Hay cosas que no se pueden comprar con dinero. La emoción extática que el público ha atestiguado en la última jornada de la 62ª edición de la pasarela madrileña, cortesía de Juan Duyos, es sin duda una de ellas. 20 años lleva el diseñador presentando sus delicadas y oníricas propuestas. Dos décadas en Ifema, 40 desfiles a sus espaldas y 20 vestidos a modo de síntesis, que atavian a sus musas reconocidas y más queridas por el público patrio. Judit Mascó, Nieves Álvarez, Almudena Fernández, Vanesa Lorenzo Verónica Blume, Laura Sánchez, Madeleine Hjort, Marina Pérez, Cristina Piaget y Helena Barquilla. Diez rostros que han marcado, para Duyos y para la moda española, un momento de luz en su historia. Entre bombos transitorios de modelos juzgables por su afección virtual y la actual tendencia de asexualizar los géneros, la del madrileño supone una auténtica explosión de energía cargada de sensualidad, carácter y feminidad. Con el más que oportuno Freedom, de George Michael, tronando en la pasarela, el saludo de Duyos al público junto a sus musas, vistiendo una camiseta de Davidelfín en señal de tributo, será sin duda la imagen más emotiva y perdurable de estos cuatro días.

La libertad es otra de esas ventajas que carecen de precio. Alvarno, pareja creativa formada por Álvaro Castejón y Arnaud Maillard, usan este vocablo para delinear su situación actual. En junio del año pasado se despedían dela casa francesa Azzaro, donde habían aterrizado como directores creativos en 2013. Un descanso tras tres años de doblete que, aseguran, les ha servido para disfrutar sin privaciones. La imagen de este período es el escarabeo, símbolo de la mitología egipcia que representa el Sol Naciente y que tiñe de oro el eje argumental de su propuesta. El coleóptero, arguye Álvaro Castejón, “cuya labor implicar el arrastrar una bola que aumentando cien veces su peso, siendo su resistencia admirable. Algo así nos ha ocurrido a nosotros, que hemos crecido muchos estos siete años y queremos poder con ello y dar el salto internacional que soñamos ahora”. Ese escarabajo pelotero ornamenta suntuoso las prendas con reminiscencias de los años setenta, el maquillaje a imagen de faraonas egipcias en las modelos y sendos vestidos de mangas avolantadas, evidencia del obsesivo perfeccionismo del dúo. “No hacemos ni una sola feria, pero ya tenemos citas con clientas para esta colección”, zanja orgulloso Maillard. Algunas de esas, a juzgar por la colección, seguro vendrán de Oriente Medio.

Una imagen evocadora abría la pasarela horas antes. Porcelain, que así se llama la propuesta de Antonio Burillo y Juan Carlos Fernández en The 2nd Skin Co., es una llamada al orientalismo que ya plasmó Paul Poiret en su línea Directorio de 1909. “Las escenas de los estampados nos trasladan a Asia, a las imágenes reflejadas en los jarrones de porcelana y a la emocionante ruta del comercio que se dio entre oriente y occidente del preciado producto”, conceden. La fórmula que ha conquistado a personajes como Jennifer Lopez, Petra Nemcova o Sophia Bush al otro lado del charco quiere ahora reinventarse. Y lo hace con estampados chinoiserie, faldas corola y una orgía de colores llamativos que evidencian la llamada de Oriente. Curioso que, dada su obstinación exótica, nunca un kimono asiático haya tenido una pinta tan de Hollywood Boulevard.

En cuestión de musas, a Jorge Vázquez le vale todo. Tras amasar memorias de África en Mogambo (su colección primavera-verano 2017) y hasta quimeras asiáticas en L’Oriente (otoño-invierno 2016), estas llegan ahora del circo. El surrealismo que tan bien capturó la fotógrafa Diane Arbus y el filme de Todd Browning La parada de los monstruos (1932) adquiere en el diseño de Vázquez una visión más edulcorada y romántica. No obstante, mezclar leopardo con lentejuelas y flores silvestres en una sola pieza tiene también su punto circense. Los rombos y el exceso de color que habitan la feria del modista de Betanzos sirven para crear vestidos con transparencias, faldas avolantadas y trajes de chaqueta bajo los que uno puede vislumbrar calcetines de rayas, por razones de guión. Una mezcla lúdica y que, si bien puede ser exacerbada para los más escépticos, aplaude desde primera fila su séquito de forofas.

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¿Qué es la modernidad? Esa pregunta resuena de entre lo que Juanjo Oliva (Madrid, 1971) quiso expresar con la reinvención de su enseña. Esta, rebautizada Oliva y de marcada intención juvenil, se desmarca del prêt-à-porter que elabora en exclusiva para El Corte Inglés en una entrega de prendas sin género. “Que no unisex”, señala antes entre bambalinas. Androginia y reciclaje en vaqueros remachados con volantes, sudaderas de Converse y estampados de alfombra que Oliva y su pareja, Jeff Bargues, encontraron en un viaje a Marrakech. A fin de cuentas, la modernidad como antídoto a estancarse nunca es una mala elección. Y si es gratis, mejor.