Parece que han pasado siglos desde que los diseñadores presentaran sus propuestas en la privacidad de sus talleres ante un selecto grupo de clientes y expertos. Los desfiles no sólo se han convertido en macroeventos repletos de caras famosas y retransmitidos en directo, también se han multiplicado. Si la gente que no es aficionada al fútbol se pregunta por qué hay un partido en la televisión cada noche, los que no están al tanto de la moda no entienden por qué los medios reseñan un nuevo desfile casi cada mes.
Usualmente, las firmas realizaban dos desfiles al año: primavera/verano y otoño/invierno. Aquellas que poseen una línea de alta costura, sumaban otras dos presenciaones estacionales a las de prêt-à-porter. Como mucho, realizaban cuatro desfiles al año. Desde finales de la pasada década, casi todas realizan cuatro, seis y hasta ocho presentaciones en un año. El calendario tiene hoy más fechas tachadas en rojo que días en blanco.
La causa de esta proliferación de novedades hay que buscarla en el low cost. Desde que una colección desfila hasta que llega a la tienda pasan seis meses. Demasiado tiempo, si tenemos en cuenta que las presentaciones se reseñan en los medios (y se destripan en las redes) minutos después de ver la luz. Hay que luchar contra el olvido, contra el aburrimiento y contra los clones que, semanas después, ocupan los escaparates de las grandes cadenas. En cualquier caso, el panorama no parece que vaya ralentizarse a medio plazo. Más bien todo lo contrario. Por eso, he aquí un breve manual para aproximarse al estado de la industria actual:

Desfiles clásicos
Primavera-verano / Otoño-invierno: Ocupan las semanas de la moda tal y como las conocemos. Normalmente, primero acontecen en Nueva York, después en Londres, Milán y finalmente París de forma bianual. En febrero, se presenta el otoño invierno siguientes (ya que las prendas llegan a las tiendas a finales de agosto, cuando las rebajas de verano dan sus últimos coletazos). En septiembre se inician los desfiles de la primavera del año siguiente (que se comercializan en febrero). No obstante, hay excepciones. Y cada vez son más las marcas que permiten encargar las prendas en el mismo momento en que estas salen a desfilar. Es el caso de firmas como Burberry o de aquellas que se comercializian dentro de la tienda online Moda Operandi. No llegan a nuestros armarios en días, sino en cuestión de semanas, pero de esta forma las empresas se aseguran las ansias de novedad de la clientela antes de que otras enseñas se interpongan en su camino y capitalicen su creatividad.
El ritmo frenético del consumo también ha propiciado que las diferencias entre la ropa estacional poco a poco se vayan difuminando. Algunas colecciones de primavera contienen abrigos y botas, en algunas de otoño aparecen vestidos de tirantes. El acto de consumir y reservar para la temporada propicia se impone frente al de comprarlo que se necesita cuando se necesita.

Colección resort o crucero
La clientela rica sirvió al principio como excusa para lanzar estas colecciones. De hecho su nombre viene de las vacaciones en islas paradisíacas que se toman los millonarios en mitad del invierno. Se presenta durante el mes de mayo y llega a las tiendas entre noviembre y diciembre. Pero ya no sólo contiene bikinis o prendas veraniegas, sino piezas de todo tipo que, en ocasiones, sirven para adelantar las tendencias que van a verse en su plenitud en la colección de primavera del año siguiente.

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Alta costura de Dior, otoño-invierno 2014/15.

Prefall
Si el Crucero propone entretiempo en pleno invierno, el prefall (antes del otoño) estaba inicialmente pensado para los días que median entre el fin de la primavera y el inicio del verano. Se presenta en diciembre, justo antes de la vorágine de las semanas de la moda oficiales, y llega a las tiendas en mayo, cuando las prendas completamente veraniegas todavía no han llegado y ya es imposible encontrar mangas largas en el local. Actualmente, el prefall ocupa gran parte de la facturación de las firmas. Estudios, como el realizado por la agencia de medición de tendencias Editd, afirman que para ciertas marcas representan casi el 30% de las ventas totales (sin contar accesorios o zapatos). La clave reside en su marcada vocación comercial: normalmente, los diseñadores utilizan el prefall para presentar básicos o tendencias adaptadas a piezas más funcionales que las suelen verse en las colecciones principales. Lo hacen a través de catálogos o lookbooks enviados a la prendas y, de un teimpo a esta parte, también a través de desfiles al uso, que realizan en ciudades donde gozan de popularidad comercial: de Tokio a Nueva York pasando por Moscú o Singapur.

Alta costura
Enero y junio son los meses que acogen los semanas de desfiles dedicados a este sector. Aunque en teoría esta cita bianual se divide en estaciones, las prendas se confeccionan por encargo, por lo que no hay temporadas establecidas. El selecto grupo de enseñas a las que les está permitido realizar ichos desfiles deben pertenecer (o ser invitados) a la Chambre Syndical, el comité francés que lleva décadas regulando qué es y qué no es alta costura: las firmas participantes han de poseer un taller en el país en que trabajen un cierto número de artesanos. Cada pieza debe estar confeccionada manualmente y, salvo excepciones, no puede ser reproducida más de tres o cuatro veces. Existe cierta mitología alrededor de la vertiente más lujosa y exclusiva de la industria. Si hace sesenta años se podían enumerar casi en su totalidad a las clientas de Alta Costura, hoy la mayor parte de ellas permanece en al anonimato (se sabe que el grueso de las consumidores se encuentra en Oriente Medio. Poco más). Los diseñadores, como los médicos, han de mantener una suerte de secreto profesional con respecto a lo que ocurre en sus talleres.

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París era el único centro de la costura. Hasta ahora. Algunos marcas han decidido crear sus propias colecciones artesanales y presentarlas al margen de la Chambre Syndicale, como Dolce & Gabbana y su Alta Moda, que acontece en Sicilia. Otros, aunque cuentan con el beneplácito del comité francés, recientemente han decidido salir de la capital (y el calendario) para generar una mayor expectación a una clientela potencial. El debut de galliano al frente de Maison Margiela tuvo lugar en Londres semanas antes del inicio de los fastos parisinos. En diciembre, Nueva York acogió una colección de Costura de Valentino con motivo de la apertura de una enorme tienda de la casa en la Quinta Avenida. No sólo las colecciones se multiplican, parece que el calendario se abre y las citas se dispersan.