La bola entre Meryl Streep y Chanel ya llevaba unos días rodando. En resumen, Karl Lagerfeld tenía un vestido de muchos ceros a la derecha hecho a medida para la actriz cuando el representante de esta le dijo que finalmente no contarían con su trabajo. Al parecer, según dijo el propio Lagerfeld a WWD, esa otra marca (que resultó ser Elie Saab) no solo la vestiría sino que, además, pagaría por ello. Cuarto y mitad de polémica, en bandeja. Comunicado de Meryl primero y disculpas del diseñador después, al parecer todo quedó en un mal entendido. Por si acaso, la actriz decidió anoche no posar en la alfombra roja e ir directa al patio de butacas. Al comienzo de la gala, el público le dio la ovación más grande, olvidando los líos de vestuario y recordando al mundo (por si acaso esto o el ataque de Trump en enero diciendo de ella que estaba sobrevalorada) que Meryl solo hay una.

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Emma Stone, de Riccardo Tisci para Givenchy. © Getty Images

Ella no vistió Chanel. Pero -con o sin relación con la polémica, quién sabe- tampoco lo hicieron ninguno de los grandes nombres de la noche, cosa poco habitual. Más aún teniendo en cuenta que la Alta Costura brilló especialmente entre las elecciones estilísticas de las nominadas de la mano de Emma Stone, Ruth Nigga, Nicole Kidman e Isabelle Huppert. Y aquí otro apunte importante: el de la protagonista de La La Land, ganadora de la estatuilla a Mejor actriz, sería el último diseño de Riccardo Tisci para Givenchy que paseara por la alfombra roja de los Oscars, después de que el creativo anunciara su retirada de la casa francesa hace menos de un mes. Así, el vestido, un entramado de minúsculos apliques dorados con falda en varios niveles de flecos de inspiración flapper, no fue solo uno de los favoritos de la noche, sino que marcaba, envolviendo a medida la silueta de la estrella, un dulce punto y final para uno de los capítulos más relevantes de la moda actual.

Y mientras esa puerta se cerraba, otra se abría: Laura Kim y Fernando García se estrenaban a las riendas de Oscar de la Renta en el evento estilístico por excelencia. Y lo hacían, precisamente, con quien cediera el relevo a Emma Stone, Brie Larson, con un diseño en terciopelo de prominente escote palabra de honor en pico y falda avolantada. Por su parte, Maria Grazia Chiuri jugó por primera vez sola compitiendo, desde Diorcon el que fuera su hogar, Valentino, y quien fuera su mitad laboral, Pierpaolo Piccoli por sumar puntos en las listas de ‘mejor vestidas’.

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Karlie Kloss, de Stella McCartney, luce además el lazo azul contra las políticas de inmigración de Trump. © Getty Images

En cuanto a gama cromática, el color triunfador fue el dorado; no tanto por el número de invitadas que lo vistieron, que también, sino porque consiguieron sacar con él su lado más refinado sin cruzar esa delgada línea entre lo que vale y lo que roza el temido disfraz Freixenet. El blanco, en clave minimalista, salió también bien parado gracias a las propuestas de cortes limpios de Stella McCartney (en percha de Karlie Kloss) y Calvin Klein, alzando a Naomie Harris como el perfecto ejemplo de que no hace falta ser princesa para ser una de las más elegantes de la edición. Año en el que, además, los excesos se podían contar con los dedos de la mano: apenas hubo transparencias (¿quién se olvidó de invitar a JLo?), los escotes más arriesgados fueron los de Michelle Williams y Emma Roberts -prácticamente iguales-, y el accesorio estrella fue, como no podía ser de otra manera, la reivindicación: un lazo azul para protestar contra las políticas de inmigración de Donald Trump.

Pero lo cierto es que, hitos de la industria de la moda aparte, la alfombra roja brilló más por el áureo de los vestidos que la recorrieron que por su convocatoria. Habituales de la gala como Sofía Vergara o Gwyneth Paltrow no hicieron acto de presencia; otras, como Meryl o Jennifer Aniston, no se dejaron ver y entraron al teatro sin pasar por la casilla de salida y cobrar el precio del flash; Natalie Portman, nominada (pero muy embarazada y, al parecer, sin esperanzas por hacerse con el señor de oro) no asistió, ni Amy Adams, cuya última cinta, La llegada, estaba más que nominada en varias categorías menos en la de Mejor actriz. Ni Jane Fonda, ni Helen Mirren, ni Jennifer Lawrence, ni Angelina, ni Jessica Chastain, ni Cate Blanchett… Ni siquiera nuestra Pe. Una plantilla que ha hecho de este evento algo icónico y cuya ausencia anoche se trató de solventar con una buena hornada de nuevas generaciones, modelos y presentadores.