Nose, Mouth, Music, Audio equipment, Microphone, Music artist, Hat, Pop music, Singing, Music venue, pinterest
Madonna en un concierto de la gira Blond Ambition Tour de 1990 © Getty Images

Siempre ayuda el hecho de reducir cualquier tema a una simple lista. Un esquema que puntúe de menor a mayor, como los tres metales por medalla: bronce, plata y oro. Claro que no todo el mundo puede subir al podio; a los finalistas les toca el papel de accésit. Pero cuando de Madonna se trata, parece que hasta ser mentado es un premio en sí mismo. Sin embargo sólo a un afortunado trío le corresponde el podio de la gloria. Lo que la diva canta, toca o viste es al minuto un fenómeno de ventas; Madonna es la reina Midas de las tendencias. Un torrente magnético que arrastra a la compra a hordas de fans, y los de Madonna se cuentan por millones. No es de extrañar entonces que las mejores firmas de moda se peleen –a puñetazo limpio– por vestir tan mediática percha. Moschino, y el revival ochenteno e irónico de Jeremy Scott parecen deleitar a la diva últimamente. Un poco antes fue Riccardo Tisci para Givenchy, que tanto diseñó el vestuario de Sticky & Sweet Tour como el del mini-concierto en la Super Bowl. E incluso un poco antes, Gucci, Louis Vuitton o Stella McCartney. Pero como apuntábamos al principio, un triunvirato ha estado siempre a su lado y ha echado el resto por forjar la imagen de Madonna. Con el bronce, Dolce&Gabbana. El dúo italiano diseñó el vestuario para el Girlie Show Tour, y no sabemos qué fue primero si refrescar la imagen de Madonna –a base de camisas "setenteras", estampadas y coloridas– o augurarle a la firma de moda un éxito planetario. En segundo lugar está Versace. La casa de la Medusa ha vestido en infinitas ocasiones a Madonna. Y no solo eso, sino que ha hecho de la diva el estandarte de mujer ideal para la firma. Madonna ha aparecido en multitud de campañas, ha pisado alfombras rojas vestida por la casa y se ha fotografiado de Versace en las carátulas de sus discos. Pero siempre hay un número uno, una cabeza que ostenta la corona, el cetro y el trono. Y para Madonna el rey es Jean Paul Gaultier.

youtubeView full post on Youtube

Con el diseñador francés sucede algo similar. Ni la pléyade de rubias australianas: Kylie Minogue, Cate Balnchett y Nicole Kidman (ésta vestida de Gaultier al recoger el Oscar); ni las refinadas francesas: Catherine Deneuve y Marion Cotillard (tambien vestida por Jean Paul al recoger la estatuilla) hacen sombra al mito. El modisto vivió un verdadero idílio con Madonna, y aun a día de hoy sigue viva la llama del amor. Un díscolo créateur y una atrevida starlette se cruzaron un buen día y el resto es historia (de la moda reciente). La entrada en la década de los 90 no hubiera sido la misma sin el corsé de Blond Ambition Tour. Recostada en una cama de terciopelo rojo, Madonna se frotaba, se agitaba, se acariciaba el púbis (y toda ella) al son de Like a Virgin. "You make me feel shiny and new". Años de destierro desempolvados por obra y gracia del enfant terrible y la cantante. El corsé pasó de 0 a 100 en lo que tardaba Madonna es girar las manos en círculo sobre sus pechos. Unos conos que se grabaron a fuego en las retinas de todo el planeta. Lo mismo que sus nombres: Jean Paul Gaultier y Madonna. Pero hubo más, ella se subió dos veces a su pasarela –en una con los pechos al aire, en la otra paseando un perrito bichón dentro de un carro vintage–. Él le diseñó el vestuario para Blond Ambition, pero también para Drowned Worl Tour (2001), los vídeos Express Yorself (1989) y Open your heart (1986); y repitió con un nuevo corsé para el MDNA World Tour (2013).

Empeñado en jugar con muñecos, los padres de Jean Paul Gaultier le regalaron un osito de peluche. A Nana, como bautizó al osito, le confeccionó el primer corsé. La semilla de lo que aun estaba por brotar. Gaultier no cursó estudios de moda, ni nada relacionado; su escuela fue una obsesión viva y ardiente por la ropa. Con un paso por los talleres de Jean Patou y Pierre Cardin, Jean Paul Gaultier asimiló los procesos de confección y las técnicas propias de la costura. En 1982 fundó su propia casa de modas y empezó a construir un imaginario divertido, picante y desinhibido. El estilo marinero, el tartán, el camuflaje y los trajes de raya diplomática empezaron a tomar forma, amén del mítico corsé. Un batiburrillo de ingredientes que sazonados con su gracia y tino se volvían fantásticos. Para 1997 ingresó en la liga de la Alta Costura. Después siguieron las colecciones para hombre y la colaboración (por siete años, de 2003 a 2010) como director creativo para la línea femenina de la maison Hermès.

A Madonna le persigue el sustantivo reinvención. Y en cada lanzamiento, la diva renueva su piel. Si en los ochenta jugó con las mechas y la melena frizzy, la

Entertainment, Performing arts, Music artist, Pop music, Artist, Performance, Fashion, Performance art, Public event, Stage, pinterest
Gaultier firmó el vestuario de MDNA Tour. © Getty Images

s minifaldas de encaje y los medallones. En los noventa buceó en la provocación más subversiva. El sexo vende, y ella de eso sabe (de todo, de sexo y de vender). Entonces se encontró con él. Gaultier diseñó una perfecta panoplia para lanzar –alto y claro– el mensaje de Madonna. Ella buscando la sensualidad del cuerpo femenino, carnal y elástica como sacada de un cuadro de Lempicka. Él, con provocación y descaro, rescatando indumentaria boudoir mezclada con la exultante alegría de Pierre et Gilles. Una mezcla tan potente que con solo tres gotas del recuerdo de Bob Fosse y un par de sillas, no podía más que estallar y dejar boquiabierto a todo el mundo. Referentes de excepción que bien tratados, revisados y puestos al día forjaron la leyenda.

A día de hoy, Madonna se afana por revalidar su título de reina del pop. Jean Paul Gaultier hace lo propio, y reduce líneas mientras se centra en mantener vivo el negocio con dedicación a la Alta Costura, a los perfumes y a proyectos artísticos. La casa de modas anunció en primavera de 2015 su despedida del circuito prêt-à-porter. Jean Paultier Gaultier pertenece en gran parte al conglomerado perfumista catalán Puig, que adquirió la participación de la firma que tenía Hermès además de un 15% perteneciente al diseñador. Puig suma con Gaultier cuatro casas de moda (Carolina Herrera, Nina Ricci y Paco Rabanne son las otras tres). Ralph Toledano, director de la división de moda de Puig, afirma que el cierre del prêt-à-porter es una decisión única y exclusiva del diseñador. Cosa que también afirmaba el propio Jean Paul en su carta de despedida al WWD: "las imposiciones comerciales así como el ritmo frenético de las temporadas no dejan ninguna libertad, ni tampoco el tempo necesario para encontrar ideas nuevas e innovadoras".

La receta del éxito en el momento actual parece requerir necesariamente de tres claves: apostar por la alta costura (porque la calidad elimina cualquier tipo de competencia), la apuesta por los complementos (porque la intemporalidad del producto avala las ventas), y el océano de beneficio que generan los productos de belleza (amparados por la estela de la firma). Puig también tiene las licencias de los perfumes de Gaultier. A partir del 1 de enero de 2016 podrá explotar los perfumes del francés junto con otros ya míticos de la casa: Valentino, Prada o Comme des Garçons. En una cara transacción (se habló de 90 millones de euros), Puig compró a BPI –filial de Shiseido– las licencias de perfumes Jean Paul Gaultier.