China, sinónimo de prosperidad. En Tung Choi y Mong Kok, dos de las calles comerciales principales de Hong Kong, tiendas como Cartier, Gucci o Burberry eran auténticos núcleos de reunión (e inversión) estos años. Una procesión continua de monederos rebosantes y mentes propensas a los excesos. En España se notaba: Los ciudadanos procedentes del gigante asiático se convertían –este año– en los principales consumidores del mercado del lujo, acaparando el 30% del gasto en productos de alta gama. La consultora Bain&Company preveía que las compras realizadas por esta población alcanzarían los 70.000 millones de euros al término de 2015. "En 2014, de los 65 millones de viajeros que llegaron a España, 300.000 eran chinos", comentaba Ricardo Alcón, responsable de la división de lujo de Bain&Company, al diario El País. El pronóstico era, cuanto menos, positivo. Ya no.

Numerosas empresas occidentales productoras de artículos de lujo eran duramente vapuleadas por el Banco Popular de China la semana pasada. La razón: El banco central chino decidía devaluar el yuan un 3% frente al dólar en tan sólo dos días. Como es obvio, la devaluación de una moneda siempre tiende a dar impulso a los productores nacionales en detrimento de las importanciones internacionales –x ingreso en yuanes de pronto vale menos dólares (o euros), por lo que los artículos producidos en Estados Unidos o Europa son, inmediatamente, más caros. Los tiempos de auge del lujo en China parecen hoy una simple anécdota. El pasado lunes –que se conocerá históricamente como 'lunes negro'– la Bolsa se hundía un 5,01%. No es cualquier cosa. Se archivaba en medios internacionales como la mayor caída en tres años. Las bolsas asiáticas vivían una jornada de cuantiosas pérdidas – el desplome en Shangai superaba el 8% y, en Tokio, el 4,5%. Esto, evidentemente, sacudía a Europa: la desconfianza en la economía asiática nos arrastraba. Todo por aquella devaluación – y los consiguientes factores externos.

La moda (y el lujo) siente y padece tal depreciación. El efecto de estos males en los compradores chinos –que constituyen hasta un tercio del gasto mundial en productos de alta gama– ha sacudido a inversores y marcas de lujo a nivel mundial. El parón económico en las grandes avenidas se producía pronto. La tranquilidad que se vive desde el lunes en Times Square y otros grandes focos del consumo pintan un marcado contraste con el gasto febril de los últimos años, cuando China, en ascenso, parecía ser insaciable en lo relativo a bolsos de Chanel y pañuelos de Hermès.

Con la devaluación China, los principales inversores del mundo no podían más que sentarse a esperar una drástica caída de sus ingresos. Salvatore Ferragamo, Richemont, LVMH y Burberry eran sólo algunos de los grupos que experimentaban una caída del 5% en el precio de sus acciones. Analistas del banco alemán Deutsche Bank elaboraban hace unos días varias gráficas mostrando cúan dependientes de China son los minoristas del lujo a nivel global. Entre el 10% y el 20% de los ingresos de las grandes marcas de lujo dependen del gigante asiático.

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Análisis de Deutsche Bank

Las cifras se incrementan si atendemos a los consumidores chinos en lugar de a las ventas que emanan del país. Eso incluye a viajeros acaudalados que podrían estar de compras en Hong Kong, Japón o Europa. Así es como se vería.

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Análisis de Deutsche Bank

A pesar de que estas ventas no vienen del interior de China, están inevitablemente relacionadas con el éxito de la economía del Estado soberano de Asia oriental. Tener en China una base sólida de ventas ha sido durante años –y para muchos– objeto de paz y prosperidad. Mientras las ventas se estancaban en el resto del mundo, los consumidores chinos, especialmente aquellos con fácil acceso al sector del lujo, no paraban de gastar. Hoy, la cosa cambia. La desaceleración económica del país se evidenciará (todavía más) en un futuro muy próximo.

La conclusión, aunque dramática, la señalaba The Financial Times hace unas horas: El lujo va a cambiar. También la forma de venderlo. Ahora, la clave será saber colocar chalecos antibalas a quienes antes compraban elegantes gabardinas.