Preguntarle a una mujer si sería capaz de vestir igual todos los días puede resultar un asunto peliagudo. Por eso resulta tan llamativo que esta directora de arte lleve tres años vistiendo exactamente igual. Por norma general, el género femenino tarda un poco más en arreglarse. Hay que agradecerle a la historia la oferta de prendas formales más allá de la clásica camisa (de rayas) con pantalón–y al estilo working, por supuesto–. Según la profesión donde uno trabaje, hay unas reglas no escritas –llámese protocolo, llámese tradición– que dictan las coordenadas a la hora de vestirse. Los abogados apuestan por trajes de chaqueta que aumenten sus aires de profesionalidad, los arquitectos eligen camisas –y a veces tebas– para poder ir cómodo a visitar obras, los fontaneros acuden con su mono de trabajo para evitar mancharse la ropa, los periodistas –en este gremio hay de todo– se visten según donde trabajen, pero pocas veces se verá a una reportera sin camisa o blazer. El mundo de la moda es un claro terreno de nadie en lo que a formalidad concierne. Cerrar los ojos e imaginarse a directores de arte, copy, planners... Con camisas de cuadros, zapatillas Converse y gafas de pasta, no resulta descarado. Porque es una realidad. Y en este universo de vaqueros, sudaderas y colores, cada mañana Matilda Kahl –directora de arte de una de las mejores agencias creativas de Nueva York, Saatchi & Saatchi se enfrentaba al dilema que tienen muchas mujeres del mundo y que en su caso, suponía un verdadero problema: "¿Qué me pongo hoy?".

En este mundo de guerras de sexos –que a veces se lleva al extremo sin ningún por qué– aún hay mujeres que se preguntan qué llevar para que se las tome en serio. Matilda hablaba en primera persona en un artículo para la edición norteamericana de Harper's Bazaar de las preguntas que se hacía cada mañana a la hora de elegir un vestido o un pantalón. Fue en este momento de sentimientos encontrados –y sobre todo nervios– ante una reunión a la que llegó tarde por culpa de este problema, cuando esta directora de arte decidió hacer realidad la pesadilla de muchos amantes de la moda –y de muchos niños que van al colegio–: vestirse con uniforme. Matilda hablaba de esta decisión como poco original, porque ¿acaso los hombres no llevan un uniforme que se transforma en las palabras 'traje de chaqueta'?

15 camisas de seda blanca y otros tantos pantalones negros han sido el traje de esta directora de arte para los próximos tres años. Pero como en el mundo de la publicidad hay que diferenciarse del resto –porque lo que lleves puesto es también un reflejo de tu puesto: los copy son mucho más creativos, y los del departamento de cuentas siempre optan por ir más formal–, Matilda decidió customizar un lazo de cuero para colocárselo en el cuello, y aportar un toque made by Matilda. Todos los que hemos llevado uniforme hemos hecho algo para diferenciarnos: pintarse las uñas de azul –a juego con el jersey añil –llevar los mocasines azules –aunque el colegio dijera que tenían que ser negros– y llevar las zapatillas de fútbol a clase como una manera de desafiar las normas. Ir vestido igual todos los días no está reñido con mostrar –aunque sea mínimamente– tu carácter.

Pero, ¿el hecho de llevar la misma camisa y el mismo pantalón todos los días es un síntoma de que te pasa algo? Esta pregunta, que puede parecer absurda, le ocurrió a Matilda Kahl en su anterior puesto en Young & Rubicam –donde trabajó hasta noviembre de 2013–. Un amigo, preocupado por verla semana tras semana con el mismo binomio, estuvo trabajando para conseguirle un ascenso que le permitiera vestir de manera 'adecuada'. Anécdotas aparte, la protagonista confiesa sentirse más profesional –e incluso le ha ayudado a ganarse un ascenso–. Porque muchas veces, subirse a unos tacones, elegir un maquillaje concreto, o llevar esa camiseta que tiene un lugar especial dentro del armario, aporta ese plus de confianza que uno necesita algunas mañanas, aunque en este caso sea utilizar las mismas prendas siempre.

Tiempo después –tres años, concretamente– Matilda ha tenido que cambiar su uniforme por exigencias del guión. Algunas camisas –confiesa– han 'muerto' en la lavandería, y como cualquier prenda que se usa mucho, se han acabado rompiendo. Durante dos días enteros, la directora de arte estuvo en busca y captura de su nuevo atuendo que finalmente encontró en Zara –adorado conglomerado Inditex–. Allí encontró su camisa perfecta: con un corte diagonal de botones y cortes en las mangas. Repetida 15 veces, inclusó negoció el precio de las blusas – algo que nos invita a hacer siempre–. Al fin y al cabo, ya nada resuta tan disparatado. Esta decisión –que le ha ahorrado a Matilda mucho dinero y tiempo– supone para muchos algo prácticamente –que sea práctico es incuestionable– absurdo y que incluso esconde el mensaje que dice la ropa sobre tu forma de ser. Pero, ¿acaso Karl Lagerfeld no va siempre de blanco y negro –y con gafas de sol– y Marc Zuckerberg –dueño y señor de Facebook– se quita en algún momento su camiseta gris?