Si quieres desacreditar a una persona, échale la culpa de todo. Si te pegan, algo habrás hecho. Si te violan, le has provocado. Si te acosan, te lo has buscado. Si te insultan, te lo mereces. Nos criamos con esa cantinela como ruido de fondo. Pero no basta con que nos maten, nos violen y nos insulten, siempre quieren más. Para invalidar la lucha feminista, necesitan que nosotras seamos las culpables absolutas: Si el machismo existe, es por culpa de la mujer.

Tenemos que aguantar esa frase terrible (si el machismo existe, es por culpa de la mujer), una de las mayores falacias con las que se topa el feminismo. Da igual que ellos tengan siempre las de ganar, la situación de poder. Da lo mismo que nosotras tengamos que esforzarnos el doble para llegar al mismo punto. El machismo es culpa nuestra, porque somos nosotras las que criamos a hijos machistas. Esa es la deducción errada y ridícula que aún nos tenemos que tragar, como si la crianza fuera exclusiva de la mujer. A estas alturas, aún nos tenemos que defender de eso. Así de básico es el machismo.

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La campaña en el Metro de Nueva York que muestra la desigualdad laboral entre hombres y mujeres. | Kazunori Shiina

A veces es sólo una cuestión generacional, no es lo mismo mi madre que mi abuela. Otras, ideológica: aún hay quien politiza el feminismo, cuando se trata de una lucha de género transversal, que va más allá de cualquier color político.

Todo es culpa nuestra y lo que más debería dolernos es una mujer machista. Como siempre, es peor si viene de nosotras que de ellos. Eso, en el extremo, significa que el machismo en un hombre puede ser tolerable, pero no en una mujer.

No conozco a ningún hombre feminista, ya lo dije aquí, ni creo que exista. Tampoco a ninguna mujer machista, sólo a unas cuantas que necesitan terriblemente sentirse aceptadas por ellos. Mujeres que aceptan la desigualdad como algo inevitable, tan alienadas que acaban por defenderla.

Si quieres que los hombres te den su aprobación, tendrás que estar de su parte. Todo lo que se salga de ahí es incómodo, rebelde y feo. Esas mujeres prefieren la aceptación masculina, porque les enseñaron que importa más que la femenina. La necesitan porque siempre se han alimentado de ella, es su zona de confort aunque ahí salgan perdiendo. Las engañan. Se tragan que tienen las mismas oportunidades que ellos, cuando la verdad es que sólo recogen las migajas. Pero eso no las convierte a ellas en machistas, sólo son mujeres resignadas a vivir en el sistema en el que se criaron. Los machistas son, siempre, ellos. Por eso ellas no me duelen más, sólo despiertan mi compasión.