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Peggy Moffitt, mucho más que un rostro peculiar
La maniquí norteamericana se convirtió en una presencia clave durante los años del swinging London, poseía más actitud que belleza y un aire arty que la situó en el centro de la diana para diseñadores y fotógrafos. Ni el cine ni el mundo empresarial se le resistieron tampoco a esta grande de la moda en la década de los 60
Peggy Moffitt es la revancha a las facciones dulces y cinceladas; una gran maniquí que hizo bandera de los rasgos singulares –con una mirada exageradamente maquillaje y un corte de pelo inconfundible–en la década de los 60. Nacida y criada en la costa oeste norteamericana, la chica tocó el cielo de la moda estando en las antípodas de las melenas doradas y la piel bronceada. Junto a Twiggy o Penelope Tree encarnó el sentir del momento, la revolución y el jolgorio por la diversidad que llegaron con la década más rompedora del siglo XX. Moffitt tuvo una presencia destacada en los grandes salones de la costura pero exudaba aires de cambio, todo en ella olía a nuevo y Rudi Grenreich la fichó como su gran aliada. Para rematar la jugada se sumó el fotógrafo William Claxton, quien sería su marido hasta la fecha de su muerte en 2008; juntos dieron una de las alianzas más fructíferas que haya conocido la moda y se lanzaron también a la edición de material gráfico. El último envite de Moffitt la ha llevado al diseño de una línea de ropa casual para el deporte y el tiempo de ocio. Una mujer con voz y voto dentro y fuera del negocio que aun hoy, no para.
Historias como la de Peggy han sido contadas una y otra vez; joven espigada y pizpireta sueña con ser bailarina, ingresa en una prestigiosa escuela (Martha Graham mediante, de quien por cierto no guarda demasiado buen recuerdo) y tanto aprende pliés y tendus como declamación bajo la dirección de Sydney Pollack. Finiquitada su formación alguien le recomienda encaminar sus pasos a la moda, y dicho y hecho. Los salones de costura son su siguiente paso, pero no consigue destacar hasta que (y ahora sí que arrancara verdadera historia) se cruza en su camino Rudi Gernreich. Rudi tenía entonces una línea de ropa que era producida íntegramente en Japón, lo que fuerza traía pareja la etiqueta de colección novedosa, de ropa joven y fresca. Y nadie como Mofitt era tan joven y fresca entre los habituales rostros en los castings de modelos. Él llegó a afirmar en más de una ocasión: "Tú me inspiras, incluso cuando lo busco ni pretendo" –recordaba Peggy a Woman's Wear Daily en un artículo del pasado mes de marzo. Hay más, porque la propia modelo recordaba su pasado profesional en el mismo artículo: "No creo que yo desfilara como las otras maniquíes. Yo solía moverme de forma diferente, solía cambiar el modo de andar dependiendo de la ropa que llevara. Por ejemplo, cuando vestía una prenda muy recatadita andaba patizamba, pero si en cambio llevaba puesto un traje masculino intentaba ser muy coqueta y femenina en mis ademanes. Me gustaba divertirme con la moda". Pero no solo de pasarela viven las modelos, porque están también las sesiones de fotos; y ese era –sin duda– el punto fuerte de Peggy, capaz de aguantar estoica las posturas más enrevesadas, como si todo formara parte de una coreografía milimétrica. Y adonde ella no llegada llegaba su marido –Bill Claxton–, artífice de las mejores fotos de su carrera.
Los astros se alinearon y el éxito les llegó por sorpresa, aunque algo se pudiera intuir. Rudi Gernreich ideó el Monokini –un culotte con tirantes que dejaba los dos pechos al aire–, pues el diseñador entendía que era un diseño perfecto para las playas si un enorme número de bañistas optaba por hacer topless. En principio no pasó de ser una ingeniosa reflexión que se quedaría en prototipo, hasta que la magnánima Diana Vreeland instó al joven a lanzarlo de verdad al mercado; y aquello iba a necesitar cierta publicidad. Las fotos iban a correr a cargo de Bill y aunque empezó resistiéndose, la percha era cosa de Peggy Moffitt. La instantánea generó una onda expansiva tan poderosa que catapultó las tres carreras. "Piensa en algún momento de tu vida que haya ocurrido en tan solo una fracción de segundo; y ahora piensa en pasar el resto de tu vida hablando de ello. Creo que es una foto preciosa.... pero estoy harta de hablar de ello" –alegaba la propia Moffitt al portal Nowness con motivo de la exposición que reunió lo mejor del trabajo de los tres amigos en el Museo de Arte Contemporáneo del Pacific Design Centre de West Hollywood: The Total Look: The Creative Collaboration Between Rudi Gernreich, Peggy Moffitt and William Claxton".
Fue parte del reparto de Qui êtes-vous, Polly Magoo? (William Klein, 1966) y de You're never too young (Norman Taurog, 1955), y hasta rodó a las órdenes de Alfred Hitchock en The Alfred Hitchcock Hour (un especial para la televisión que no llegó a emitir sus capítulos). En moda, su trabajo más recordado fue Basic Black, de nuevo como parte de ese trío genial que eran diseñador, modelo y fotógrafo. El primer fashion film, sin duda. Ahora es tiempo para la moda, algo que declaraba a WWD "le aburre". "No creo que esté sucediendo nada interesante en el mundo de la moda (...) No puedo decirte en qué instante preciso acabó, posiblemente cuando se instauró el uso del pantalón". Ella –por si acaso– apuesta fuerte por la ropa cómoda, fácil de usar y de calidad, de venta online y con precios sensatos. Pero eso sí, con un guiño al legado de Rudi Gernreich, de cuando la moda era mucho más.
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