Este texto fue originalmente publicado en el número de enero de 2016 de HARPER'S BAZAAR España.

Hay modelos y, luego, hay modelos. Ideales, símbolos, iconos, representaciones. Son aquellos que llegan allí donde la belleza no alcanza, el terreno de las ideas. No se trata de una cuestión intelectual (o no solo), sino de una, digamos, necesidad social. Cuando, a punto de estrenar milenio, los titulares clamaron aquello de “Kate (Moss) somos todos”, la consigna respondía antes a un alirón generacional (los hijos del divorcio y del nihilismo grunge señalados con una X para los restos) que a un chascarrillo de revista de moda, por ejemplo. De repente, la ética primaba sobre la estética en el caprichoso negocio de la imagen. Aquella escurrida británica que había matado con su triste figura a las amazonas de las pasarelas daba al fin paso a la actitud en los dominios de la gran belleza. Ahí, sin pretenderlo, abría brecha Eleonora Salvatore (Roma, 1975): rozando el metro ochenta de altura, medidas heterodoxas (88 centímetros de busto, 62 de cintura, 90 de cadera, rezaba en su ficha de la época), desafiante mirada oscura, pelo pelado. “No es algo que decides, es una oportunidad que aprovechas”, reflexiona ahora la modelo más conocida como Bimba Bosé.

La primera vez que supimos de ella era una adolescente, el último órdago artístico de la saga Dominguín-Bosé, que quería ser cantante como el tío Miguel (su vehículo, una especie de ópera-rock posmovida titulada Las botas rojas, apenas si conoció una representación, en 1994). Luego la vimos transformada en club kid, en compañía de disc jockeys, bailando deep house por las discotecas a las órdenes del hoy exitoso coreógrafo Dani Panullo. “Yo conducía la furgo en las giras, bailaba y presentaba el producto. Lo que se dice hacer un completo. Pero necesitaba algo más. No tenía trabajo estable y largarme de Madrid era una opción. Siempre me pasa, es cíclico”, cuenta. También prestaba su imagen extrema a los catálogos del ya extinto dúo Locking Shocking (germen de Ana Locking). Y así fue cómo un amigo la puso en contacto con un agente, ahorró para comprar un billete a Nueva York (“El más barato”, dice) y acabó fichando por IMG. De repente, Eleonora Salvatore, modelo: “Yo tenía 23 años, una edad para la que, en teoría, ya eres mayor para dedicarte a esto. A mí me pareció muy buena oportunidad y una manera de enfrentarme a un tipo de trabajo que no había hecho nunca y que me posicionó para regresar a España sin esa carga familiar del apellido –que para mí nunca lo ha sido– y poder dedicarme a cualquier otra cosa, no solo a la moda”.

De cero a 100 en seis meses, se hizo casi todos los desfiles de Nueva York y muchos de los de Milán y encadenó las portadas de las cuatro revistas que, en el año 2000, definían la actitud desafiante del flamante siglo/ milenio: las británicas i-D, Dazed And Confused y Pop (la única española en alcanzarlas) y la edición italiana de Vogue, fotografiada por Steven Meisel. Eso y una sonada campaña con el Gucci de Tom Ford la convirtieron en la musa de la nueva androginia. “Entonces lo llamaban butch chic. Siempre he dado imagen de chicazo, en el colegio ya me preguntaban si era un niño o una niña. Lo que encajaba era ser un personaje, alguien con una imagen muy determinada que utilizaban cuando era necesario”, recuerda. Pero, como vino, se fue. Llegaron las brasileñas macizas y las jacas del Este europeo y se acabó: “La agencia consideró que el ciclo había concluido y no veía posible reciclaje, o tampoco una actitud mía como con ganas de seguir... Fui tonta, porque podría haber aprovechado algo más el momento, esforzarme… Pero soy tan vaga… Además, David [Delfín] empezaba su proyecto de diseño y me apetecía involucrarme en él. Volví, enseguida me lié con Diego [Postigo, músico, productor y también socio en davidelfín], tuve mi primera hija y eché raíces”.

Tres lustros después, aquí estamos, hablando otra vez de androginia y subversión de género. “En España siempre se ha tratado de suavizarme, de dulcificarme, pero cuanto más femenina se empeñan en ponerme, cuanto más maquillaje y pelucas, más travesti doy. Que tampoco me importa”, concede. Retirada junto al mar en Cádiz con su última pareja (el también modelo Charlie Centa, con el que suele actuar como DJ), sobreponiéndose a un cáncer de mama, Bimba/Eleonora sabe que siempre habrá un momento de la Historia de la moda que ha sido suyo. Representar unos ideales es lo que tiene.

Fallece Bimba Bosé a los 41 años