Cuando se le pregunta a Chris Glass por las restricciones de Soho House, él prefiere hablar de “directrices por encima de normas”. Jefe de miembros de este exclusivo club, Glass es el encargado de decidir qué personas son aspirantes a ingresar en él. Una cuestión que, desde el pasado octubre, en España importa. La razón es la apertura del primer Soho House de Barcelona (en la Plaça del Duc de Medinaceli), tras años de obras y especulaciones. En apenas dos meses, el lugar ya se ha convertido en un punto de encuentro ineludible para la intelligentsia de la ciudad, que ha recibido con algarabía un proyecto que le devuelve el lustre de la gauche divine.

Pero, ¿qué es este fenómeno con nombre de barrio londinense? El concepto nació en 1995 en la cabeza de Nick Jones, un hostelero hastiado de la vida nocturna de la capital británica que regentaba un restaurante, Café Boheme, en el corazón de Old Compton Street. Se le ocurrió transformar los requisitos de los tradicionales clubes de caballeros del país, orientados a hombres de buen linaje con títulos y fortunas escándalosas, y abrir uno restringido a aquellos que se dedicaran a “profesiones creativas”.

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© Cortesía de Soho House Barcelona

Los cantos de sirena no tardaron en surtir efecto: aunque Soho House prefiere no revelar cifras e identidades de sus socios, las leyendas que revolotean en torno a ellos hacen de las suyas. Alexa Chung, Jeremy Scott, David y Victoria Beckham o el cocinero Gordon Ramsay han campado a sus anchas en las estancias de Londres, Miami, Berlín o Malibú. Entre los 17 espacios existentes en todo el mundo, el cottage de Chipping Norton, a 30 kilómetros de Oxford, suele ser el favorito para las fiestas de Nochevieja. ¿Cómo se ingresa en esta comunidad? Regla número uno: no es solo cuestión de dinero. La cuota es de 1.500 euros anuales, sí, pero si su trabajo conlleva traje ejecutivo y en su oficina no hay un elemento de creatividad (que el comité del club ha de considerar), tiene todas las de perder. “Básicamente, somos una comunidad en la que pretendemos que se conozcan personas afines o con potencial para serlo”, explica Chris Glass. “Por lo tanto, la única prohibición, por decirlo así, es llegar vestido con atuendo formal. El resto es a gusto de nuestros miembros”. Para los que a estas alturas ya se sepan fuera de especie, hay premio de consolación: en efecto, es posible dormir en su casa con habitaciones (la palabra hotel, según el departamento de prensa, no se ajusta a sus características) y también se puede comer en sus restaurantes. El plato fuerte en el caso de Barcelona es el bistró italiano Cecconi’s: una fiel reproducción del ya existente en Londres, que promete la mejor pasta agnolotti con trufa negra de la ciudad.

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© Cortesía de Soho House Barcelona

Para los que se sientan seducidos, el proceso es simple: enviar un formulario describiendo quién es usted y a qué se dedica y contar con el aval –amistoso, que no económico– de dos miembros existentes. A partir de ahí, un comité de expertos locales decidirá si es apto para entrar o no. Los afortunados pueden disfrutar del spa Cowshed (firma también fundada por Jones), de la sala de cine, del gimnasio, de la piscina en la azotea o de un Soho Mule, cóctel estrella compuesto por vodka, genjibre, lima y soda. Haga lo que haga, Glass tiene un único consejo: “Nada de fotos. Velamos por su privacidad, pero también por la de nuestros socios. Simplemente, relájese y disfrute”.

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© Cortesía de Soho House Barcelona

UN SPA ADICTIVO. Por Paloma Abad

Tratamientos faciales y corporales con productos de Cowshed (la marca recibe ese nombre por haber sido concebida al pie del establo del establecimiento que Soho House tiene en Somerset, Babington House, en 1998); un baño en el spa, disfrutando de los techos de bóveda catalana originales del edificio (arriba, en la imagen), y una sesión de manicura y pedicura con lacas Cheeky (abajo). Al Cowshed Spa del recién estrenado Soho House en Barcelona, en un edificio del siglo XVIII, no le falta detalle. ¿Lo mejor? A diferencia de los espacios exclusivos para socios (como el cine, el speakeasy, el gimnasio o la piscina de la azotea, con vistas al Port Vell), aquí no es necesario sacar el pedigrí creativo para dejarse llevar por sus aromas en un ambiente acogedor y relajado. Eso sí, el que avisa no es traidor: crea adicción. El tratamiento más exclusivo es el Barcelona Signature, que incluye un cepillado corporal, exfoliación y un masaje linfático con piedras.