Ruta virtual por 'Fashion Forward', la exposición del año en París

UNO DE LOS SISTEMAS más infalibles e inmediatos para identi!car los rangos de nobleza durante los reinados de Luis XIV (1643-1715) y Luis XV (1710-1774) consistía en fijarse en la complejidad de los bordados del vestuario. Las prendas de la corte, ajustadas a un estricto sistema de clases, ponían de manifiesto la importancia de quien lo llevaba. Este robe à la française (que consta de falda, brocado frontal y cuerpo), datado a finales del siglo XVIII, proviene del guardarropa de una mujer con una excelente posición social.

Charles Frederic Worth (1825-1895) fue el primer diseñador en firmar y etiquetar sus creaciones. Su trabajo propició el nacimiento de la alta costura en París, ya que organizaba desfiles cada seis meses (a saber: en primavera y otoño) para que sus potenciales clientas descubrieran las prendas. Este vestido, de 1885, resume los elementos característicos de su obra: tejidos excepcionales, opulentos diseños de gran tamaño y una cintura fina que resalta aún más con el uso de la crinolina bajo la falda.

Este abrigo de seda, atribuido a Jacques Doucet (1853–1929), perteneció a Cléo de Mérode, bailarina en la ópera de París y una de las mujeres más hermosas de la Belle Époque. Entre los atributos más comentados de su belleza, estaba la finísima cintura de la que presumía. El bordado de perlas negras sobre la prenda crea una imagen abstracta que avanza la llegada del Art Nouveau.

Elsa Schiaparelli (1890- 1973) lanzó Phoebus, una capa fucsia –shocking pink, en su lenguaje creativo– en otoño de 1938. El gran sol bordado en la espalda hace referencia a Luis XIV, el Rey Sol, en una presentación dedicada a la astrología y el zodiaco. Afín al Surrealismo y otros movimientos artísticos, a ella se le debe el desarrollo de colecciones temáticas.

Presentado en la primavera de 1953, este vestido de noche ejemplifica el titánico trabajo de Christian Dior (1905-1957) a la hora de recuperar una industria mermada tras la Segunda Guerra Mundial. Se inspiró en el estilo de Worth (piezas suntuosas y, en este caso, "orales) y fomentó la utilización de prendas diferentes para cada hora del día. Un sistema que no solo le permitía crear más vestidos, sino que encima obligaba al consumidor a comprar más.

André Courréges (1923-2016) aprovechó lo aprendido como primer sastre en Balenciaga cuando, en 1961, se lanzó a presentar su propia marca. Este traje, de la primavera de 1965, aúna el futurismo característico del francés con una !nísima labor de costura que reduce la silueta a la forma más pura. Además, abogó por la comodidad del pantalón (por aquel entonces mal visto) en la vida diaria de la mujer.

En la primavera de 1996, Chanel presentó un vestido de alta costura en cuya elaboración se habían invertido 1.200 horas. A pesar de que la obra no es de Gabrielle Chanel (1883-1971), sino de Karl Lagerfeld (director creativo desde 1983), contiene algunos de los grandes emblemas de la casa: bordados de Lesage, la silueta que recuerda a la década de los años treinta, pliegues imitando los paneles Coromandel del célebre apartamento de la fundadora…

Si una pieza pudiese resumir toda la muestra, sería uno de los vestidos rojos que Comme des Garçons propuso para la primavera de 2015. Con la noción de guardainfante (el predecesor de la crinolina), la japonesa Rei Kawakubo combinó el volumen del siglo XVIII con tonos rojos más propios del siglo XXI. Y vino a resumir la historia de la moda tal cual la conocemos: nutrirse de lo anterior para crear lo siguiente. Continuará.