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Greta Garbo: la leyenda, 26 años después

Su vida y su arte siguen siendo un misterio para el público. La leyenda de la "esfinge sueca" se mantiene igual de viva y de fascinante veintiséis años después de decir adiós.

Por Vicente Benavent
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Un bello primer plano de la actriz sueca Greta Garbo. © Getty Images

Tal vez fue su rostro, el que cambió la estética de las actrices de la época; o su mirada, la puerta de entrada al alma de una intérprete irrepetible; o quizás fue su voz, grave y seductora como no se había oído otra en el cine. Puede que en verdad fuera cosa suya no conceder apenas entrevistas, o puede que fuera cosa de la Metro Goldwyn Mayer. O puede, incluso, que todo fuera un posado frente a los medios y los paparazzi. Eso sí, de serlo se trataría de su mejor interpretación. El quince de abril de 1990 Greta Garbo murió en Nueva York, donde se confinó tras dejar el cine. Garbo se recluyó en su apartamento como una celda voluntaria, y la fascinación por absolutamente todo lo que tuviera que ver con ella lejos de amainar, arreció. El mito de la mejor actriz de todos los tiempos sigue alimentando el deseo de saber más.

De origen humilde, Greta Gustafsson nació al sur de Estocolmo el 18 de octubre de 1905. La interpretación no parecía un futuro factible para la hija de dos empleados emigrados del campo –obrero él y costurera ella–, así que entró a trabajar en una barbería a los 14 años, cuando su padre falleció. De ahí pasó a unos grandes almacenes donde ejerció de dependienta y donde tuvo su primer contacto con las cámaras: posó como modelo de un catálogo de sombreros que ofrecía el establecimiento. La joven, que ya se perfilaba bella y distinguida, llamó la atención de Erik Petschler, quien le dio un pequeño papel como bañista en un cortometraje. Al verla desenvolverse, Petschler la animó a entrar en la Academia de Arte Dramático y una vez allí repitió suerte. El director de la escuela, que también vio cómo se desenvolvía, la propuso cuando Mauritz Stiller se interesó por una joven estudiante. Mauritz Stiller y Gösta Berling fueron los dos nombres claves en la carrera de Greta. El primero porque confió en ella y fue un verdadero pigmalión para la intérprete –él le puso el apellido Garbo– y el segundo porque fue el largometraje que se proyectaba en Berlín, justo cuando Louis B. Mayer (de la Metro-Goldwyn-Mayer) estaba de paso en Alemania. La llama prendió.

Llegados a este punto, la historia cuenta con dos versiones. Dependiendo de a quién se consulte, será más anodina o más sensacionalista, suculenta y también "peliculera". Nada de esto se recoge en la biografía de John Bainbridge sobre la actriz, sí en cambio en el documental Greta Garbo que produjo el canal TCM. Cuentan que Mayer quedó perdidamente enamorado al ver a Greta, y se empeñó en que el éxito de la sueca fuera rotundo y planetario. Además, deseaba que la chica le mirara como miraba a Stiller, pero Maurtiz Stiller y Greta Garbo habían forjado una sólida amistad y una lealtad fraternal desde el principio. Y como un proyecto en común –para ambos y por igual– dejaron la fría Sueca y se mudaron a Hollywood.

Tardaron, pero llegaron las oportunidades para el uno y para la otra en la Metro Goldwyn Mayer. Las de Garbo con mayor éxito que las de Stiller, al que pronto rescindieron el contrato. Entonces un nuevo nombre entró en escena: John Gilbert, el galán que iba a dar puerta a Rodolfo Valentino. Gilbert era un mozo gallardo de mirada abrasadora y abundante mata de pelo, además de un actor con mucha proyección y el compañero de Garbo a las órdenes en Clarence Brow en Flesh and the Devil. Entre ambos actores saltaron chispas, y los pasajes románticos de la película se vivían más que se interpretaban. La productora se encargó de airear la historia de amor, pues la ecuación se resolvía rápido: a más detalles sobre la pareja, más entradas de cine se vendían. Todo iba viento en popa hasta que en el punto álgido de la relación –profesional y sentimental– la llegada del sonido se interpuso entre los dos. La voz de John Gilbert ruborizó a la audiencia y arrancó más de una risa sardónica, en cambio la de Greta Garbo –gruesa y sensual– fascinó a los espectadores. Él tenía las horas contadas en Hollywood, ella en cambio veía cómo su carrera crecía como la espuma.

La Metro Goldwyn Mayer construyó alrededor de Greta Garbo un aura de glamour y misterio que enardecía a sus seguidores, sedientos de saber. Ella cada vez más incómoda con tanta expectación, sin mediar palabra con la prensa y viviendo en su interior al margen de lo que sucedía alrededor. Greta había pasado en menos de dos años de joven humilde del sur de Estocolmo con escasos recursos a rutilante estrella de la productora más importante de toda la Meca del Cine. Agua y aceite para una personalidad reservada, introvertida, muy reflexiva, casi turbada, y desde luego atípica, bajo las colinas de Hollywood. En calidad de actriz a la caza de nuevos retos, Greta trató de zafarse de todos los papeles que le ofrecían, pero ni Louis B. Mayer ni su agente querían perder a la gallina de los huevos de oro. El público tenía muy claro lo que quería ver cuando iba a ver a la Garbo, y el respetable apoquinaba religiosamente por ver a "la Divina". Como lo que fue, la más grande de Hollywood, decidió morir matando en una huida hacia adelante: una comedia; si no era todo lo que ella quería por lo menos era algo, y algo es algo. Greta Garbo iba a reír –y así se publicitó– en pantalla y a todo volumen a las órdenes de Ernst Lubitsch en la piel de Ninotchka. Hubo un segundo intento de comedia con George Cukor (Two-Faced Woman, 1941) pero el fracaso fue estrepitoso. Greta tocó fondo, paró porque la Guerra lo imponía y resolvió volver cuando terminase. Se mudó a Nueva York pero ya jamás volvió a pisar un estudio de Hollywood. Fue el punto y final para la actriz más completa, intensa y contenida de cuantas se hayan asomado a la gran pantalla. La reina del séptimo arte, que consiguió lo que nadie antes –ni tampoco después– había conseguido: ser al mismo tiempo femenina y autoritaria, cargada de misterio y exudando belleza dijo adiós el 15 de abril de 1990.

La más grande

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Una imagen de Greta Garbo para la Metro-Goldwyn-Mayer. © Getty Images

"Greta es lo real, todo lo que una leyenda debería ser: una idea y un sueño, sombra, sustancia y misterio" –John Bainbridge.

Actriz irrepetible

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Greta Garbo en un retrato para los estudios MGM. © Getty Images

"Greta Garbo introdujo en el cine un sentido de poesía no alcanzado por nadie, con excepción, quizá, de Charles Chaplin. Aun hoy, cuando volvemos a ver sus primeros films, sentimos que Greta ilumina todo lo que le rodea porque es una actriz clásica controlada por una variedad artística que rara vez deja escapar un instante espúreo" –Truman Capote.

Greta Gustafsson

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La actriz Greta Garbo en una imagen promocional para los estudios Metro-Goldwyn_Mayer. © Getty Images

"Los ojos de Greta Garbo parecen derramar una infinita compasión sobre cada uno de nosotros. Insinúan hasta los más tenues matices del sentimiento que los habita. Y quien los contempla tiene la certeza de que se halla en presencia de la profundidad más abismal que pueda desprenderse de un rostro humano" –Cecil Beaton.

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Las raíces

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Greta Garbo, llegada del frío y pragmático norte, no supo encajar en el ritmo de vida alegre y soleado de la costa oeste norteamericana. Quizás fue su escasa formación profesional, o quizás sus orígenes muy humildes, o incluso un sentimiento de no pertenencia a la manada hollywoodiense tan mundana y fastuosa, pero Greta Garbo se convirtió en la estrella más famosa de su tiempo (y de todos los tiempos) a la vez que fue la estrella más atípica de todo Hollywood. © Getty Images

El gran director

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Interpretando un paso de baile junto a Antonio Moreno a las órdenes de Mauritz Stiller en The Temptress. © Getty Images

Greta Garbo ingresó oficialmente en la nómina de artistas de la Metro-Goldwyn-Mayer el 10 de septiembre de 1925. Y con ella, Mauritz Steiner. Diez semanas después de llegar a Hollywood, Greta obtuvo su primer papel, y cuál sería su sorpresa –la de ambos– cuando no recayó en Mauritz la dirección. Aun así, su amigo y mentor no la abandonó en ningún momento, se mantuvo en la sombra pero le marcaba cada expresión, cada movimiento.

Sangre española

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La sueca compartía cartel con el actor español Antonio Moreno en The Temptress, su primer éxito en Hollywood. © Getty Images

Mauritz Stiller fue duro con ella en los inicios, pero lo que el director de The Temptress y de Gösta Berling siempre quiso fue sacar de dentro el inmenso talento que veía en Greta. La historia no fue por la mejor de las sendas, y ante las desavenencias entre el director y los productores, resolvieron apartarlo de la dirección. A tan terrible noticia se sumó la muerte de la hermana de Greta. Un duro revés para ambos recién llegados a Hollywood. Aun así, The New York Times señaló que The Temptress era una obra notable.

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La chica del estudio

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Junto a Leo, la mascota de la Metro-Goldwyn-Mayer. La actriz tuvo que aguantar estoica a su lado toda la sesión. © Getty Images

Nada más poner un pie en los Estados Unidos, la MGM mandó un fotógrafo para que quedara constancia de la llegada de la actriz y el director a tierras americanas. Al fotógrafo se le pidieron solo cuatro fotos: una los dos juntos y otras tres de ella sola. En vista de la emoción que le puso la chica a la improvisada sesión, el fotógrafo siguió disparando sin carrete. O al menos eso cuenta la leyenda. Lo cierto es que visto el éxito tras el estreno de The Temptress, los estudios empezaron a encargar múltiples reportajes con al actriz sueca.

Su gran amor

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Junto a su gran amor, John Gilbert. © Getty Images

Todo terminó en agua de borrajas, pero fue (muy) bonito mientras duró. Actor y actriz se conocieron en el rodaje de Flesh and the Devil (Clarence Brow, 1926). Juntos repitieron un año después en una adaptación de Ana Karenina que se llamó Love. Y también en 1928 con la película A Woman of Affairs.

Amor de madre

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En uno de sus viajes de regreso a Suecia, junto a su madre Anna Lovissa. © Getty Images

La relación entre John y Greta era correcta, no así la diferencia de salario entre actor y actriz; algo que Greta consideraba completamente injusto pues ambos trabajaban por igual. Ella, la primera actriz en levantar la voz en favor de la paridad de sueldos, dejó de ir a los estudios. La MGM accedió a refinanciar su contrato, y tras varios tira-y-afloja y un viaje a Estocolmo –como un ejercicio de músculo– los estudios terminaron por claudicar ante la cifra que pedía la sueca.

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La Divina

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La actriz, junto al director Victor Sjostrom (a la derecha) y el actor Lars Hanson (a la izquierda) en el set de The Divine Woman. © Getty Images

No resulta extraño que ante tal título, el mote se le pegara –por derecho– como una segunda piel. Greta Garbo fue de ahí en adelante, "la divina". Una jugada maestra de los estudios de Hollywood, pues en un principio el título original de la obra iba a ser Stardust, pero lo cambiaron por insulso.

Misteriosa

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Greta Garbo en la piel de Tania, la glamourosa espía rusa en The Mysterious Lady de Fred Niblo. © Getty Images

Uno de los grandes aciertos en su carrera fue saberse rodear de los mejores profesionales. Salka Viertel, además de íntima amiga, fue una exitosa guionista y posiblemente la única persona de todo Hollywood en la que Greta confiaba. Salka condujo a la actriz; la ayudó a elegir determinados papeles para cultivar, más aun, su aura dual y contradictoria. Y consiguieron generar una atractivo por la actriz de los ojos infinitos como no se había visto antes con nunca otra estrella de cine.

Metros de celuloide

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Con Nils Asther, su compañero de rodaje en el film The Single Standard del director John S. Robertson. © Getty Imgaes

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La belleza que vino de Suecia

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Uno de los retratos de Greta Garbo que le hizo la Metro Goldwyn Mayer para la promoción de The Kiss. © Getty Images

La crítica alabó siempre la mirada de Greta Garbo, fruto de unos intensos pensamientos que le conferían a su voz un tono único, genuino, propio. Una voz que sonó perfecta para todos.

Salto sonoro

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Anna Christie fue la primera película con sonido en la que trabajó Greta Garbo. © Getty Images

En 1929 se presentó la primera película totalmente sonora. Para Greta Garbo aun hubo algo de margen, y ese mismo año apareció en cartel la película muda The Kiss. Los estudios trataron de retrasar tanto como pudieron la llegada de la voz de Greta a las salas de representación, pues tenían miedo de que corriera la misma suerte que otras viejas glorias: no saberse adaptar y resultar desfasados, además de no cumplir las expectativas del público. En cambio cuando abrió la boca, y fue para pedir un whisky con soda, el mundo se enamoró (todavía un poquito más) de ella.

Después de Gilbert

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Junto a Theo Shall, su compañero de reparto en la película Anna Christie. © Getty Images

Greta Garbo plantó una "pica en Flandes" para todas las actrices de la industria. Y en cada una de sus películas resolvió las escenas románticas de la misma manera: de un modo femenino y delicado, terminaba tomando el contro de la situación y siendo ella quien la guiaba. A la chita callando se sabía imponer.

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Romance

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Greta Garbo en la película Romance. © Getty Images

Para la actriz sueca, la primera nominación a los premios Oscar llegó con Anna Christie (1930). Repitió suerte con Romance (1930). Y cerró la década con otras dos nominaciones: Camille (1938) y Ninotchka (1939). Jamás se lo llevó.

(más) Romance

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Otro de los carteles que se usó para la promoción de la película Romance. © Getty Images

De ella se dijeron cosas preciosas. Palma Wayne, periodista del Pictorial Review, afirmó en su artículo "Una mujer de Escandinavia": "Esta mujer nació con la misma señal con la que vino Chopin al mundo, el signo del dolor de vivir, del dolor de vivir en el mundo".

La poderosa

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Greta Garbo en la piel de Mata Hari. © Getty Images

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El glamour clásico

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La actriz en un fotograma de la película Grand Hotel (Edmund Goulding, 1931) © Getty Images

Para entonces, todos los papeles que le ofrecían a la Garbo eran exactamente lo que el público esperaba ver de ella: una mujer fuerte pero candorosa, con poder y delicadeza

La Reina

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En 1933 y tras refinanciar su contrato con la Metro, Garbo llevó a las pantallas la vida de la reina Cristina, en Queen Christina de Rouben Mamoulian. © Getty Images

En palabras de su amigo el escritor Gore Vidal: "Ella sabía que la cámara lo exageraba todo, y se decantó por limitar los movimientos de su cabeza, cuello y hombros y decidió trabajar solo con los ojos". Pero Vidal aun fue un paso más allá respecto a su amiga Greta: "Era capaz de decir más cosas con los ojos de lo que mucha gente es capaz de decir con la voz".

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