Tronaba París el 1 de octubre de 2012, día cero de la era Slimane en Saint Laurent. Los enormes focos de escenario, el compás de Daft Punk y una orda de modelos enfundadas en conjuntos de esmoquin, sombreros de ala ancha, cuero y lentejuelas sembraron la polémica. ¿Qué respeto ofrecía aquello hacia el legado de Yves? ¿Cuál era su continuidad con las bases sentadas por Stefano Pilati? Ese desfile sería el germen de la doble faz en su trayectoria posterior: un meteórico ascenso comercial que paradójicamente provocaba sentimientos dispares entre la crítica, mientras era imitado en el mórbido low cost a velocidad enfermiza.

Nunca, en estos tres años y cinco meses, ambos caminos habían conectado tanto como en lo que anoche aconteció en el Palacio Sénecterre de París, nueva meca de la recién inaugurada costura de la casa Yves Saint Laurent (sí, Yves incluido) hoy orientada a músicos, artistas y amigos de la firma. Celebrado en un silencio sepulcral solo roto por la dicción Bénédicte de Ginestous (quien ya narró los desfiles de costura de la firma entre 1977 y 2002), Hedi Slimane ofrecía una serie de 42 conjuntos combinaban, al fin, la era de Yves con la decadencia de su adorada California. Un desfile que, si bien, puso de nuevo al público y a la crítica de acuerdo, esconde muchas más claves capaces de hacer que muchos vislumbren algo más sobre el futuro de firma y creador, que el 5 de julio cumplirá 48 años.

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© Hedi Slimane

Benditos ochenta. En esta procesión de tres años, ha habido lugar para mucho. Hemos podido ver odas al grunge de cárdigans agujereados y la estela de la cultura adolescente californiana que habita las infinitas avenidas de Los Ángeles. Las camisas de cuadros, las medias de rejilla rotas a conciencia, las perfectos de cuero como uniforme universal. Pero el verdadero protagonista anoche era el maximalismo ochentero: las hombreras que despegaban verticales en volantes y lentejuelas (asimetrías incluidas), los vertiginosos escotes en V, los minivestidos de cuero.

Un déjà vu en piel. Aunque en rojo y azul klein, dos abrigos de piel trazaron incluso una línea de conexión temporal entre el discurso de Slimane y los años dorados de Yves. Las dimensiones y la textura de estas dos piezas emulaban a los de Liberation, la colección que el maestro presentó en la rue Spontini de París el 29 de enero de 1971, germen de lo que hoy entendemos como moda retro. No es la primera vez que se reverencia su legado: Naomi Cambell ya hizo lo propio en el desfile de alta costura de 2002, cuando salió a desfilar con el mismo abrigo en aquella despedida del creador en el Centro Pompidou de París.

Vuelta a la alta costura. El palacio de Sénecterre, en el número 24 de la parisina rue de L'Université, ha sido el lugar elegido. Dicho edificio captó la atención de Slimane por primera vez en enero de 2013, y durante un año y medio ha sufrido una profusa reforma junto a la restauración de su patio interior, un jardín del siglo XVII. Es la primera que una colección ve la luz en los salones privados del espacio inaugurado en la orilla izquierda parisina, bautizados cada uno por su función: Salón de Honor, Gran Salón de Costura, Pequeño Salón de Costura, La Gran Escalinata y El Salón Musical.

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Imagen del Palacio de Sénecterre. © Hedi Slimane

Segundas partes nunca fueron buenas. Muchos acuñaban que este desfile conforma una segunda parte de lo que ya vimos en Los Ángeles el 10 de febrero, pero la firma no incide en la continuidad de una colección en otra, sino que esta se trata de una propuesta independiente y bautizada como La Collection de Paris.

Silencio, se desfila. Lejos de los ritmos de Daft Punk, The Oh Sees, Sam Flax o la banda adolescente Cherry Glazerr, un silencio gobernaba cada uno de los salones al ritmo que las modelos los atravesaban. El único ruido procedía de una voz femenina, la de Bénédicte de Ginestous, que dictaba y describía cada una de las prendas tal y como hiciera para Yves entre 1977 y 2002. Minutos antes, Pierre Bergé introducía el desfile micrófono en mano con la frase: "El desfile va a empezar".

La colaboración. Siguiendo la tradición de aupar el trabajo de nuevos artistas que le procede, Slimane ha colaborado con el pintor Alexander Muret. Éste, según informaba la casa, ha inspirado al diseñador a través de su obra Lessons in dance school 2. La colaboración se palpaba en una chaqueta de cuero dibujada por trazos en blanco y negro, que el propio artista apenas tardaba segundos en subir a su perfil de Instagram.

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La belleza, eje perenne. Una de las claves que señalaba la firma eran los factores de belleza para las modelos: ojos en negro ahumado, labios perfectamente rojos y melena mojada peinada hacia atrás, recordando a las mejores sesiones fotográficas de la era Helmut Newton. Didier Malige se hizo cargo de la peluquería, mientras que Aaron de Mey hizo lo propio con el maquillaje.

Coordinación 3.0. Ni un detalle queda fuera del alcance en un desfile que ya se perfila histórico para el trienio de Hedi en YSL, y las redes sociales no iban a ser menos. En el momento en que una modelo aparecía en los salones de Sénécterre, la firma subía una fotografía a su Twitter oficial con un retrato previo de la misma modelo vestida con ese modelo exacto, su número de salida (42 en total) y su nombre, fotografiada por Hedi Slimane semanas antes en un estudio fotográfico.

El colmo del lujo. Cada asistente al desfile –poco más de un centenar– tenía su nombre y apellidos gravados en placas metálicas, atornilladas en las sillas que recorrían los salones de Sénecterre.

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© Cortesía de Yves Saint Laurent
El desfile, al completo
La alta costura de Hedi Slimane para Yves Saint Laurent