Las (mejores) joyas de la corona
Forman parte del legado que les dota su linaje; las joyas más impresionantes de las casas reales europeas. Fabulosas creaciones, diseños irrepetibles y leyendas únicas detrás de cada pieza. Estas son las veinte más destacadas.
Forman parte del legado que les dota su linaje; las joyas más impresionantes de las casas reales europeas. Fabulosas creaciones, diseños irrepetibles y leyendas únicas detrás de cada pieza. Estas son las veinte más destacadas.
Casa Real de Holanda
La primera Casa Real en aparecer en esta galería –y lo hace por méritos propios– es la de Holanda; ahora con Máxima Zorreguieta a la cabeza del trono. La argentina, divertida y aplicada, no se amilana ante el empaque de los ejemplares que tiene en el joyero y no duda en sacar a pasear lo mejor de él. Lo hace a menudo, porque desde que ella es reina no le han faltado ocasiones para lucirlas pero tampoco ha desaprovechado ninguna. En cada acto de gala que ha presidido o ha participado ha dado buena cuenta del poderío holandés.
Con motivo de la coronación de su marido lució lo más destacado, y entre las piezas que se escogieron para los distintos actos, una fue esta. Las piedras preciosas que destacan entre los diamantes son intercambiables, pero acostumbran a ser rubíes. Así la lucieron casi siempre su suegra y la abuela de su marido. © Getty Images
Casa Real de Holanda
Cuando su suegra abdicó en su marido la corona de Holanda se dio el pistoletazo de salida a la grandilocuencia joyera, y es que las mejores piezas se reservan hasta que se estrena en el reinado; de princesa se labra el camino meritorio.
Súbditos y seguidores salivaron de gozo ante el derroche de brillo con la tiara de zafiros. 31 zafiros y 655 diamantes elegantemente distribuidos en un diseño de la joyería Mellerio que entró al archivo de la Casa Real a finales del S.XIX. La pieza central, un gran zafiro de 44 quilates, ya pertenecía a la familia pero entonces formaba parte de un broche. © Getty Images
Casa Real de Holanda
Hay que contener el aliento ante el bandeau de diamantes que luce Máxima de Holanda en la imagen. En su origen fue un collar con 34 diamantes, pero la reina Guillermina lo convirtió en esta fina –e imponente– tiara montada en platino. Es una de las favoritas de Máxima, y la reina no duda en lucirla siempre que puede. De lejos y con diferencia, la joya más espectacular de la galería. Como la reina que la luce; una tiara "máxima". © Getty Images
Casa Real de España
La tiara de la Flor de Lis es la joya más famosa, más destacada y de la que más información se ha recabado de cuantas conforman el joyero real español. Es un diseño de la casa madrileña Ansorena además de un regalo del rey Alfonso XIII a la reina Victoria Eugenia. Como "joya de pasar" (para ser heredada de generación en generación) se la ha tenido, y la tiara de la Flor de Lis ha alcanzado un rango mayor con las consortes de la familia Borbón: se ha utilizado como un emblema patrio, usándose en las grandes recepciones de estado. © Getty Images
Casa Real de España
La tiara de Flores es uno de los diseños más bellos dentro de la Casa Real. La que usó la princesa Cristina en su boda con Iñaki Urdangarín y la que lució la reina Letizia en la boda de Victoria de Suecia. Se desconoce el origen exacto de su diseño y fabricación, pero se ha convertido en una pieza destacada para la familia real española. © Getty Images
Casa Real de España
Cierto que no se trata de la imagen más halagüeña. Pero sirve para señalar dos de las joyas más valiosas en el archivo de la Casa Real española: la tiara Cartier y el collar de chatones. Del collar ya nos ocuparemos después, veamos ahora la tiara.
La tiara Cartier –ya el nombre releva la procedencia– cuenta con un diseño muy al gusto de la época, durante el reinado de Victoria Eugenia. Ha sufrido varias modificaciones, y aunque se concibió como un conjunto de perlas y diamantes, durante un tiempo las perlas fueron reemplazadas por esmeraldas. © Getty Images
Casa Real de España
Empezó siendo un collar compuesto por treinta chatones y confeccionado por la joyería Ansorena; un fabuloso regalo del rey Alfonso XIII a la princesa Victoria Eugenia. Y que además fue "creciendo" con el tiempo, porque cada vez que el rey le regalaba un diamante a su esposa, esta lo añadía a la cuenta de chatones. Y así hasta llegar a la cintura.
El collar, impracticable en su fastuosidad, fue dividido en tres collares menores. Y aunque durante algún tiempo la versión más pequeña –la que heredó el infante don Jaime– estuvo fuera de palacio, ahora vuelve a formar parte del joyero real. © Getty Images
Casa Real de Bélgica
Es "la joya de la corona" de la Casa Real belga, la tiara del Imperio. La pieza más destacada, la más imponente y la que se reserva para las ocasiones más singulares; un privilegio del que solo pueden hacer gala las reinas del país.
La tiara fue regalada a principios del pasado siglo por el pueblo belga a la princesa Astrid, la esposa del Rey Leopoldo III. Y aunque se mantuvo la estructura de la joya, el diseño varió porque la tiara cuenta con dos partes: una base a modo de bandeau con una cenefa y otra con un remate de once diamantes –por las nueve provincias belgas, el Congo y la capital, Bruselas–. Así, la tiara puede lucirse solo con el bandeau o con el bandeau y el remate, lo que añade esplendor y empaque. No fue hasta 2015, con motivo del cumpleaños de la reina Margarita de Dinamarca, cuando Matilde de Bélgica apareció con la tiara al completo.© Getty Images
Casa Real de Bélgica
El día de la boda las princesa suelen coronarse con las tiaras sencillas, las más discretas de cuantas campan por los joyeros reales. Pero en concreto la tiara que Matilde lució el día de su boda con el príncipe Felipe de Bélgica es una de las más bonitas. Discreta, con un diseño geométrico que tanto vale para usar sobre la cabeza como de gargantilla y únicamente compuesta por diamantes montados sobre platino. © Getty Images
Casa Real de Dinamarca
No es común ver el conjunto al completo, por ello cuando aparecen tiara, gargantilla, pendientes y broche la ocasión bien merece recordar la leyenda. Porque claro, con tantos ríos de tinta sobre estas joyas y tan poco "negro sobre blanco" el origen incierto es pasto de leyendas.
Cuentan que la tiara fue un encargo de Napoleón, a la que fue su novia: Desideria Clary. Clary contrajo matrimonio con el heredero al trono de Suecia y Noruega. Entonces la joya permanece en la casa real sueca hasta que la bisnieta, Luisa, se casa con Federico de Dinamarca. Y así es como ha llegado a la reina Margarita y de ahí a la esposa de Federico, Mary Donaldson. © Getty Images
Principado de Mónaco
En el principado de Mónaco todo es glamour, y la princesa Carolina su mejor embajadora. Se ponga como se ponga su hermano, el príncipe heredero Alberto o la mujer de este, la ex-nadadora sudafricana. Y punto. Dicho esto, no hay tête en palacio más acertada que la suya para lucir las joyas de la casa, y siempre lo suele hacer del mismo modo: con la tiara de su abuela a la cabeza y la Tiara Fringe (de su abuela también) del revés y como gargantilla. Si a esto se suma que Carolina es la hija de Grace Kelly –a poco que uno herede el adn corre por las venas– y que Karl Lagerfeld la colma de alta costura, pues para qué queremos más. © Getty Images
Ducado de Luxemburgo
Es inversamente proporcional el tamaño del país a la grandeza de esta tiara. Enorme, altísima. La Gran Duquesa María Teresa –también inversamente proporcional a la joya– la reserva para los actos más importantes de su agenda. Más de una docena de increíbles diamantes engastados entre una estructura de flores dispuestas en vertical. © Getty Images
Casa Real de Suecia
Este derroche de poderío de la Casa Real Sueca lleva por nombre Tiara Braganza, en honor al emperador que la mandó hacer. La Tiara, aunque ha estado ligada innumerables veces a la historia de los suecos, permaneció en una especie de letargo hasta que llegó la reina Silva, cuando se desempolvó y se le volvió a dar el lustre y el empaque que merece. Como es de justicia. Es de quitar el sentido, y como tal se reserva únicamente (como la mayoría de los casos en esta galería) para los eventos más singulares. © Getty Images
Casa Real de Noruega
Es propio de una novela de misterio, cómo las joyas reales van trazando su camino entre países, apellidos y linajes. Esta tiara en concreto, con fastuosas esmeraldas, fue confeccionada a petición del emperador Napoleón. Y terminó en las arcas de la Casa Real Noruega; así funciona esto. Ahora es la pieza favorita de la reina Sonia. © Getty Images
Casa Real de Reino Unido
Más que una corona, hablamos de un icono británico. La Corona Imperial del Estado supera las fronteras del Reino Unido –y de la Commonwealth, vaya– porque en su magnificencia epata al mundo entero. Y no es para menos, que como una pieza clave –también en la vida política– viaje en carruaje del London Tower a Wenstmister cada año para la apertura del Parlamento. Instituciones con abolengo y estricto protocolo no faltan en Albión. © Getty Images
Casa Real de Reino Unido
Estaba claro que iba a ser el centro de atención, los ojos del mundo entero estaban puestos sobre ella. Ya sabíamos que el vestido había sido diseñado y confeccionado en los talleres de Alexander McQueen y que la mayor del clan Middleton había afinado la silueta –proteína mediante– gracias a la dieta Dukan. Por tanto sólo quedaba desvelar el nombre de tan afortunada tiara, la que iba a quedar unida para siempre a la cabeza de Kate: la tiara Scroll.
La joya en cuestión fue obra de Cartier, y un regalo del padre de la reina actual a su madre. Después la heredó ella, aunque la usó poco. No así su hija, la princesa Ana, que sí se dejó ver varias veces con ella. La joya aguardó paciente hasta 2011, cuando una mañana de abril volvió de nuevo al foco coronando la tez de Kate Middleton. © Getty Images
Casa Real de Reino Unido
No es tanto la joya como la mueca, los protagonista, el lenguaje no verbal; toda una imagen para enmarcar. Y ojalá que se cumpla la promesa y la próxima temporada de Feud nos traiga las desavenencias, las disputas, y las riñas (valga la redundancia) entre Carlos y Diana.
En la foto se palpa el hastío, el hartazgo de lady Di, faltaba poco para anunciar la separación. Y no solo se vaticina por su mohín, sino por su look; tan acertadas elecciones se empezaron a producir solo al final de su matrimonio, cuando la separación se convirtió en inminente. En su cabeza, la tiara Cambridge, la que más veces lució lady Diana Spencer. © Getty Images
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