Definida por el mismísimo Andy Warhol como "la mujer con más glamour que había conocido jamás", Marisol Escobar fue mucho más que amiga y musa del rey del pop art. Nacida en París y criada en Caracas como hija de padres venezolanos, Marisol se independizó, con tan solo 20 años, en Nueva York. Decían de ella que era introvertida, que tenía la voz aguda, un rostro andrógino y que vestía prendas sencillas, libres de ornamentos. Aunque su estética poco tenía que ver con la del círculo más cercano al rey del pop art, lo cautivó hasta llegar a aparecer, incluso, en dos de sus películas, El beso y Trece hermosas jóvenes.
Más allá de haberse convertido en amiga de Warhol, Marisol fue uno de los rostros más respetados en la escena artística de Nueva York por derecho propio. Una prolífica artística que ha caído en el olvido y que ahora el Museo de Arte Pérez de Miami (PAMM) reivindica inaugurando la exposición Marisol y Warhol toman Nueva York, una muestra en la que se reúnen pinturas, dibujos, fotografías y documentos de archivo de los dos artistas que permiten conocer su amistad de una manera mucho más íntima.
Tras presenciar el suicidio de su madre, cuando ella tan solo tenía once años, Marisol tomó el arte como un acto de rebeldía y, cansada de que todo su entorno la incitara a sentirse aún más triste, encontró en el arte una vía capaz de alejarla de ese sentimiento, un salvoconducto que la ayudaba a sentirse mejor, más feliz y, sobre todo, menos sola. Decían, de hecho, que se quedó sin habla durante unos años y que el arte fue su catarsis.
Una obra que nace del silencio
Poco a poco Marisol fue perfeccionando su técnica. Lo que comenzó siendo un hobbie terminó siendo su objeto de estudio pues se especializó en dibujo, composición, pintura y cerámica a caballo entre París y Nueva York en diferentes instituciones: el Art Students League, Hans Hoffman School of Fine Arts, el Brooklyn Museum School y el New School for Social Research. A mediados de los años 50 descubrió que la escultura era su verdadera pasión, una vocación artística que le permitía utilizar el humor y que llegó a convertirla, como al propio Warhol, en una de las pioneras del pop art.
En 1957, Leo Castelli escogió su nombre como integrante de una exposición colectiva en una galería y, tras el éxito que cosechó en la misma, logró hacerse con una muestra individual siendo una de las primeras mujeres artistas en conseguirla en la escena del momento. Y después llegó su salto definitivo. En la exposición El arte del Ensamblaje del MoMA (1961) su obra ‘From France’ acompañó a piezas de otros artistas pioneros y de renombre del siglo XX como Picasso o Duchamp. A partir de esta fecha todo fueron éxitos: de la Bienal de Venecia a la Documenta de Kassel. Una rara avis en un mundo de hombres.
El estilo de Marisol Escobar resulta imposible de encasillar en un solo movimiento. Aunque se la considera una de las mujeres del pop art, lo cierto es que su obra trasciende más allá y toma trazos y figuras que carecen de etiquetas. La reivindicación y la crítica cultural a la sociedad de consumo se puede ver en su obra más conocida, Los Mercaderes, pero el resto de sus piezas evocan una crítica clara contra el capitalismo.
