Hay algo atlético en la tenacidad de Javier Goyeneche (Madrid, 1970), fundador y presidente de la marca de moda reciclada Ecoalf y de sus ramificaciones. Hijo de una destacada fgura del olimpismo español –su padre, Alfredo, fue presidente del COE e impulsor del plan ADO–, Javier lleva a la moda la perseverancia y el afán de superación del deporte. Tras experimentar el éxito y fracaso de su primer gran proyecto, la extinta firma de accesorios Fun & Basics, se lanzó a la aventura de Ecoalf, una compañía de moda en la que lo deseable no estuviera reñido con lo sostenible. No contento con complicarse la vida para desarrollar sus propios materiales a partir de redes de pesca, neumáticos y café y transformarlos en chaquetas de diseño depurado y fundas para Apple, ideó un proyecto de recogida de basura en el Mediterráneo que aspira a retirar 190 toneladas de residuos del fondo marino al año, en colaboración con Ecoembes y The Hap Foundation. El plástico que se obtenga se convertirá en una colección de ropa para Ecoalf y en un filamento que ya ha suscitado el interés de empresas como Ikea o Adidas. El proyecto de limpieza y reciclaje de residuos oceánicos ha llegado hasta Tailandia, país que ha requerido sus servicios de asesoría para implantar un sistema parecido. Convertido en un apasionado gurú de la sostenibilidad, Goyeneche ha llevado su mensaje a lugares tan dispares como los grandes almacenes londinenses Harrod’s o a un foro de conservación oceánica en Washington, invitado por el Secretario de Estado de EEUU, John Kerry. Ocho años después de sus primeros balbuceos, el proyecto entra en un punto de infexión en 2017 con el lanzamiento de la primera colección fabricada a partir del residuo del mar, la apertura de tres tiendas insigna en otros tantos continentes y una colaboración estelar con la diseñadora Sybilla para el próximo otoño. Proyectos que Goyeneche desgrana, y revela por primera vez, en esta conversación en su cuartel general de Madrid.

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El color y los estampados llegan a la frma de la mano de Sybilla. La diseñadora une así su pasión por la moda y la sostenibilidad. Chaqueta de la colección SYBILLA FOR ECOALF para otoño de 2017.

PREGUNTA: Cuando Ecoalf nació, aspiraba a ofrecer moda reciclada que también fuera competitiva en diseño. ¿Se ha logrado ese objetivo?
RESPUESTA: El comienzo ha sido complicado porque estábamos muy limitados por los tejidos. No podemos ir a una feria y comprar telas, tenemos que desarrollarlas. Por eso empezamos con las mochilas y las chaquetas, realizadas con poliéster y nailon. Pero queremos ser una compañía de moda y no solo de anoraks. Eso sí, nunca de tendencia, porque no tenemos capacidad de reaccionar para ofrecer charol amarillo o lentejuelas. Además, nuestra flosofía es antagónica. Lo ecológico es crear productos atemporales y no perecederos. Nuestros diseños están hechos para durar, no para usar y tirar después de una sola temporada. Pero nos queda mucho trabajo.

P: ¿Por qué una colección con Sybilla para el próximo otoño?
R: Fue ella quien nos lo propuso. Siempre ha estado muy interesada en lo sostenible y se le ocurrió enganchar ambos mundos con nosotros. La primera temporada es un pequeño anticipo que, si funciona, se convertirá en una colaboración continua. Lo ecológico siempre es más caro (sea el coche, la comida…) y hay gente que, por más sensible que sea, no puede permitirse pagar ese extra. Por eso para nosotros el precio es tan importante. Mi objetivo con Ecoalf es crear una marca lo más competitiva posible. Desearía que el precio de partida de nuestro producto fuera muy ajustado y luego colaborar con diseñadores para líneas más exclusivas. Y ahí es donde entra Sybilla.
P: ¿La moda es la asignatura pendiente de Ecoalf?
R: Ecoalf goza de más prestigio en el mundo de lo sostenible que en el de la moda. Creo que llevamos muchos años trabajando en lo que nadie ve y ahora nos toca dar un paso adelante en la parte visible. Queremos ser un referente de diseño sostenible porque no existen compañías como la nuestra. Crece la sensibilidad medioambiental en los grandes grupos, pero son demasiado gigantes para cambiar todo su sistema. Sí, lanzan colecciones cápsula, pero representan una porción mínima de sus ventas. Para nosotros, en cambio, no tiene sentido sacar ni un solo producto que no sea completamente reciclado o sostenible. El objetivo es que desde la fabricación hasta la materia prima, pasando por el transporte, todo sea lo más coherente posible con nuestros principios. Eso nos lleva a complicarnos mucho las cosas. Por ejemplo, todo el mundo utiliza algodón orgánico porque eso ya se percibe como un avance y resulta mucho más fácil de trabajar y de mejor calidad que el reciclado. Pero para mí presenta un problema enorme ya que es muy intensivo en consumo de agua. De ahí que utilicemos algodón reciclado, procedente de los productos que no usamos y que resulta más inestable.

P: Esta primavera se lanzará la primera colección creada a partir del proyecto Upcycling The Oceans, que incluye prendas más femeninas y ligeras. ¿Qué ha cambiado?
R: Las materias naturales son muy difíciles de reciclar y las texturas de mujer no las sacábamos adelante. Después de cuatro años de desarrollo, lo que obteníamos era un poco tosco. Para una camiseta masculina estaba bien, para una de mujer no tanto. Pero ahora hemos desarrollado un flamento llamado Seaqual que nos abre muchas posibilidades. Este hilo, procedente de residuo del mar, es muy fno y lo podemos recubrir con tencel, lino, lana o algodón. Su mano y caída resultan mucho más cercanas a una fbra natural y podemos diseñar pantalones o trajes. Entra una nueva generación de materiales con la que ya no se trata solo de prendas técnicas.

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Los tonos emblemáticos de Sybilla protagonizan su primera colaboración con ECOALF. Body de WOLFORD.

P: ¿De dónde sale la idea de ir hasta el fondo del mar a buscar el plástico en lugar de reciclar el que hay en tierra?
R: Un pescador me habló de la cantidad de basura que se le quedaba atrapada en las redes cuando salía a faenar. Embarqué con él y lo comprobé. A partir de ahí, montamos un proyecto piloto con la organización flantrópica estadounidense The Hap Foundation en septiembre de 2015. Ha salido muy bien porque se han involucrado los 180 barcos arrastreros de Levante y los 11 puertos. Estamos sacando una tonelada al día de basura del mar y hemos obtenido un hilo de mucha calidad. El pasado septiembre frmamos un acuerdo con Ecoembes para llevar el proyecto desde Girona hasta Huelva. Ya hemos instalado los contenedores en toda Cataluña, lo que supone 200 barcos más. Seguiremos por Murcia, Almería... De aquí al verano de 2017 tendremos toda la costa mediterránea, lo que pueden signifcar 800 arrastreros.

P: El Gobierno de Tailandia se ha interesado por la iniciativa. ¿Van a ayudarles limpiar sus fondos marinos?
R: Tuvimos una reunión en julio con el Ministro tailandés de turismo y con el CEO de la empresa PTT Global Chemical. Se ilusionaron mucho y frmamos un convenio. En Tailandia tienen un problema brutal de plástico y de mala gestión de la basura. El proyecto allí va a ser más ambicioso al ir de la mano gubernamental. No vamos a poner solo de acuerdo a los pescadores, también vamos a trabajar con las asociaciones de limpieza de las playas y con la comunidad de buceadores.
P: Con este proyecto ha surgido una compañía paralela a la marca y a la fundación Ecoalf, que es la empresa que se encarga de producir y comercializar el flamento obtenido del plástico del mar. ¿Por qué esta otra aventura?
R: Cuando empezamos a limpiar el mar, busqué ayuda para ver qué hacer con el residuo. Encontré a Antex, uno de los mayores productores de fbra de poliéster de Europa, y a Textil Santanderina, líder en el sector textil. Con el volumen que estábamos sacando del mar, Ecoalf tenía que crecer mucho para absorber toda la producción y nos planteamos comercializar el flamento para otros. Así creamos Seaqual, cuyo elemento distintivo es la trazabilidad.Ya estamos hablando con Adidas, Hugo Boss o Ikea, entre otras frmas interesadas en el material. Estas empresas necesitan un volumen importante y este año en España vamos a ser capaces de sacar 800.000 metros de hilo. También ofreceremos un catálogo de tejidos que presentaremos por primera vez en febrero, en la feria Première Vision de París. Hay marcas a las que le vendes el filamento para que ellos desarrollen sus propios tejidos, como las del grupo Kering, y otras a las que les entregas los paños terminados. Vamos muy lentos, pero esto es solo el principio.

P: ¿Cuál es la proporción de plástico procedente del mar?
R: El flamento Seaqual es 100% reciclado, pero entre un 80 y un 90% procede de PET obtenido en tierra y entre un 10 y un 20%, del mar. Eso nos permite tener un abastecimiento constante, una calidad homogénea y un precio razonable. Cuando arrancamos queríamos ir al 50%, pero los números no salían. De cada tonelada de basura que sacamos del mar, solo nos sirve el 10%. El resto es plástico de viveros, latas, vidrio o bolsas de supermercado. Estamos viendo cómo utilizar también el polipropileno, que es el material de las botellas de lejía. Eso nos permitiría aumentar el porcentaje. El proyecto con Ecoembes incluye intentar que otras empresas compren el aluminio que sacamos del mar, igual que Ecoalf se queda con el plástico. Pero para eso necesitamos tiempo y análisis para poder asegurar un suministro.

P: ¿No hay ya otros productos similares en el mercado?
R: Filamentos reciclados hay muchos, pero Seaqual es el único producido a partir de basura que se saca del fondo del mar. Otros proyectos consideran plástico del mar todo lo que está a una milla de la playa porque juzgan que si ese residuo no se recoge va a terminar en el agua. Pero una milla de distancia en Marbella te lleva al otro lado de la autopista. En cambio, Seaqual parte de basura obtenida al menos a 500 metros de profundidad. De los ocho millones de toneladas de basura que hay en el mar, entre el 70 y el 80% está en el fondo. Por eso Seaqual es un proyecto que solo se puede plantear de la mano de los pescadores. En todo caso, no nos conformamos con esto. Ahora estamos en una segunda parte enfocada en los ríos porque donde hay que parar la contaminación es en las desembocaduras.

P: ¿Hasta dónde cierra Ecoalf el ciclo de sus prendas? ¿Se reciclan cuando el consumidor ya no las quiere?
R: No, y ese es un gran problema. Hoy en día lo único que reciclamos es el algodón. Nos comemos mucho la cabeza con lo demás, pero no hemos dado con la solución. Existe un proveedor japonés que podría transformar la ropa tras el uso. Pero si tuviéramos que recuperar cada prenda en un sitio del mundo, traerla a Madrid y luego mandarla a Japón, la huella de carbono sería lamentable. De momento, estos programas solo los pueden afrontar grandes cadenas con tiendas en cada esquina, ya que pueden aprovechar su propia logística para almacenar. Pero estamos en contacto con varias iniciativas experimentales en este sentido. para intentar encontrar una fórmula.

P: Su primer gran proyecto de moda fue Fun & Basics, que sufrió serios reveses fnancieros derivados de su gran expansión y cerró en 2012. ¿Eso le hace ser más cauteloso con el crecimiento de Ecoalf?
R: Efectivamente, te vuelves mucho más cauto. Además, Ecoalf es una compañía pequeña, pero mucho más compleja. Y hay que ir paso a paso. Lo que más nos preocupa es que no hay atajos para lo que queremos lograr. Hay que convercer a los pescadores, desarrollar tejidos, buscar fábricas responsables.... Pero con el tiempo, con paciencia e inversión vas consiguiendo los objetivos. Si hay voluntad, es posible ofrecer una nueva generación de productos de moda con la misma calidad de diseño, pero haciendo las cosas de otra manera.

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Javier Goyeneche, presidente y fundador de ECOALF con las zapatillas California, realizadas a partir de cuatro botellas de plástico recicladas. La modelo Marta Ortiz lleva la chaqueta Ushuaia Light, fabricada con tejidos 100% reciclados procedentes de redes de pesca de nailon.

P: En todo caso, este año van a cerrar una facturación de cinco millones de euros y en 2017 tienen previsto abrir tres tiendas insignia. ¿Están cogiendo velocidad?
R: Vamos a abrir un local en Europa, otro en Asia y otro en Estados Unidos. Creo que necesitamos espacios para contar nuestra historia y flosofía, con grande instalaciones y vídeos, pero con prudencia. Aspiramos a abrir concept stores que sirvan como experiencia para entender lo que hacemos y también para concienciar. La primera tienda será la de Berlín y en septiembre arrancaremos con el proyecto Green Pea, un macroespacio dedicado a la sostenibilidad ideado por Oscar Farinetti (fundador de Eataly) donde tendremos un hueco. El proyecto empieza en Torino y aspira a abrir 30 o 40 locales en el mundo. Es cierto que estamos inmersos en un plan de expansión controlada, pero conmigo que no cuenten para abrir 60 tiendas en España.

P: ¿Qué hace falta para la que la moda se conciencie?
R: Hoy en día, desgraciadamente, a los ejecutivos se les mide demasiado a corto plazo. No tienen el poder, ni la valentía para tomar decisiones que pueden ser menos rentables inmediatamente, pero más benefciosas a la larga para todos. Ese es uno de los grandes problemas de esta industria. Por eso tienen que surgir compañías nuevas que hagan las cosas de otra forma desde el principio. Mi primera intención fue llevar Fun & Basics a este terreno, pero no era fácil encontrar tejidos reciclados bonitos y, además, resultaban muy caros. Yo quería crear una generación de materiales 100% reciclados, y no solo en parte. Teníamos que partir de cero para poder ser libres. Y eso nos ha permitido ser muy radicales.

P: ¿Se considera un activista medioamebiental?
R: Cuanto más aprendes y estudias, más comprendes que no podemos seguir viviendo en este planeta como si tuviéramos otro al que ir. Los datos son alarmantes: en 2050 puede que haya en el océano más plástico que plancton. En los últimos 15 años, se ha destruido el 40% de la superfcie de coral y el 32% del pescado en EEUU, listo para el consumo, presenta plástico en su interior. Están pasando muchas cosas y puedes mirar para otro lado, o reaccionar. Pero una de las cosas que siempre he intentado es no dar lecciones a nadie. Yo no le cuento a otras compañías cómo tienen que hacer las cosas. Alguien dijo: “No gastes energía en intentar cambiar el modelo existente, sino en crear uno nuevo que haga que el otro resulte obsoleto”. Esa es mi flosofía. Ecoalf no tiene que luchar contra el sistema, sino crear uno nuevo.
P: Más allá de producir moda más sostenible, también habría que cambiar el ritmo de consumo. Pero, ¿ese mensaje tiene alguna posibilidad de éxito?
R: Casi un 50% de la ropa que se fabrica no se utiliza más de una vez o no se vende nunca. Estamos hablando de miles de prendas inútiles que han requerido toneladas de agua y de recursos para producirse, además de tintes, aviones… Por un lado está surgiendo gente que comprende que este modelo es insostenible. Por otro, hay una generación de consumidores que se considera más inteligente por comprar cada vez más prendas y más baratas. Creo que estamos ante un modelo de consumismo feroz en el que, desgraciadamente, la gente valora más la cantidad que la calidad. Y la industria de la moda se ha instaurado en un ritmo de oferta continua que ha hecho polvo al sector. En ese sentido yo no noto ningún cambio.

P: El debate del ritmo y sostenibilidad de la moda surge puntualmente, para luego caer en el olvido y se suele responsabilizar del problema al consumidor. ¿Eso es justo?
R: Depositar toda la responsabilidad sobre el consumidor no es justo, pero sí hay que atribuirle una buena parte de ella. Porque él tiene la capacidad de castigar a las compañías que le engañan y que no hacen las cosas bien en materia medioambiental. Pero, a menudo, le da igual. Si BP vierte petróleo en el Golfo de México y tú sigues echando gasolina en su establecimiento porque es el que está al lado de tu casa, consigues que este tipo de cosas no pasen factura y, por lo tanto, no importen. Yo creo que hoy el consumidor tiene la capacidad de premiar a los que representan y defenden unos valores con los que se identifque y castigar a los que no. Pero se ha vuelto conformista y vago. Cuando se emite un programa sobre esto en la televisión, las redes se incendian durante 24 horas. Luego, todo se olvida y el mismo que estaba tan escandalizado, dos días después, está comprando cosas que no necesita.