Es necesario ir mas allá de los últimos 10 años para entender como el story-telling tiene su origen en las primeras colaboraciones entre arte y moda. Ha llovido mucho y muy intensamente desde que Vivienne Westwood colaborase con un joven Keith Haring en la década de 1980 trabajando juntos en una serie de tejidos que presentaban los grabados inspirados en los grafitis del artista y que ahora forman parte de la colección permanente del Metropolitan Museum.

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La auténtica historia de la moda y el arte en colaboración se estaba empezado a forjar en esos momentos, ya que todo lo anterior, no partía realmente de una unión con el artista, sino mas bien de un tipo de apropiación de la obra del mismo y posterior aplicación al elemento “couture”.



La necesidad del mundo de la moda por abarcar mundos diferentes había comenzado su ambicioso camino de moda, arte y música colisionando juntos. Era habitual que artistas como Robert Mapplethorpe disparasen fotos por petición de algunos inquietos editores con vocación experimentadora más allá de los códigos exclusivos de la moda. Toda esa emoción experimentadora de aquella época marcó realmente el inicio de un camino imparable.

Desde el otro lado, el elitista mundo del arte abría sus puertas a una nueva concepción. ARTFORUM, la revista de arte más influyente de la época, en su número de febrero de 1982, publicó una portada en la que no aparecía una obra artística, ni retrato de artista, galería o museo, sino una modelo luciendo un vestido de Issey Miyake. Este hecho creó cierto revuelo en las altas esferas del mundo del arte, pero también abrió una puerta a una nueva concepción dentro del arte conceptual, sus caminos, sus senderos de experimentación y expresión como podía ser el mundo de la moda.

A partir de aquí, muchos hechos ya legendarios marcarían la historia de la moda y el arte en una relación impetuosa. Mítica la exposición Rapture 2002 en el Barbican Center, donde se exploraba y celebraba la seducción del arte por la moda, mostrando lo que sucede cuando estos dos mundos colisionan y donde una escultura colosal de hielo de Kate Moss del artista Marc Quinn, se iba derritiendo gota a gota dando testimonio de la fugacidad de la belleza y la moda. Posteriores han sido las colaboraciones del arte con la moda; desde Tracey Emin para Longchamp, 2004; Gary Hume para Marni, 2010; Robert Longo para Bottega Veneta, 2010; Vanessa Beecroft con Gucci, LV o Valentino; La longeva relación entre Murakami y Louis Vuitton de 12 años que cesaba en el 2015; Las icónicas “nurses” de Richard Prince también para Vuitton en 2008; La influencia de Cindy Sherman en el artificio editorial de las dos últimas décadas, relevante la editorial para Harper's Bazaar en 2016, en la que ironiza sobre el Stret Style. Más de una década de Juergen Teller para Marc Jacobs o Vivienne Westwood; Philip Lorca di Corcia produciendo algunas de las imágenes mas sugerentes de la editorial de moda de este siglo, etc…

Pero los tiempos han evolucionado y lo han hecho hacia una sociedad del espectáculo. Sin lo espectacular, las ideas no calan en la sociedad y esto ligado a unos círculos de atención cada vez mas cortos, hacen que coexistan por un lado una escenificación del arte y la moda en lucha por acaparar la atención, y por otro lado, una nostalgia generacional en la búsqueda de experiencias más verdaderas y honestas. También hay que tener en cuenta que muy pocas de las colaboraciones actuales entre ambas disciplinas son realmente coherentes, se produce en muchos casos una apropiación del contenido conceptual y argumental de un artista para dotar de credibilidad a colecciones con falta de concepto, pero que en el fondo sólo dotan a la marca de falta de credibilidad y poca honestidad creativa.

En mi trabajo el story-telling es el núcleo central de la firma, es donde la impronta emocional se desarrolla y comienza una relación personal con el espectador y el cliente, estas emociones provienen de un concepto que llega finalmente como una experiencia y eso es muy difícil de olvidar, persiste en la memoria emocional por mucho más tiempo que el simple impacto estético. En una de nuestra últimas colecciones A short Story of Weird Girls colaboramos con la artista Eva Fabregas para todo el desarrollo escenográfico, donde sus esculturas invadían la escena y las prendas de una manera casi “visceral” cuestionando las nociones de belleza y yendo tanto con la colección como con la escenografía hacia lo EDGE lo poco convencional, lo inesperado, lo inquietante, lo extraño, lo raro, lo que no nos lo pone fácil.

#BAZAAR10: una década de moda, arte y belleza
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¿Cómo será el futuro de esta relación entre disciplinas? Las predicciones son interesantes, pero la mayoría de las predicciones son trampas por que el futuro es impredecible. De cualquier forma, lo cierto es que ya sea de manera virtual, escenificada o nostálgica las nuevas generaciones postmillenials, Gen-Z y Alfa desempeñarán un papel clave en la configuración de los códigos morales, sociales y estéticos del futuro y por supuesto en la forma en la que la moda y el arte se relacionarán. Estoy muy interesada en cómo y por qué el futuro nos sorprenderá. Ya que seguro lo hará!