Azores: viaje al corazón del Atlántico para descubrir el edén portugués

Casi 2.000 kilómetros separan Madrid de la capital de la isla, un remanso de tranquilidad con olor a mar que invita a perderse entre sus laberínticas callejuelas. Y es que su casco antiguo es un reflejo de la belleza de lo imperfecto gracias a las coloridas y desconchadas fachadas que desafían, de forma armoniosa, la homogeneidad estilística que suele ser costumbre para transportarnos, a ratos, hasta Lisboa. Nos dejamos seducir por los mosaicos que se van intuyendo en sus aceras gracias al baile de serpenteantes adoquines que desembocan en puntos tan emblemáticos como las Portas da Cidade o la Iglesia de San Sebastián. Sus pequeños comercios de moda y complementos y sus cafés te sorprenderán a cada paso.

Después de tanto patear toca detenerse para reponer fuerzas y disfrutar de uno de los rincones más auténticos (y sabrosos) de la isla en la calle Antonio José d'Almeida, 8. Aquí se encuentra Louvre Michaelense, un espacio mágico y variopinto en el que podrás saborear una taza de té autóctono junto a algunas de las tentaciones portuguesas más dulces como las queijadas, pongamos que de queso fresco o de limón y semillas de amapola. Inaugurado en 1904 por Duarte Cardoso, este lugar tiene la habilidad de detener el tiempo así que prepárate para perderte entre sus sus cajones y estantes cargados de bisutería artesanal, jabones, piezas de porcelana, libros de arte y hasta latas de conserva.

Como quien se topa con un oasis en pleno desierto, las calles del centro de Ponta Delgada conducen hasta el Jardín Antonio Borges, un pulmón verde donde se dibujan relieves abruptos formados por cuevas, puentes y escaleras de piedra volcánica que se funden con la vegetación más frondosa. Entre este contraste de tonalidades y con permiso de las palmeras y los helechos que cubren cada centímetro de tierra, encontramos un claro protagonista: el centenario ficus australiano de inmensas raíces donde resulta imposible no detenerse a hacer una foto. Si buscas un momento de relax, te invitamos a disfrutar de un buen libro o tomar una cerveza a la sombra de este jardín.

Dos inmensos lagos conectados, uno verde y otro azul, situados en el cráter de un espectacular volcán y rodeados por un manto de vegetación. No hace falta añadir mucho más para comprender por qué estamos ante uno de los puntos más fotografiados de la isla. A escasos metros del agua podremos disfrutar de una envolvente panorámica en la que tienen cabida todas las posibilidades del color verde así como recorrer alguno de los senderos que se antojan a cada paso. Si quieres disfrutar del paisaje a vista de pájaro, los locales recomiendan subir a lo alto del Monte Palace, un hotel cinco estrellas abandonado cuyas ruinas concentran a los turistas más curiosos. Por último, no olvides visitar la pequeña localidad de Sete Cidades donde se encuentra la iglesia de San Nicolás rodeada por un puñado de casas y donde degustarás uno de los tesoros culinarios más preciados de la isla: las lapas a la plancha.

Sin duda, otra de las estampas bucólicas más perseguidas de la isla y que cuenta con atractivas rutas para los amantes del senderismo es la Lagoa de Fogo, ubicada en el interior del estratovolcán Agua de Pau. Durante el ascenso en coche por la ladera del mismo, merece la pena detenerse en cada uno de sus miradores para disfrutar de las distintas caras de la isla y, si la niebla lo permite, sentirse muy pequeño al alcanzar el pico más alto de São Miguel donde nos veremos completamente rodeados de océano. Aviso: este paisaje te dejará sin palabras y si decides seguir el sendero que baja hasta el interior de la laguna todo apunta a que querrás deshacerte de tu billete de vuelta.

Ni masificación hotelera ni peleas por plantar la toalla, sólo fina arena negra rodeada de abruptos relieves volcánicos dispuestos a teñir el paisaje de azabache y calma –mucha calma– tal y como sucede en Praia do Populo. Si te decantas por este pequeño rincón, recomendamos degustar su Bife de Vazia (deliciosa carne de ternera) en el Populo Cafe con unas inmejorables vistas al mar. Desde calas salvajes a playas kilométricas, las opciones en São Miguel son infinitas y a pesar de lo que pudiéramos imaginar, el agua no está tan fría si tenemos en cuenta que nos encontramos en medio del Atlántico así que, ¿por qué no descubrirlas todas?

Si todavía no has caído rendida ante el encanto de las Azores tu siguiente parada debería ser Furnas, un atractivo mayúsculo en la región marcado por el característico olor a azufre de sus caldeiras: concentraciones naturales de agua hirviendo que emanan vapor debido a la actividad volcánica que se genera bajo tierra. Aquí, merece la pena entregarse a su gastronomía empezando por el tradicional cocido, un plato que no dista mucho de nuestra versión propia pero que sorprende por su método de cocción ya que se realiza introduciendo la olla en un agujero en el suelo y dejando que el calor de la tierra haga el resto. Si prefieres algo más light, prueba las mazorcas de maíz que venden a pie de calle y que están cocinadas con la misma técnica. Y una última sugerencia gourmet que seguro no esperabas: morcilla con pilla. Sencillamente espectacular.

También en Furnas encontramos un jardín botánico de exuberante vegetación que guarda un secreto en su interior: la piscina de aguas termales Terra Nostra que te garantizará un rato de relax y desconexión total en plena naturaleza. Sus aguas anaranjadas (olvida eso de verte los pies mientras caminas por su suelo de piedra o descansas bajo sus chorros) se encuentran siempre a una temperatura natural de entre 35 y 40 grados y cuentan con minerales esenciales que le devolverán toda la suavidad y elasticidad natural a tu piel. ¿Quién dijo que no podemos mimarnos de vacaciones?

Si el gin tonic es tu mayor debilidad, prohibido irse de la isla sin degustar una de las variedades locales. Destilada en la ciudad de Ribeira Grande, la ginebra Goshawk es la más popular de la zona y cuenta con versión premium, de maracuyá, piña o mandarina. ¿Dónde? Si te alojas en Ponta Delgada, Cantinho dos Anjos es uno de esos lugares vibrantes donde el espíritu marinero y la música en directo se convierten en punto de encuentro al caer el sol. Y puesto que será mejor hacerlo con el estómago lleno, conviértete en autóctono y degusta un auténtico perrito caliente de Azores (aceitunas, patatas paja y salsa picante incluida) en alguno de los puestos ambulantes ubicados en el puerto.

Porque no todos los días puede uno presumir de ver una ballena azul, un cachalote o un grupo de delfines escoltando el barco entre brincos, lo que a primera vista parece la máxima expresión de lo turístico resulta ser una experiencia única en pleno mar. Existen compañías como Moby Dick que ofrecen recorridos de hasta cuatro horas donde seguro te toparás con alguna de estas singulares especies. Además, ellos te ayudarán a identificarlas. Una forma agradable de poner punto y final a esta escapada inolvidable donde la naturaleza salvaje, el espíritu amable de sus habitantes y la singular gastronomía marcarán tu itinerario cada día.