Harper's BAZAAR participa en varios programas de afiliación de marketing, lo que significa que Harper's BAZAAR recibe comisiones de las compras hechas a través de los links a sitios de los vendedores.
Giambattista Valli, el amado diseñador de las 'celebrities'
El diseñador romano ha convertido su casa en sinónimo de clase y refinamiento, a base de diseños delicados de impecable factura. Valli refresca con sus propuestas los archivos de la belleza intemporal, y lo hace tanto con su firma como con las colaboraciones sobre las que la apoya. Este es su universo e 10 claves.
La moda y las flores parece que estén condenadas a llevarse bien; hay sentados precedentes (y muy ilustres ellos), porque Chanel se consagró a las camelias y Dior hizo de su jardín en Granville un paraíso en la tierra. Puestos los archivos al día hay que hablar de los nombres contemporáneos, de los que responden al signo de los tiempos: y de nuevo la moda y las flores –bordadas o estampadas– aparecen en las entregas de Giambattista Valli, el último guardián de la costura. Hay lilas y hay margaritas o calas y rosas, o todas a la vez, cada vez que Valli presenta colección. El diseñador romano también padece ese arrebato de amor sin medida por las flores. Quizás eran flores, lo que dibujaba sin parar cuando era niño, pero él mismo lo relataba al portal Business Of Fashion: «yo iba al colegio, pero me pasaba las horas dibujando. De ahí que ingresara en el IED de Roma; y nada más terminar entré en los talleres de Roberto Capucci».
Aún dio un par de saltos en varias oficinas de Milán: de Capucci a Fendi y de Fendi a Krizia, antes de dar el salto más ansiado, el que había soñado desde niño: a París. Giambattista Valli entró en Emanuel Ungaro en calidad de asistente, pero para 2001 ya había tomado control estético sobre la casa francesa. Se atrevió cuanto pudo: campañas disparadas por Mario Sorrenti con modelos macilentas, sesiones con Corinne Day de punk muy subido, etc. y aquello llamó la atención, Ungaro dio los último coletazos –al menos lo interesantes– gracias al trabajo de Valli. Generó expectación y creó deseo, deseo de más Valli. En 2005 se lanzó a un nuevo comienzo, esta vez en solitario y a base de todos sus ahorros. «Lancé mi firma en el momento perfecto: se despedía de la moda toda una generación y otra pedía paso. Me lancé. Y claro que hay cosas malas en ser mi propio jefe, pero también las hay buenas, y es que sólo decido yo». Para ello, Valli se emplea a fondo con su firma –en read-to-wear y en Alta Costura–, con Giamba, con las colecciones de Moncler Gamme Rouge y la asesoría para las clientas V.I.P. de Max Mara. Quizás por eso también ha decidido soltar un poco de lastre y aceptar una inyección de capital. Eso sí, moderada y muy controlada, que las riendas las pretende seguir llevando él. Artémis, el brazo inversor de Kering, es quien ha invertido en la casa.
A Giambattista Valli no le gusta hablar de Giamba, su último lanzamiento, en los términos en los que estamos acostumbrados: nada de una línea más joven, más casual; Giamba le habla –y viste– a la misma mujer, eso sí, en otro rango de hora. Es más nocturna, más rock, más "de club". Como la Alta Costura es más selecta y distinguida; punto. Tampoco gusta el diseñar en definir quién es su clienta, pero a tenor de lo que presenta y de a quién sienta en primera fila, poco espacio queda para la imaginación: Bianca Brandoli, Eugenie Niarchos, Charlotte Casiraghi o Gio Battaglia. Declinadas las respuestas, sí definía para su entrevista en BoF los tres elementos esenciales de los que disponen sus creaciones (o la mitad de ellos, porque la otra mitad se la da cada percha): son diseños intemporales, sin edad y sin demasiada complicación, fluidos y espontáneos». Como el amor por la flores, vaya.
VER VÍDEO
El vestido de novia "de cuento" de Salma Hayek
Meg Ryan se corona como icono de estilo
Ana Boyer se convierte en madre por tercera vez
Matilde de Bélgica estrena pendientes de Sézane