tiendas . El mayor impacto en los procesos industriales del conglomerado que dirige Pinault viene justamente de la emisión de gases de efecto invernadero en relación a la cría de ganado bovino y ovino (para la piel y la lana), y de la cantidad de tierra y el gasto de agua necesarios para ello. Eso sin contar la fase de teñido de prendas y accesorios, una de las etapas más contaminantes. En este sentido, tanto Kering como su máximo competidor, el grupo LVMH, hace tiempo que empezaron a cambiar el cromo por sustancias vegetales. En bolsos como el Dionysus, uno de los superventas de Gucci gracias a la visión de su director creativo Alessandro Michele, han sustituido el PVC por el menos contaminante poliuretano en la confección de algunos de sus detalles. Un pequeño gran cambio a nivel de impacto sin ninguna repercusión a nivel estético. Y es que este es justamente uno de los lastres de la moda eco, tradicionalmente asociada a un diseño reñido con las tendencias y que como consecuencia de ello ha vivido hasta hace poco de espaldas al consumidor de lujo.

Livia Firth es la principal impulsora de un movimiento llamado a fusionar la ética ecológica con el glamour de los vestidos de fiesta (y joyas): el Green Carpet Challenge. Una iniciativa que el pasado septiembre culminaba con una bonita colección hecha a base de tejidos libres de agentes químicos ideada por el diseñador Erdem Moralioglu, y cuyos vestidos cuestan entre 2.000 y 12.000 euros.Stella McCartney, todo un referente del activismo medioambiental, no ha usado nunca pieles, y aún así sus bolsos, zapatos, y chaquetones sintéticos son de los más demandados del mercado.Por otro lado, firmas como Vetements consiguen vender lujosas prendas de estética callejera y urbana hechas, muchas de ellas, a base de tejidos reutilizados.Otro buen ejemplo es el del cantante Pharrell Williams, que no hace mucho se convertía en copropietario de G-Star Raw. Un acuerdo que llega tras dos años de colaboración entre la compañía holandesa y la empresa Bionic Yarn, propiedad de Williams, en la colección RAW for the Oceans. La misma que transforma plásticos recogidos del océano en hilo biónico, un tejido revolucionario con el confeccionan parte de sus originales vaqueros además de sudaderas, camisetas o gorras.

El pasado 10 de febrero H&M becaba con 300.000 euros un proyecto finlandés que ha inventado un disolvente para crear nuevos textiles a partir de residuos de algodón. Lo hacía en el marco de la primera edición del Global Change Award, promovidos por su fundación sin ánimo de lucro H&M Conscious Foundation. La cadena sueca fue de las primeras en incluir dentro de sus colecciones una exclusiva línea de ropa con conciencia ecológica. Además, el grupo sueco está detrás de una campaña de reciclaje pionera y muy exitosa - consiste en depositar en las tiendas de la cadena cualquier prenda usada, sin importar su marca, y a cambio, recibes un cupón de 5 euros de descuento en próximas compras superiores a 30 euros- que desde que se pusiera en marcha, en el año 2013, lleva recogidas 25.000 toneladas de prendas alrededor del mundo.

Inditex, por su parte, tiene entre sus objetivos de aquí al 2030 reducir la emanación de CO2 mediante proyectos de eficiencia energética y compensación de emisiones. Medidas que tal y como detalla en su "Programa de reducción de la huella ecológica en la cadena de valor Inditex", van de las "ecotiendas", a la renovación de vehículos, optimización de rutas y reducción de embalajes; consumo de agua responsable en los centros de producción, y sobre todo: diseños que además de incluir fibras orgánicas sean más inteligentes y tengan un impacto beneficioso en el consumo de energía durante la producción de los mismos (materias primas), en su fase de uso (como el lavado), y al final de su vida útil (reciclaje).Políticas que requieren de una grandísima inversión, así como de total transparencia a la hora de su implementación, para ser realmente efectivas.

El problema de todo esto es que la moda en general, y la moda rápida en particular, son casi por definición insostenibles.Y la cosa va a peor ahora que el nuevo sistema impuesto por los titanes de la industria pasa irremediablemente por la compra compulsiva e inmediata, lo que requiere una producción corta y rápida, abocada a generar cada vez más y más residuos. Sin ir más lejos, un mercado como el estadounidense compra cinco veces más de ropa por persona que hace 30 años y tira un 40% más de prendas que hace diez. Unos hábitos de consumo que se hacen extensibles al resto del mundo. En España, donde se calcula que el gasto en prendas de vestir crecerá un 26,4% hasta 2018, según un estudio publicado en 2014 por la EAE Business School, la media está en unos 8 kilos de ropa desechada al año por persona. Se estima además que de las miles de toneladas de productos textiles tirados a la basura cada año, el 95% podría ser reutilizado o reciclado. Así, cuando enseñas como Burberry o marcas como Mango anuncian que a partir de ahora basarán su estrategia de empresa en acelerar tanto los ritmos de todas sus colecciones que, entre otras cosas, estarán preproducidas antes de presentarse, una de las lecturas que podemos hacer, además de que nos van a crear deseo y necesidad por encima de nuestras posibilidades, es que reducirán considerablemente su sobrante. De nosotros parece que depende entonces única y exclusivamente contener ese impulso que nos empuja a comprar de manera tan irresponsable.