Te has leído todos los libros y las recomendaciones de la OMS. Tú, que aún no te sabes la tabla del 8, ya puedes recitar de carrerilla los beneficios de la lactancia materna. Eres lo que se dice una súpermadre súperinformada. Has hecho todos los deberes y te has venido arriba. Hasta ahí, todo en orden. La teoría tranquiliza... y engaña. El tortazo de la realidad puede ser muy gordo cuando hablamos de dar el pecho.

Para empezar, recordemos que cada una puede hacer con su lactancia lo que le dé la gana. Si no quieres dar el pecho, no lo des. Sin culpas, para eso está el biberón. Pero si quieres amamantar, quizá te ayuden estas líneas, al menos para saber que no estás sola. No eres la única desesperada por el agotamiento y el caos en los que se puede convertir tu vida como madre lactante.

1-Tras el parto
Ya lo has leído, lo ideal es que después de dar a luz tengas tu momento tierno piel con piel con tu bebé, que se enganchará de forma natural con tu pezón. Dicen que a algunas les pasa. Eso cuentan por ahí. La realidad es que muchas nos llevamos un soponcio cuando vemos que nada es como te habían contado: el bebé no hace ni caso a tu pezón. Te lo colocas sobre ti, pero se escurre como una lagartija, no para de moverse y esa boca no atina a tu pecho. El motivo: no tienes ni dea. No sabes dar de mamar, casi ninguna madre primeriza sabe. Aunque hayas estudiado todos esos dibujos sobre la postura correcta, no sabes amamantar, necesitas a alguna veterana que te enseñe. Si en el hospital no te hacen ni caso, llama a alguna amiga que sepa o a alguna asociación de ayuda a la lactancia. Ellas te enseñarán.

2-Postura correcta
Insistimos: no es fácil dar de mamar a un recién nacido. Son diminutos y tú una ilusa inexperta. Puedes tardar días en encontrar la forma correcta de amamantar a tu bebé, no te agobies. Si te sirve de ayuda, en lugar de estar tan pendiente (obsesionada) de los detalles (boca más arriba que el pezón, bebé girado por completo frente a ti, etc), ten en cuenta que lo más importante es que estés relajada. Y eso es muy complicado si estás tan tensa, tienes que sentirte tranquila y, sobre todo, cómoda. Piensa que tienes que cogerlo como si lo abrazaras, no como si lo fueras a romper.

3-En el váter o haciendo el pino
Habrá un día en que harás click y, de repente, te darás cuenta de que ya saber hacerlo. Enhorabuena. A partir de ahí puedes acabar dando la teta en lugares extraños (sentada en tu váter, porque ya no aguantas más y ni se te pasa por la cabeza arrancarlo de tu pezón) y en las posturas más insospechadas (a cuatro patas o haciendo el pino como seas adicta al yoga).

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4-La subida

Todas tenemos la famosa subida de la leche, aunque algunas ni la notan. Si el bebé tiene buen aspecto y hace pipí y caca con normalidad, no hay que obsesionarse con el tema: está alimentado.

5-Entuertos
Si este es tu segundo bebé, quédate con esta bonita palabra: entuertos. Ese dolor punzante y bastante insoportable es debido a las contracciones del útero tras el parto. No lo notaste cuando tuviste a tu primer hijo, pero en el segundo no te salvas. Suele bajar con un poco de analgésico, dura entre uno y dos días y lo sufres sobre todo cuando das de mamar. Paciencia.

6-El padre
Que el padre no tenga dos pechos llenos de leche no significa que no pueda participar. Mientras tú te dedicas a amamantar, el padre puede encargarse del resto. De cambiar los pañales, hacer la compra, limpiar la casa, cocinar, planchar, hacer la colada... Créeme, dedicarte los primeros meses en exclusiva a dar de mamar es más agotador que hacerse cargo del 100% de las tareas domésticas.

7-Los dos obuses

Tus pechos se convirtieron durante el embarazo en dos globos sonda. Creías que eso no podía dar más de sí. Pues te equivocabas. Con la lactancia la cosa va incluso un poco más allá: ahora tienes dos obuses. Acostúmbrate, eso sólo empezará a bajar entre los 9 meses y el año de lactancia.

8-Tira ese cuaderno

Confiesa, estás apuntando la hora de las tomas. En un cuaderno o en las notas del móvil. Las apuntas como si el crío fuera a morirse en cualquier momento víctima de una madre que no lo alimenta. Deja de hacerlo, no sirve para nada. Lo sabes perfectamente, la teta se da a demanda. Como sigas apuntando, el cuadernito te va a quedar más largo que El Quijote (¡Esas tomas cada 10 minutos!).

9-Con cronómetro
No la das a demanda y has conseguido que tu criatura tome pecho cada cuatro horas. Sólo te puedo decir una cosa: das envidia de la mala.

10-Discos locos
Se llama reflejo de eyección. Cuando la lactancia ya está establecida, tus pechos pueden disparar leche. Literalmente. Disparan caños de leche, como si fueran pequeñas duchas de líquido blanco. Puedes ir tranquilamente por la calle, sin tu bebé, y de repente oír al de otra llorar y ahí notarás esa sensación eléctrica previa a la eyección. Dicen que algunas madres hacen piques de a ver quién llega más lejos.

Los discos de celulosa ayudan, pero la realidad es que al final todas vamos con los sujetadores chorreando. Olvida durante una buena temporada la ropa de tejido difícil (o sea, cara), ahora ponte sólo la que puedas lavar mil veces en la lavadora.

11-Maratones de teta

Dar de mamar es más sacrificado que una ultramaratón. Un bebé tetinómano agota más que correr 100 kilómetros por la montaña. Hazte a la idea de que vas a estar muy cansada, tu cuerpo consume muchas calorías amamantando, duermes mal y apenas puedes descansar. El primer mes, sobre todo el primero, puede ser muy duro. Pero todo pasará. Y allá por el sexto mes no querrás oír ni hablar del biberón. Ahora que has pasado lo peor, el pecho es tu gran aliado. Y lo sabes.

12-Desconecta
Que des de mamar no significa que no puedas tener tus ratos de descanso y desconexión del bebé. Estás exhausta, ya lo hemos dicho, y tienes que encontrar la manera de repornerte. Deja a tu hijo con su padre o con una persona de confianza, una hora o dos. No te preocupes, no morirá de hambre ni por abandono. Las personas que lo cuiden ese rato, tendrán que aprender a calmarlo mientras tus recargas las pilas.

13-Disfruta
Si realmente te apetece, dar de mamar engancha. A pesar de todo el cansancio, te das cuenta de que te encanta hacerlo, de que lo disfrutas como pocas cosas en esta vida y por eso no ves el momento de destetarlo. Si no estás convencida, no lo hagas. No dejes que nadie te diga si dar teta o biberón, pero tampoco cuándo debes quitarle el pecho a tu hijo. Eso es algo que sólo decides tú. Piensa que aunque ahora te parece mucho tiempo, interminable, nunca más volverás a dársela. Y cuando todo pase, créeme, lo echarás de menos.

Cosas que me hubiera gustado saber antes de ser madre

Cosas que dirías a esa persona que perdiste

Yo también soy una madre arrepentida

Haz con tu lactancia lo que te dé la gana

Carta a una hija de una madre feminista